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DENLE UN TRAGUITO, NO PASA NADA…
Como todo niño de 2 años, mi hijo es curioso y explorador. Un día teníamos una reunión familiar en nuestra casa y alguien descuidó en la mesa de la sala su caballito con tequila.
Mi hijo tomó con singular entusiasmo el vasito, se lo empinó, le dio un buen trago y su cara se le deformó. Comenzó a hacer gestos indescriptibles de disgusto, queriendo sacar con la lengua lo que había tragado. Probablemente sentía que le quemaba su garganta. Claro, una vez que pasó todo y que mi hijo estaba bien, lo tomamos por el lado amable y nos reímos. No se emborrachó. No le pasó nada. Y desde entonces ya no intenta beber de esos vasos pequeños y delgados.
Con el peso que tiene un niño de 2 años solo se necesitarían 2 onzas de una bebida alcohólica para llegar a las concentraciones en la sangre que se consideran ilegales para conducir un auto.
Lo pudiéramos ver así. El niño de 2 años le dio un trago al tequila. Un trago pequeño, “no pasa nada”. De la misma manera, levante la mano quien ha estado en algún lugar donde un conocido (o el “amigo de un amigo”) le ha ofrecido un traguito de cerveza a un niño pequeño, al cabo que “no pasa nada”. Es una costumbre bastante arraigada en nuestro cervecero país.
Pero, ¿de verdad no pasa nada? Vamos pensando en el embarazo. ¿Por qué la mujer embarazada no debe tomar ni una gota de alcohol? Por el riesgo de causar daño en su hijo.
Así como el alcohol llega fácilmente a nuestro cerebro, también atraviesa sin problemas la barrera placentaria y llega al feto. Como el feto no puede metabolizarlo bien, los efectos del alcohol son más pronunciados. Si esto pasa, puede desarrollarse una enfermedad que se llama Síndrome de Alcoholismo Fetal. Los niños con este síndrome tienen características faciales peculiares y, más importante que eso, pueden tener retraso en su desarrollo mental, en su crecimiento, dificultades para aprender y coordinar, etcétera.
El cerebro de un niño va creciendo de forma exponencial en los primeros años. Para el segundo cumpleaños, el cerebro de los niños mide casi el 80% del de un adulto. Esos primeros años son críticos en el desarrollo mental. El alcohol puede repercutir directamente en esto.
En los niños pequeños, en esos primeros años críticos para el desarrollo cerebral, el ofrecer alcohol no tiene ningún beneficio y existen riesgos potenciales.
Pensar en que un solo traguito no hace daño tal vez sea correcto. La realidad es que no sabemos cuánto alcohol debe tomar un niño pequeño para llegar a ser nocivo. Todas las personas metabolizan el alcohol de manera distinta. Un trago puede ser insignificante para un adulto de 70 kilogramos. Pero, ¿qué tan insignificante es en un niño que pesa 10 o 12 kilos? En proporción, la cantidad de alcohol por kilo de peso es mucho mayor. ¿Y si el niño va de pariente en pariente pidiendo su traguito, y toda la familia se deleita por las caras que hace y por lo cómico que es ver a un niño pequeño tomar cerveza? ¿Y si esto se repite en cada evento social? Un traguito se convirtió en varios.
Con el peso que tiene un niño de 2 años solo se necesitarían 2 onzas de una bebida alcohólica para llegar a las concentraciones en la sangre que se consideran ilegales para conducir un auto.
Los gustos, de cierta manera, son aprendidos. La primera impresión de un niño al probar una bebida amarga como la cerveza es de disgusto y eso los detiene a seguir tomando. Si se repite la exposición, el niño puede perder esa sensación. Así es fácil imaginar que un niño pueda sufrir una intoxicación por alcohol si ya le agarró el gusto.
En los niños pequeños, en esos primeros años críticos para el desarrollo cerebral, el ofrecer alcohol no tiene ningún beneficio y existen riesgos potenciales.
No tiene caso. Aunque “no pase nada”, ¿para qué hacerlo? Dejémoslos crecer. Más adelante vendrá el momento para enseñarles que el alcohol no es veneno, que sí se puede beber e incluso podría tener uno que otro beneficio en los adultos, pero siempre y cuando sea con moderación.
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