En los tiempos en que la guerra de Felipe Calderón contra las drogas desataba el caos en el país, Froylán Enciso investigaba la historia de las drogas en México para su tesis doctoral. Así descubrió pasajes que servían a su investigación y que le llevaron a escribir sobre el tema porque, asegura, sintió la urgencia de explicar la tragedia “para que la desazón y el miedo no nos inmovilizaran”.
El mismo Froylán describe para los lectores de ESPEJO su libro, Nuestra historia narcótica. Pasajes para (re)legalizar las drogas en México, de Editorial Debate:
—Es una colección de 29 relatos que recorren la diversidad de relaciones que los mexicanos hemos tenido con las drogas desde el siglo 19. Recalco eso porque mi objetivo es no caer en la obsesión que tenemos hoy de contarnos esta historia solo como de corrupción y de violencia. Aunque al final sí analizo, sin centrarme solo en eso, las consecuencias del fracaso de la guerra contra las drogas, México como productor de la corrupción y la violencia en que estamos metidos. En resumen es eso y es un libro para los que estamos hartos de este sistema de cosas que nada más enriquece a políticos corruptos y a narcotraficantes violentos.
—Esa relación que destacas con las drogas se vuelve algo vigente pues la Corte discute legalizar o no el uso lúdico de la marihuana…
—Lo que pasa hoy en la Suprema Corte es que un grupo de marihuanos quiere fumar tranquilamente y producir su propia mota. El ministro Zaldívar les contesta que sí, que es constitucional su argumento. Independientemente del resultado, algo que queda claro es que las instituciones mexicanas del sistema de justicia ya están en esta tendencia mundial hacia la legalización de las drogas. En Estados Unidos está legalizada para fines medicinales y recreativos en más de la mitad de los estados y México va hacia allá.
Marihuanos responsables
Para Froylán lo que pasa en la Corte no es una relegalización de las drogas, como ocurrió en el gobierno de Lázaro Cárdenas, incluso si el Pleno acepta la constitucionalidad del cultivo para el autoconsumo (que se aceptó). “Todavía para que se despenalice y se regule el mercado se necesita trabajo legislativo, modificar el Código Penal, la Ley General de Salud, la de narcomenudeo y toda ley relacionada. Se le abriría como un hoyo al mercado que controla el narcotráfico. O sea, por lo menos una partecita del consumo interno ya no sería negocio de narcotraficantes, ya los consumidores se podrían hacer responsables de lo que consumen”.
Dos aportaciones
El historiador y escritor sinaloense estima que su aportación en esta discusión es recuperar el conocimiento histórico de políticas públicas similares a las que se discuten hoy: “Como que ahora, a quien habla de legalizar las drogas lo ven como a un loquito o un marihuano, o se argumenta que la legalización de las drogas es imposible porque los gringos nunca lo van a permitir. Pues ya se está viendo que no es una política imposible, sino algo que ya está pasando”.
Ahora que los gringos están legalizando, se puede pedir que los grandes imperios prohibicionistas como Estados Unidos e Inglaterra colaboren en la reconstrucción, pues ellos financiaron la guerra.
Los estadounidenses no se están metiendo con los países que están legalizando, al contrario, están mandando señales de que esa es la política imperial. La última señal fue que suspendieron el envío de recursos para la guerra contra las drogas en México por medio de la Iniciativa Mérida. Estados Unidos va a dejar de contribuir a esa estrategia policiaca y militar que ha sido un fracaso en sus objetivos pues ni redujo el consumo de drogas, ni el tamaño del mercado.
Y la segunda contribución de Nuestra historia narcótica es señalar que independientemente del nuevo sistema de control de drogas que decidamos, algo que no se nos debe olvidar es que esta guerra no empezó ayer y que la legalización de las drogas que ahora apoyan los estadounidenses, no es suficiente… legalizar no es suficiente.
—¿Por qué no es suficiente?
—Porque la guerra contra las drogas ha dejado muchas víctimas. En muchas comunidades las economías están destruidas; ha dejado muchos muertos, desplazados, desaparecidos, y por más que le quiten el negocio a los narcos, el sufrimiento que provocó la guerra contra las drogas durante más de un siglo, y los daños a las comunidades que provocó la guerra, no se van a reparar solos. Se necesita que junto a la legalización de las drogas pongamos en el centro de la discusión a las víctimas de la guerra y que tratemos de reconstruir esas comunidades.
Y ahora que los gringos están legalizando, se puede pedir que los grandes imperios prohibicionistas como Estados Unidos e Inglaterra colaboren en esa reconstrucción, pues ellos financiaron la guerra.
—No con legalizar terminas con el problema del narcotráfico, ¿o sí?…
—Sí. Si legalizaras todas las sustancias ilícitas, como Portugal, por supuesto que acabas con el narcotráfico, pero no terminas con el crimen organizado, ni con la violencia. La legalización es un paso necesario hacia mejorar la situación en que estamos metidos, acabar con esta guerra, pero no es suficiente. El crimen organizado puede continuar por otra vía, otros mercados negros, como los mercados de protección, la extorsión, el secuestro…
Podemos terminar con el narcotráfico, eso sí, con el crimen organizado pues no, porque siempre va haber alguien que quiera aprovechar una regulación del Estado o la prohibición de algo para volverlo un buen negocio. Y siempre va haber un político al que le hagan ojitos esos cañonazos de dinero que producen los mercados negros, entonces, tampoco se va a eliminar el problema de la corrupción y la violencia.
—Propones en tu libro una Comisión de la Verdad, ¿qué pretendes?
—El año que entra, la Asamblea General de Naciones Unidas tendrá una reunión especial sobre el problema global de las drogas. Va a discutir ir desmantelando la prohibición de los tratados internacionales de regulación de las drogas. Creo que no es suficiente con que México apoye la legalización, hay que tratar de aprovechar lo mejor que se pueda la creación de nuevos mercados legales, sobre todo para las comunidades productoras que han sido dañadas por la guerra, pero no es suficiente.
Imagino un ejercicio permanente para recapitular todas las afectaciones que esta guerra generó por un siglo a nuestra nación, de tal manera que se evalúe y legitime la petición de que los estados que la promovieron, paguen por lo que hicieron.
Habría que exigir en la ONU a las naciones prohibicionistas la creación de fondos para reparación de daños en las comunidades afectadas por las violaciones a los derechos humanos de la guerra contra las drogas. Si los gringos podían mandarnos 1,200 millones de dólares en equipamiento y entrenamiento militar y policiaco, por medio de la Iniciativa Mérida, por qué no podrían mandar esos millones para los desplazados por los operativos de búsqueda del Chapo Guzmán, en los que supuestamente los Estados Unidos también están colaborando.
Hay muchos daños colaterales en los que los estadounidenses se tendrían que hacer responsables, al igual que el Estado mexicano, a eso me refiero cuando hablo de una Comisión de la Verdad Ciudadana sobre las Consecuencias de los Daños de la Guerra Contra las Drogas: imagino un ejercicio permanente para recapitular todas las afectaciones que esta guerra generó por un siglo a nuestra nación, de tal manera que se evalúe y legitime la petición de que los estados que la promovieron, paguen por lo que hicieron.
No es narcoliteratura
Nuestra historia narcótica es un libro muy investigado, pero no exhaustivo. Es como una curaduría de viñetas que muestran ideas analíticas por medio de la narración. Tiene un poco el tono de las charras de la gente de rancho, admite Froylán: “Uso ese tono narrativo para que la gente lo pueda leer en el camión, para que cualquiera lo entienda, a pesar de que en el fondo tiene una investigación ya de muchos años, ideas que espero que sean más sofisticadas que las que nos ofrece ahora la narcoliteratura”.
Falta mucha investigación para entender cómo diablos llegamos a donde estamos.
Froylán Enciso. Historiador y escritor sinaloense.
FOTOS: Jesús Herrera/ Revista ESPEJO.
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