Opinión

La apuesta por espacio público de calidad, fórmula contra la segregación

El espacio público de calidad y democrático no se pinta de un color, ni puede ser propiedad de nadie, es la alternativa para la distensión entre los estratos sociales, aunque lamentablemente el desarrollo de Culiacán en los últimos años no abona en este sentido. En el filme de Andrew Niccol, El precio del mañana, en un […]

El espacio público de calidad y democrático no se pinta de un color, ni puede ser propiedad de nadie, es la alternativa para la distensión entre los estratos sociales, aunque lamentablemente el desarrollo de Culiacán en los últimos años no abona en este sentido.

En el filme de Andrew Niccol, El precio del mañana, en un supuesto futuro Will Salas es un personaje emanado de los barrios pobres donde la tecnología ha logrado dar la juventud eterna y la perpetuidad, lo cual simplifica el sistema cambiario por tiempo en lugar de la moneda. La idea es que el intercambio de tiempo entre los individuos genera un contexto cambiario equitativo, pero convertir el tiempo en divisa tuvo efectos secundarios: no todos pueden vivir eternamente en un espacio limitado, alguien tiene que morir, así la sociedad y el espacio toman el carácter del sometimiento fincado en barrios segregados con tipos de tiempo-cambio diferentes y con fronteras firmes. La igualdad no fue para todos.

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Escena de una frontera con usos de tiempos diferenciados, en la película “El precio del mañana”.

La limitante del crecimiento poblacional siempre será la alimentación que genera la pobreza por antonomasia. Para el capital, la pobreza es necesaria para que exista la riqueza y nuestras ciudades no intentan revertir esta situación al hacer de la marginación un recurso de tensión. Nuestras ciudades se hacen hoy genéricamente, prescinden del formato histórico original.

En los últimos catorce años se construye el 85% de los 622 fraccionamientos existentes en Culiacán bajo la alegoría de la impenetrabilidad, los fraccionamientos no se contienen con la propiedad privada infranqueable, sino que se apropian y amurallan en sectores que integran el espacio público, como la heráldica del pasado (escudos que distinguen los apellidos de unos sobre otros). Dice Eloy Méndez que los asentamientos de los grupos tratan de distanciarse de los otros, los infortunados.

Pero apostar la convivencia al amurallamiento tiene sus consecuencias, pues la no concordancia es un principio de inconformidad de una de las partes; es una bomba de tiempo aunque los muros son sostenidos por los dos lados, tangible e intangiblemente, por la razón de que en ambos lados no se prescriben las causas que las germinan.

Parte de la exclusión del muro fronterizo de Donald Trump se genera del lado de México al prescindir de políticas que garanticen la vida digna de todos sus ciudadanos y así el mismo Estados Unidos falta al significado de la estatua de la libertad, en la autollamada “madre de los desterrados y sacudidos por las tormentas”.

Después de lograr grandes ciudades cosmopolitas, con una gran emigración campo-ciudad, invadidas de grandes tecnologías entre ellas el automóvil, deseamos y hemos concluido incuestionablemente en la regresión a los espacios compactos de antaño y de la escala del pedestrismo que da acceso homogéneo para la contemplación.

Podríamos decir que los espacios públicos logrados deben ser abiertos y no solo con mezcla de usos de suelo, sino también con el asentamiento de estratos socioeconómicos diversos; es la articulación para que se desempeñe la ciudadanía en el espacio urbano y recuerde que hay serias repercusiones al aislar el espacio público con distingos de ciudadanos de primera y de tercera.

 

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