El estremecimiento e indignación que sintió la prensa local, nacional e internacional por el asesinato de Javier Valdez Cárdenas, cofundador del semanario Ríodoce, corresponsal del diario La Jornada y autor de libros sobre el tema del narcotráfico, es la misma turbación que no nos permite a los sinaloenses vivir en paz.
Es la congoja que como ciudadanos nos orilla a tomar decisiones que restringen las libertades y nos hacen rehenes del miedo; es la consternación que hace que las redacciones de los medios de comunicación dejen a medias las noticias por el convencimiento de que al darlas tal cual son está en peligro la vida de los reporteros.
El crimen cometido contra Javier Valdez anula de la manera más cobarde posible una voz que Sinaloa tenía contra la delincuencia de todo tipo que deja caer el peso de sus tropelías encima de los más desamparados, aquellos que sufren en silencio la doble adversidad del abandono y la ausencia de oportunidades.
Para el periodista y las víctimas inocentes de la violencia, cuyas historias Valdez Cárdenas rescataba del cajón del olvido y la indolencia oficial, solo hay la pomada de la justicia para atemperar el dolor y las consecuencias de tales pérdidas. ¡Justicia!
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