Cuando hablamos de Culiacán, hablamos de una ciudad que está creciendo a pasos agigantados en muchos aspectos y que a la vez tiene que trabajar y lidiar con factores como la inseguridad, la violencia y la narcocultura. En medio de toda esta crisis el sinaloense y sobre todo el culichi tiene la fama de ser alivianado, hospitalario y bromista.

En décadas anteriores el estigma ligado a la comunidad LGTB y principalmente al sector homosexual era bastante agresivo, el machismo patrocinado por la religión y la rudeza que caracteriza a los habitantes del norte del país, hacía de Culiacán un terreno hostil para que estos grupos manifestaran abiertamente sus preferencias y las luchas que buscan reivindicar los derechos de la comunidad, como si el simple hecho de asumir la homosexualidad no fuera en sí, una batalla interna difícil de lidiar.

Pero ahora la situación parece haber cambiado, al menos en cuestión de apertura, el nacimiento de medios de comunicación como las redes sociales que superaron casi de manera inmediata a los convencionales como la televisión que hasta la fecha sigue haciendo de los movimientos LGBT un tema tabú, han permitido que una parte considerable de la sociedad culiacanense tenga una percepción distinta sobre la homosexualidad, tal vez no se trate de aceptación o de apoyo, sino de indiferencia.

Mientras el comité local que busca legalizar el matrimonio igualitario en el Congreso, de manera constante realiza visitas periódicas al recinto para encontrar algo que se parezca a una respuesta certera, el Gobierno del Estado en su Plan de Desarrollo para este 2017 solo plantea preservar el derecho a la salud de la comunidad, como si los LGBT no tuvieran otras necesidades que trasciendan este punto y que solo serán resueltas cuando se amparen de manera legal los objetivos por los que algunos activistas luchan día con día.

Así, mientras se organiza el cuarto pride en Culiacán que intenta convertir en familiar una celebración que ha sido estigmatizada y satanizada, casi tanto como la postura homosexual y los ideales de una sociedad en la que cada quien pueda entablar relaciones sentimentales con quien quiera. Uno a uno se han derribado muros y han ido apareciendo otros que colocan a la comunidad LGBT en un punto medio, como en esa metáfora del vaso medio vacío o medio lleno, justo como lo comentaba uno de nuestros lectores “es más fácil se gay ahora, que hace 50 años”.

Es necesario mencionar que otro obstáculo que a veces vuelve lento a este movimiento es la actitud y las discordias de los mismos miembros de la comunidad, entre los que desprecian los clichés propios de los grupos LGBT y los que se sienten tan conformes con tales figuras que ignoran el esfuerzo de quienes luchan por reivindicarlas.

Es un buen momento para la reflexión. Ser parte de la comunidad LGBT en Culiacán es una montaña rusa de emociones, es soportar agresiones, tal vez en menor medida que en otros tiempos o no tan crueles o extremistas como la violencia física; ser homosexual en Culiacán es tener miedo en muchos aspectos, aunque este tenga su origen en la ignorancia y se alimente de la falta de participación de la comunidad para atender de manera oportuna los problemas de los que se huyen.

 

LO DIJO:

“Tengo que apoyar a la comunidad si quiero que la comunidad me apoye a mí y creo que es muy importante, si no nos apoyamos entre nosotros, si no nos guiamos, entonces, ¿quién nos va a apoyar?”.

—Cindy Jalapa. Miembro de la comunidad LGBT de Culiacán.