Con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en Sinaloa, la victoria de mayoría relativa en la senaduría, carro completo en las siete diputaciones federales, 19 de 24 diputaciones locales y 7 de 18 ayuntamientos municipales, el Movimiento de Regeneración Nacional se convierte en la primera fuerza política en la entidad.

La madre de todas las batallas electorales en México (por la gran concurrencia de cargos de elección popular, Presidencia de la República, nueve gubernaturas, senadurías, diputaciones federales y estatales, además de ayuntamientos locales) finalmente tuvo un avance en la votación del padrón electoral federal de alrededor del 63%, mientras que en Sinaloa un poco más del 60% del padrón de votantes.

Muy lejos de las predicciones realizadas, el efecto Morena rebasó sus propias expectativas y la de los analistas políticos. Sin duda que Sinaloa, al igual que el resto del país, se conmocionó la noche del 1 de julio de 2018 por el voto masivo en lo que se conoce a nivel mundial como el efecto tsunami AMLO.

Luego, surge la pregunta obligada de qué ocurrió en la mente de los votantes mexicanos para dar tanto poder político a AMLO que aun cuando no llega a ser mayoría absoluta sí se constituye en una mayoría relativa en el Senado, también en la Cámara baja, lo mismo que en varios congresos y municipios locales como lo es el caso de Sinaloa.

Tal como sucede en elecciones de esta naturaleza, la Presidencia de la República acapara la atención de los sufragantes, más aun cuando el posicionamiento de AMLO, desde antes de las votaciones, marcaba una clara tendencia en primer lugar en todas las encuestas. Su llamado a votar 5 de 5 en los cargos de elección en la entidad fue decisivo para el triunfo de Morena en Sinaloa.

Mucho se ha dicho del hartazgo social reflejado en un malestar generalizado de la población, cansada del cáncer de la corrupción y de la impunidad como uno de los grandes lastres del sistema político todavía en el poder (PRI y antes del PAN). El cansancio de la guerra en el combate al crimen organizado que ha dejado una estela de muertes y efectos colaterales sin visos de lograr la pacificación en nuestro país. Crecimiento de la pobreza con servicios públicos de salud y educativos deficitarios, además de incrementos desmedidos a la energía eléctrica y combustibles, entre tantos otros problemas económicos y sociales.

Pero ¿por qué si los temas que se expresan como una irritación social eran conocidos por el resto de los partidos políticos no fueron retomados con éxito en el debate y en sus campañas políticas? ¿Cómo es que Morena sí fue capaz de convencer al electorado de que votar por ellos es tener una esperanza de lograr solucionar esos grandes problemas nacionales?

Sin duda, la comunicación política jugó un papel importante. Los principales partidos políticos adversarios de Morena no lograron enfocar un tema central que fuera el eje de su campaña (en este caso, el tema de la corrupción). La estrategia política de un discurso multinarrativo finalmente no logró entrar en el cerebro de los votantes.

Ningún partido político opositor a Morena fue capaz de imponer una agenda de discusión propia que fuera de interés del electorado, por el contrario solo contra argumentaban sin claridad el discurso morenista. Se incluye en este aspecto la clásica dicotomía entre “continuidad” o “cambio” en donde no se tuvo la capacidad para fundamentar una u otra situación que de manera emergente llevaran a reivindicar el sistema en el poder o bien de plantearse como una oposición política diferenciada. En el pensamiento del votante solo alcanzaba a ver a una sola oposición al gobierno que era Morena.

De igual forma, el principio de conocer al adversario para enfrentar no sólo sus debilidades sino también ser superior a sus fortalezas quedó como una deuda pendiente por parte de sus estrategas políticos.

El desempeño de los partidos políticos de Sinaloa, dejó en claro que no basan sus acciones en una toma de decisiones que atiende un plan estratégico de campaña, con asesores a diversos niveles -que en común acuerdo con el grupo del primer círculo del candidato- puntualmente implementen sus estrategias y tácticas en función de los resultados que se van dando en el proceso electoral.

Con la atención centralizada en los candidatos a la presidencia de la República, los debates de los presuntos en Sinaloa, pasaron desapercibidos. Sus campañas grises e intrascendentes sólo eran nota en los medios periodísticos ante embates de “guerra sucia”, denuncias de enriquecimiento ilícito o casos de nepotismo político, mientras que los candidatos sinaloenses de Morena hacían su apuesta a que la sombra de AMLO sería su manto protector que los llevaría a la victoria.

Lo certero de la campaña por tierra emprendida desde el 2006 por Andrés Manuel López Obrador, aunado a su buen manejo de los medios de comunicación y las redes sociales, finalmente hizo posible el objetivo del triunfo electoral.

El cumplimiento de las promesas de campañas será otra historia de la que el electorado espera resultados positivos y en el corto plazo.