Los cuentos de Chema Rincón | Si mi vida fuera otra
Si mi vida fuera otra no estaría tumbado en el calorón de la calle que me quema las piernas y la espalda. No estaría tan flaco ni sucio. Seguramente no me enfermara tan seguido ni le diera lástima a la gente. No me robarían en las noches, no me mojaría en tiempos de lluvia y […]

Si mi vida fuera otra no estaría tumbado en el calorón de la calle que me quema las piernas y la espalda. No estaría tan flaco ni sucio. Seguramente no me enfermara tan seguido ni le diera lástima a la gente. No me robarían en las noches, no me mojaría en tiempos de lluvia y no pasaría fríos entre diciembre y febrero. No la pasaría rondando en el malecón y en el centro esperando la ayuda de la gente.
Si no fuera huérfano mi mamá me levantaría todas las mañanas, me haría desayuno y me llevaría a la escuela. Por las tardes me ayudaría con las tareas, me consentiría con galletas y me querría mucho. Mi papá me llevaría a su trabajo los fines de semana, me cuidaría cuando tuviera miedo y me enseñaría a ganarme el dinero como Dios manda. Con ellos mi casa no estaría abajo del puente de tres ríos y mis baños no serían las fuentes de la canasta.
Si tuviera ese dinero, Santa Claus me visitaría, viajaría en los aviones que dejan rayas en el cielo y en los barcos que atraviesan el mar; les compraría cosas a todos los niños de la calle y a ninguno de mis amigos les faltaría nada. Tendría una camionetota y viviría en una casa grande como las de La Chapule y La Guadalupe, tendría una empresa que opacaría a los Coppel y a los Ley, y organizaría fiestas con la gente más importante. Tendría poder y todos me respetarían.
Si tuviera el poder, mataría rápido a todos los abusivos, encerraría a todos los malos y nomás me dedicara a ayudar a la gente como yo. Todos los huérfanos tendrían una cama para dormir, todas las muchachas embarazadas podrían entrar a un hospital donde las atendieran y a los pobres les daría lo que les faltara para salir adelante. Arreglaría el Centro y no dejaría que los camioneros abusaran con los pasajes, la ciudad no se inundaría con las lluvias y los políticos no se robarían el dinero que se usaría para lograr todo eso; mandaría pavimentar las calles de Barrancos, los Huizaches y Lomas de Rodriguera. Si sobrara dinero, regalaría raspados en la Obregón cuando sea tiempo de calor.
Si mi vida fuera otra, escalaría así: familia, dinero, poder, y con eso ayudaría a quien lo necesitara. Pero mi vida es esta y solo tengo un camino. Una vida rápida y peligrosa para salir de mi pobreza. A los weyes de la radio y de los periódicos les encanta decir que escogemos mal; lo mismo pasa con los políticos y los profesores, pero nadie se preocupa en darnos una mejor opción. Fue por eso que, aunque solo tenga trece años, no dudé a entrarle al cártel de Tacuilola. Para poder regresar en un futuro a arreglar todo lo malo con mano fuerte.
© José María Rincón Burboa.
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