El jueves negro en Culiacán se ha convertido en un suceso de impacto mundial. Mientras la ciudad se encontraba cautiva y los medios de comunicación intentaban completar la historia que a la fecha no ha sido develada, los culichis vivieron momentos de angustia, frustración y desesperanza.
Lejos del recuento oficial, de las cifras que parecen frías y de las declaraciones de solidaridad, crítica o señalamientos, están las vivencias de las personas, de aquellos que vivieron a flor de piel el riesgo de las balas y que pensaron que no librarían con suerte la ola de violencia, de los que se refugiaron sin saber que pasaba allá afuera y de los que esperaban ansiosamente por los que se quedaron atrapados en la zona de guerra.
Recopilamos 10 relatos anónimos de culichis que vivieron la misma historia de maneras distintas, pero compartiendo el mismo deseo de que le fuego se detuviera y el mismo sentimiento de incertidumbre ante la violencia sin precedentes con la que la ciudad de Culiacán había sido secuestrada por el narco.
Tan cerca y tan lejos de mi casa
“Ese día me fui de mi casa al centro, yo vivo cerca del Hospital civil, por la Obregón. Necesitaba ir al banco y me fui a pie, cuando regresaba sentí tras de mí que alguien me acechaba, era una señora, se acercó, me tomó del brazo y me dijo ‘vámonos que esto se va a poner bueno”, fue entonces que me di cuenta de que a lo lejos estaban unos muchachos armados deteniendo un camión, pasaron unos policías en bici y nos apuraron, nos dijeron que nos fuéramos rápido. La señora y yo corrimos hasta catedral, tomé poquito aire y me fui para Correos esperando tomar un Cucas que me dejara cerca de mi casa.
Todavía no había tanto caos en el centro, la gente no sabía del caos todavía, cuando el camión arrancó y estábamos por la Rosales, se paró justo delante de nosotros una camioneta blanca con hombres armados, era la del video la que traía el arma enorme. Alguien gritó “todos al suelo” y todos nos tiramos, afuera la gente corría y había gritos, gente ocultándose, todos se bajaban de sus carros. El camión arrancó en cuanto la camioneta se quitó, así nos fuimos agachados hasta que llegamos a la calle de atrás del Hospital Civil, otras muchachas se bajaron conmigo y nos fuimos caminando juntas, un niño nos apresuró porque otra vez estaban lloviendo balas, llegamos al Civil y nos resguardaron con unas enfermeras, ahí estuve 4 o 5 horas.
Nadie sabía nada, todos estaban preocupados por mí y las redes sociales solo me asustaban, nadie sabía qué pasaba. No pude llegar a mi casa, que estaba del otro lado de la calle, una señora que no conocía (pero ella a mí sí porque me ve pasar todos los días por su casa) me ofreció asilo, me comuniqué con mi familia hasta en la noche, hasta ese momento pude descansar”.
Una balacera tranki
“Ya ves que estoy chambeando de Uber, pues me cayó un viaje de un morro y lo iba a ir a dejar ahí a Las Quintas y haz de cuenta que como a mitad el camino empecé a escuchar que había una balacera. Yo pensé que era una balacera ‘tranki’, y ya después veo que se hace un desmadre. Y cuando íbamos llegando se me atravesaron esos morros y me bajaron del carro. Me dijeron: “No que bájate a la verga”. Y ya pues me baje, me fui corriendo y pues estos morros se subieron y se fueron. Sabe para dónde agarrarían la neta. Pero si no lo recupero ¡ni pedo!
El morro se bajó también, es que donde me tumbaron el carro era ahí donde iba a dejar al morrito ese, era un morrito y se bajó bien cagado también y se fue corriendo. Los morros nada más querían el carro, no querían nada más, como que andaban a pata y querían irse de ahí, no sé qué pedo.
Yo digo que se va a hacer un desmadre, no creo que lo dejen pasar nomás por que sí, se van a chingar machín en un chingo de gente, no creo que lo dejen así nada más”.
Algo normal en Culiacán
“Fuimos a Walmart a comprar algo rápido, compramos las cosas por lo que íbamos y le dije ‘vámonos’, pero me convenció de ver otras cosas, en eso le avisaron a mi prima que había una balacera por La Maroma. Como está normalizado eso de las balaceras pensamos que en un rato se pasaría, después de un rato quisimos salir, pero los guardias estaban cerrando muy apresuradamente las cortinas. Entonces una señora nos dijo que venían camionetas con personas armadas para el lado La Isla, en lo que cerraron las cortinas el personal de la tienda comenzó a pasar a la gente a las bodegas.
Ahí en los comedores pusieron una novela para tranquilizarnos, luego pusieron las noticias, también nos dijeron que quien se quisiera ir era bajo su responsabilidad, pero quien se quisiera quedar la tienda estaba disponible, que no nos iba a hacer falta nada. Luego de una junta nos reiteraron que teníamos hasta las 10 para decidir, porque a esa hora se activa la alarma de la tienda.
Hubo un momento en el que empezaron a tocar las puertas de la tienda muy bruscamente y se creó un pánico entre las señoras. Nosotros nos quedamos ahí, mi prima no se quería ir y yo no la iba a dejar ahí. Pusieron muchas cosas a nuestra disposición camas, comida de todo. Nos quedamos como 45 personas en la tienda y al día siguiente salimos, muy atentos en Walmart, mis respetos.”
Tregua y trayecto
“Pues me agarró en el Congreso del Estado. Me comenzaron a llegar las noticias de los enfrentamientos, y desde acá se miraban las columnas de humo de tres ríos. El bulevar Pedro Infante es muy transitado y comenzó a quedarse sin tráfico hasta que ya no pasaba ningún carro, me daba mucho miedo estar en el Congreso porque los terroristas andaban haciendo hasta lo imposible y me hacía pensar que a lo mejor venían a destruir el Congreso por ser de gobierno. Tuve que buscar un posible lugar a donde huir por si ellos llegaban, así que encontré un escondite en una esquina donde nadie se acerca y eso me tranquilizó un poco. A las 6:30 comenzaron rumores que había tregua de media hora, entonces varios comenzaron a irse y fue cuando yo decidí irme porque estaban pasando más carros por el Pedro Infante. Me fui con los vidrios abajo y era mucho el miedo. Me fui por todo el Paseo Niños Héroes.
El mayor susto fue cuando pasé por la Xiconténcatl y vi el puente que te lleva a C.U tapado, pues estaban empezando a quemar carros y la gente que tenía la intención de pasar se estaba desviando. Se me atravesó un hombre moreno delgado que estaba grabando a los carros incendiándose y eso hizo que sintiera que se me bajaba la presión por qué tenía la mano extendida para grabar y al principio pensé que era un arma. Después de ese susto ya no tuve otra experiencia pero si me dolió mucho ver a mucha gente caminando porque ya no había camiones, me sentí mal por no ofrecer raite pero en el momento no me podía parar, yo sólo quería llegar a la casa, se me hacía eterno el viaje”.
Balacera para rato
“No pensé que una vuelta a Forum iba a ser tan tardada. Mientras estaba haciendo mis compras vi en redes sociales que había sucedido una balacera, pero eso no detiene a cualquier culichi, no es común, pero mientras no estés cerca no es tan alarmante. Seguí comprando y al pasar por un par más de tiendas decidí volver al trabajo para continuar con mis actividad cuando recibo una llamada de mi madre para decirme que no era una, sino varios encuentros los que se habían dado al rededor de la zona en donde yo estaba. Regularmente uno se detiene un par de horas a esperar a que calme la conmoción pero se fue de largo.
Para calmar la tensión decidí seguir caminando por Sears y vi personas calmadas y otras muy inquietas, eso me daba a entender que no todos estaban al tanto de la situación. Más adelante, nos dimos cuenta que los trabajadores se veían un poco agitados por el cúmulo de clientes que se estaban resguardando en la tienda e hicieron lo que debían, comenzar un protocolo de protección. Personal del local nos ayudó y resguardó en un departamento, con la promesa de que ahí estaríamos más seguros. Estuvimos al rededor de 1 hora dentro; había personas nerviosas, niños llorando, bebés en brazos y gente haciendo llamadas telefónicas. Pasaron una botella de agua para tranquilizarnos.
Al pasar el tiempo nos dijeron que habían cerrado la tienda y que era seguro salir a caminar dentro del local, pero de igual manera nos dieron instrucciones de qué hacer en caso de emergencia. Pasaron un par de horas hasta que nos dieron seña de que era seguro salir y regresar a nuestras casas, aunque también nos dejaban quedarnos bajo nuestro riesgo, puesto que no es un lugar completamente seguro.
Nos fuimos a pagar el boleto de entrada y buscar nuestro carro, para después ver el caos que había en la calle, carros y camiones varados, personas escondidas entre coches, gente caminando inseguramente por la falta de transporte, fachadas baleadas y, sobretodo, el espíritu de una sociedad destruida”.
Uno de setenta
“A mi papá le quitaron el carro no uno, sino SEIS hombres armados. Lo amenazaron y quitaron carro, cartera, celular, todo. Él va a jugar fut a la Sagarpa, cerca de la peni, y en lo que se enteró de todo lo que estaba comenzando decidió regresarse a la casa. Iba saliendo del campo y dice que los seis salieron de la nada apuntándole con armas y lo bajaron. Consiguió un tel para avisarnos lo que pasó y reportar el robo.
Según los récords el carro de mi papá fue el segundo de 70 carros reportados. Fue justo cuando iba comenzando el escape de los reos y eso le dijeron cuando estaba haciendo las vueltas del reporte”.
Tranquilidad fingida
“La oficina en la que trabajo está ubicada en la colonia Tierra Blanca. Pasadas las tres de la tarde entró mi compañero de oficina hablando sobre los balazos que sonaban afuera, dejé de escuchar música y presté atención. Sí, se escuchaban detonaciones a la distancia, pero inmediatamente pensé que era algún enfrentamiento menor, nada de qué alarmarse. Revisé mi celular y en un grupo de amigos de Whatsapp una compañera confirmó del enfrentamiento pero habló del estadio Banorte, fue entonces que me alarmé; las detonaciones sonaban lejos, pero no podían estar pasando al otro lado del río, ¿había más enfrentamientos a la vez o estaban en movimiento? Para acabarla de fregar, mi casa está a pocas cuadras del sector Tres Ríos, llamé a mi madre para informarle y que evitara salir, ella todavía no se percataba de lo que estaba pasando y me confirmó que toda mi familia (ella, mi padre, mi hermana y mi sobrina) estaban en casa; más tarde me enteré que justo al terminar la llamada comenzaron las detonaciones lo suficientemente cerca para que mi madre las oyera.
En la oficina el trabajo se detuvo, todos estábamos atentos a lo que ocurría.Vimos las fotos los hombres armados afuera de un restaurante en Blvd. Sánchez Alonso, y las de una camioneta con lo que alcanzo a describir como una metralleta pasando por Álvaro Obregón y Antonio Rosales, que para entonces estaban completamente vacías. Me di cuenta que no pararía pronto y que no se trataba de algo normal, de cuando en cuando se escuchaban detonaciones y ráfagas, más cerca, más fuerte, más constantes. A partir de ahí, llovieron las fotos y videos, los mensaje y notas de voz re-enviados que daban información alarmante pero difícil de corroborar, dejé de escuchar y leer pues no podía procesar nada. Salí de mi oficina a hablar con otros compañeros, hablaban de la detención del hijo de el Chapo, de amenazas a familiares de militares. Un compañero se subió a la azotea y vió cortinas de humo en varios puntos al rededor de la ciudad, era cierto, la ciudad estaba completamente sitiada.
Mi estómago estaba revuelto, sentía ganas de vomitar, quería llorar. Volví a llamar a casa, ahora sabíamos que estaría en el trabajo probablemente más tiempo del que me faltaba, le mentí a mi mamá y le dije que estaba tranquilo, que en la oficina estábamos calmados y seguros (eso último por fortuna era verdad), pero yo no podía reaccionar, parecía un sueño. Todos mis compañeros hablaban por teléfono y escucharlos me daba pánico, “se pondrá feo”, “viene lo peor”, auguraban.
A unas tres horas de que todo comenzó me fui a otra de las oficinas, dos de mis compañeros estaban ahí y al igual que yo querían dejar de escuchar las cosas que los decían los demás, algunos estábamos pensando en que tendríamos que pasar la noche ahí mismo. Tomé mis audífonos y puse algún video en Youtube que me calmara, cerré los ojos y traté de respirar lentamente, un poco más tarde llegó alguien a decirme que pasarían por una compañera y podía irme con ella a su casa si quería; cuando le llamé a mi mamá dijo que mi papá estaba listo para pasar por mí y acordamos que fuera al domicilio de mi compañera. Fueron los minutos más largos, mi papá tenía que atravesar el río, pasar por la Obregón para llegar al lugar, y yo no tenía idea del estado de las calles ahí afuera, podía ser detenido, encontrarse bloqueado o incluso quedar atrapado entre fuegos como tantas otras personas”.
Alerta buchona
“Estábamos comiendo en el TaiPak porque era el cumpleaños de mi abuelita. Nos empezaron a llegar whatsappazos a todos, a la raza de a un lado también. De hecho antes que a nosotros a dos mesas de nosotros estaba una mesa bien grande que había unos morros que se veían medio buchonsillos, así barbones, camisa polo y el pedo, y a esos fueron a los primeros que les llegaron los mensajes y empecé a oír que a uno de los videos tenia balazos y dije: “y hay balacera”, y ya luego a mi hermana, luego a mi alguien me mandó y así we.
Ya me metí a Facebook en verguiza y ahí estaba posteando toda la raza. Terminamos de comer, nos agarró a media comida del TaiPak, a mí me cayó medio mal la comida porque si me dio nervios, los nervios se me van para el estómago”.
Llueve, truene o haya balacera
Eran las 3.30 pm aproximadamente cuando revisé por última vez twitter, ví una nota de última hora de un medio local con un video quemencionaba ‘se registra enfrentamiento en el sector tres ríos’… Pensé: no voy para allá. Tomé mis llaves y mi bolsa e inicié mi recorrido para llegar a tiempo a mi cita de las 4 pm.
Como a los 5 minutos, recibí un wa de parte de mis compañeros de trabajo que me decían: por favor no venga para acá, se soltó una balacera -mi trabajo está en la Chapultepec-, esto parece guerra, no venga. Y me mandaron un breve video en donde se aprecia a los militares colocados a un costado del local comercial en el que trabajo -“ah cabrón, entonces no es balacera, es persecución”.
En un semáforo: Aquiles Serdán y Leyva Solano recibo una llamada de una amiga y me pregunta: ¿dónde estás? y le dije, camino a la Campiña. Me respondió: no vengas a la Chapule, agarraron a un hijo del Chapo… y yo: no mames! (Entendí que no sería un día de balacera o persecución normal y la dimensión que podía tomar esto).
¿Regreso a mi casa? ¿cancelo mi cita? Continué hacia mi cita -estoy educada en un ambiente laboral en el que hay que hacer las cosas llueve, truene o haya balacera-. Avisé a mi cita de la situación que había en la ciudad y llamé de nuevo a mi trabajo: seguía la patrulla en la esquina de la tienda. Los muchachos se encerraron en la bodega, pecho tierra. Les dije: en cuanto puedan salirse de ahí, cierren todo.
Llegué a mi cita como 10 minutos tarde -porque ya me quedaba más próximo que regresar a casa- y el teléfono fue una locura entre mensajes, llamadas, videos. Mi hermana me llamó y yo llamé a mi hermano y mi mamá para saber dónde y cómo estábamos cada quien. A mi hermano no lo localizábamos, su celular no recibía mensajes ni llamadas.
Más de una hora de angustia esperando a mi hermano, apareció hasta las 6 pm, sano y salvo. Se había quedado sin batería en el celular, por eso no respondía y no había visto noticias, videos ni nada, él solo quería llegar a su casa. Nunca me dió tanto gusto verlo, lo confieso.
No estuve pecho tierra 4 horas en un lugar, pero sí estuve con el pecho acelerado, moviéndome de a poquito por la ciudad, con el pendiente de mi gente, mi familia, mi equipo de trabajo, mis compañeros de estudios, y viendo el horror que se había desbordado en unas horas: en 3 horas se paralizó la ciudad, nos impresionaron con la capacidad de fuego y organización y Culiacán era nota nacional e internacional. No pude dejar de ver noticias y comentarios hasta muy entrada la noche. No había sentido un silencio tan profundo en la ciudad”.
A la espera
“Estaba bien encabronada porque Luis no me respondía, ya se había desatado el desmadre y era hora que no me contestaba ni las llamadas, ni los Whatsapps, fue cuando me preocupé porque se la vive con el teléfono en la mano.
Hasta mi marido había llegado a la casa y él ni sus luces, había ido por unas cosas al centro y ya me estaba alarmando, aunque él es muy astuto, también es muy metiche, de esos que se pone y graba en medio de la balacera.
Se dieron las 9 y nada, yo estaba llore y llore, le prendí una veladora a la virgen, en ese momento una se acuerda hasta del nombre de los santos.
Jose Luis, mi esposo se quería ir al centro a buscarlo a ver si lo encontraba, en eso baja mi otro hijo y me dice que le habían mandado un mensaje por el Facebook, uno de los amigos de Luis que estaba ahí con ellos pero sin carga en el celular, que se había quedado atrapado en Forum toda la tarde, pero que se animó a irse con su amigo que vive ahí cercas del centro”.
A través de este espacio buscamos explorar el otro perfil del Jueves Negro en Culiacán, las historias de la gente, el sentimientos que no se pueden contabilizar y que no forma parte de las cifras oficiales, el miedo y al angustia que aún no se esfuma del pensamiento ciudadano y la necesidad de garantizar seguridad para que los culichis puedan salir de casa con la confianza de que vana regresar a salvo.
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