El adjetivo ‘tóxico’ está de moda, quizá por la necesidad de encontrar un concepto que englobe todos los sentimientos negativos que una relación de pareja puede traer consigo. Desde que la Universidad de Oxford la nombró la palabra del año en 2018, hasta que terminó siendo el motivo de miles de memes alrededor del mundo.

Los cambios sociales que se han generado en las últimas décadas no solo han afectado a la figura del matrimonio, sino también la del noviazgo. Aunque el tema de la violencia en el noviazgo ha sido más estudiado y desarrollado en el extranjero, en América Latina y principalmente en México es un problema que no ha atendido de manera oportuna.

Son las mujeres las principales víctimas de este tipo de violencia. Según la Organización Mundial de la Salud 3 de cada 10 adolescentes denuncian que sufren violencia en el noviazgo, una cifra casi similar a las mujeres que alzan la voz al sufrir violencia durante el matrimonio.

‘No es amor’ sentenció la psicóloga Karen Torres en un diálogo con ESPEJO al hablar sobre este nuevo concepto que se adjudica a las relaciones de pareja conflictivas, señalando que estas conductas están ligadas a sentimientos de inseguridad, frustración, obsesión y manipulación.

Con la idea es ayudar a otras personas identificar señales y conductas para alejarse de posibles situaciones que propicien la violencia, conversamos con 4 jóvenes culichis que nos compartieron sus historias de manera anónima, contando su experiencia viviendo el ‘amor tóxico’, la forma en la que este afectó sus relaciones con seres queridos, la difícil decisión de abandonar ese escenario de riesgo o su proceso de sanación.

No es para tanto

Me regresé a Culiacán porque ya no lo soportaba, no era de esas personas que te insultaba de manera agresiva,  de cierta manera te envolvía y luego te dejaba caer. Yo era muy seguro hasta que lo conocí y creo que al principio eso fue lo que le gustó de mí, pero luego ya no.

Nos conocimos cuando yo aún era estudiante, estaba en mi último año de la universidad y él había regresado a Sinaloa porque la empresa en la que trabajaba estaba construyendo un edificio acá. Empezamos a salir de manera muy natural, como cualquier pareja lo hace, bueno casi, porque siempre ocultábamos lo más que pudiéramos porque le nunca ha sido tan abierto sobre sus preferencias sexuales.

Los primeros meses fueron muy bonitos, realmente todo parecía muy bonito, tú sabes como de ensueño, porque siendo gay es difícil vivir ese tipo de historias como de Cenicienta. Pero estaba pasando. Terminando la universidad me ofrecieron trabajo en el lugar en el que hice las prácticas profesionales, pero él tenía otros planes para nosotros.

Me convenció de mudarme con él a la Ciudad de México y ahí fue el infierno. Una vez lejos de las personas que quería, él empezó a mostrarse muy inseguro sobre nuestra relación y a cada rato me sacaba cosas que yo hacía cuando vivíamos en Sinaloa.

Dejé de cuidarme y empecé a engordar eso fue lo primero, luego no me permitió salir y aunque quisiera era difícil hacerlo porque yo no conocía a nadie y literalmente la ciudad me daba mucho miedo. Comencé a vivir meses entre las paredes de nuestro departamento, saliendo solo  cuando iba con él al súper o alguna plaza.

Después de eso y poco a poco fue empezando a hacerme sentir mal sobre mi aspecto, me hacía sentir feo y yo comencé a creérmelo.

Nunca con malas palabras, la sutileza siempre fue parte de su forma de querer tan ‘tóxica’.

Cuando alguna otra persona me hacía un cumplido sobre mi aspecto siempre respondía que no era para tanto. Cuando alguna persona decía algo bueno sobre mi trabajo o mis habilidades siempre decía que no era para tanto. Cuando alguien insistía en recomendarme para alguna actividad entre sus conocidos también decía que no era para tanto. Cuando le decía que me afectaban ese tipo de respuestas también contestaba que no era para tanto.

Las microagresiones son un tipo encubierto de maltrato psicológico. Se basan en el desprecio persistente y cotidiano, demeritar las acciones del otro para hacerlo sentir inferior. No se habla lo suficiente de este tipo de maltrato porque no es tan evidente. Tampoco deja marcas. Y, muchas veces, ni quien lo practica ni quien lo recibe es consciente del daño que causa.

Una vez se peleó con un tipo afuera en una plaza porque se acercó a pedirme el número porque le había gustado, tuvieron que intervenir otras personas, dejó al tipo inconsciente y cuando lo denunció seguía pensando que no era para tanto. En ese momento supe que yo no debía estar ahí.

A partir de ese momento lo veía con mucho miedo y ya ninguna de sus atenciones eran suficientes para que yo me sintiera feliz. Cuando le dije que me quería regresar a Sinaloa, explotó. Lo estaba terminando y su respuesta fue destruir todo el espacio que compartíamos, pero sin tocarme a mí.

Yo no podía esperar a que un día se le terminaran las cosas para romper y me golpeara a mí.

Hay  días en los que me siento triste o a veces regresa en forma de pensamientos muy oscuros, a ratos su recuerdo me sigue haciendo sentir que no soy suficiente.

Onasis, 25 años.

Aislados

No sé cómo resumirlo, porque fue mucho tiempo, de mucho estrés con este men. Fueron 4 años y medio.

Me pone sad, no haber visto todo eso en su momento, eran muchas señales de que este vato no era una persona estable, cometí un error al confiarle mis sentimientos porque no se hacía responsable ni de los suyos.

Lo conocí el primer día de clases de la carrera, él estaba en mi salón y era como la tercera carrera que el cursaba, estaba de oyente en mi salón, era dos años mayor que yo. Solía dejar las cosas inconclusas, todo y era muy inmaduro, aun así tenía muchas ventajas sobre mí, conocía de relaciones, tenía más experiencias de vida y más facilidad económica, siempre uso eso contra mí.

Cuando comenzó a coquetearme él tenía novia, me distancié de él y nos hicimos compas. Después ya que él estuvo solo comenzamos a salir.

Nunca le interesó conocer a mis amigos, siempre me apartó. A mis amigos nunca les cayó bien y ahora que lo pienso ese es un foco rojo, si tus amigos te advierten es por algo, incluso con mi familia, él siempre se mostró arrogante y alzado, ahora que reflexiono sí lo era.

Una de las formas más comunes a la hora de dar forma al aislamiento es el chantaje emocional. El amor se vuelve condicional y se requiere de una serie de pruebas que deben ser cumplidas y demostradas.

Tampoco es como que uno sea tonto, en aquel entonces yo no tenía nada de experiencia, yo estaba acostumbrada a otras cosas, me impresionó con sus grandes gestos, típicos de su personalidad narcisista, de que regalos y salidas, típico del inicio de toda relación, el instant crush, cuando te gusta alguien y todo es muy intenso.

Antes de él nunca había tenido esos sentimientos negativos, él me daba todo eso, yo pensaba que nunca había sentido amor de verdad, porque nadie me había hecho sentir celos, nuestra relación estuvo llena de altos y bajos, pero los altos eran muy altos y las caídas eran muy horribles.

Perdí la cuenta de cuantas veces cortamos antes de cumplir el primer año, si me dijeran que cortamos 30 veces en ese lapso si lo creería.

Nuestra relación estuvo basada en nosotros dos, estar aislados. El salía por su parte y yo no salía. Salir juntos siempre era un pedo, siempre peleábamos porque yo tenía contacto con otros amigos hombres, me decía que si yo iba con él, tenía que estar con él, decía que no me toleraba en las fiestas.

Siempre era mi culpa.

Emilia, 24 años.

La persona para mí

Todo esto empezó en Instagram, él me habló con un simple “hola” rápidamente la charla fluyó, porque estaba muy interesado en entrar a Teatro y él estaba en una compañía, me convenció de entrar a unos cursos y fue así como empezamos a salir.

Al principio hubo señales de sus amigos, pues siempre hacían comentarios como “eres lo mejor con lo que ha salido”, “sus relaciones siempre terminan mal”, “te miras muy bueno para estar saliendo con él”, “huye” y muchos más a los cuales no hice caso, porque creía que no podía juzgarlo sin conocerlo.

Después de una semana, fue su cumpleaños, fue la primera “señal” en realidad desde donde tendría que huir, pero no lo hice, quizá porque era la primera vez que salía con un chico después de aceptar que era gay.

Entrando en detalle, iba a festejar su cumpleaños con una cena, seguida de por una fiesta, con anticipación le avisé que llegaría tarde, porque trabajaba y no podía cambiar el turno, cuando llegué a la cena y me vio, solo dijo “no te quiero aquí”. Tanto yo, como el resto de las personas nos quedamos en silencio, simplemente gire para salir del lugar sin decir palabra por la vergüenza, pero dos de sus amigas (a una de ellas ya la conocía) salieron a pedirme que no me fuera, me convencieron de regresar y sentarme con ellas, lo hice, estuve cerca de media hora platicando con ellas, hasta que volteo a verme y me dijo “tengo hambre, te estaba esperando para que me compraras la cena, estaba enojado porque no tengo dinero para comprar, llegaste tarde y tengo hambre, te quiero mucho, pero todos ya comieron y yo no por estarte esperando”, él siempre encontraba la manera de hacer que las cosas se voltearan, para hacerme sentir que él que estaba mal era yo, yo tenía la culpa.

Después de comprarle su cena, se sentó y volvió a ignorarme por el resto de la cena, cuando se terminó y todos empezaron a irse a la fiesta, una de las chicas con las que había estado platicando, me pidió de favor que le pidiera un Uber, ella no iría a la fiesta. Mientras esperábamos, el lugar se fue vaciando y finalmente quedamos solo él, su amiga y yo, mientras esperábamos que su Uber llegara, él nuevamente se acercó a mí, pidiendo que ya pidiera el Uber para irnos a la fiesta, como si nada, su amiga respondió “no vamos a ir” mientras me miraba, él solo dijo “de verdad me haría muy feliz que vayas, es a una cuadra de tu casa, ándale” después de un rato me convenció, terminé bajándome a la fiesta en la que literalmente, solo me hablo cuando decidí irme después de que me ignorara por completo por más de tres horas en las que estuve platicando con una de sus amigas, cuando noto que me iba, salió a pedirme que no lo hiciera, porque él estaba pasando tiempo con sus invitados, me pidió perdón y me hizo regresar, al final la fiesta se terminó a las a las 6 de la mañana, me hizo pagarle un Uber a su casa, porque no tenía dinero para irse (Sus amigos siempre le hacían comentarios como “Ya búscate un trabajo para que no Andes pidiendo dinero para los camiones todo el tiempo”, después de un tiempo, termine siendo yo él que pagaba todos sus gastos, camiones, comidas, materiales de teatro, cosas de cuidado personal, vestuarios, absolutamente todo en lo que gastaba, hasta la comida de sus perras.

Literalmente trabajaba para darle el dinero a él, llegó un punto en él que empezó a revisar mi celular, se enojaba si alguien le daba me encanta a mis fotos, si me comentaban, me pedía que eliminara a personas, con él tiempo me di cuenta de que era porque él hablaba con esas personas.

Una persona celosa suele desconfiar constantemente y vivir en un estado de alerta permanente: manifiesta esta desconfianza enfadándose, pidiendo explicaciones continuamente, “prohibiendo” cosas al otro, buscando “pruebas” de posibles traiciones, vulnerando la intimidad de la otra persona.

No hay palabra que defina el dolor que sientes cuando te das cuenta de lo que está pasando, no es fácil salir de este tipo de relación, mucho menos cuando esta persona te ha metido en la cabeza que es la persona para ti, que te quiere, cuando te ha hablado de lo importante que eres en su vida y de lo mucho que significa que lo apoyes cuando nadie más lo hace, claro que esto no era más que una forma de chantaje, de hacerme sentir mal y hacer que soportara todo lo que hacía.

Estás ahí, esperando y pensando que las cosas van a mejorar, pero eso no pasa, ni va a pasar, las cosas cada vez se volvieron peor, cuando me molestaba, siempre subía una foto conmigo para que se me pasara, pero siempre que hacía eso las personas que lo miraban, me buscaban y me hablaban, como no respondía, empezaban a enviarme capturas de conversaciones con él, donde les enviaba nudes o les ponía cosas como “¿Me pones una recarga?”, “¿Me invitas a comer? No he comido en todo el día?”, “¿Me puedo quedar a dormir en tu casa? Ando borracho puedes hacer conmigo lo que quieras?”

Me empezaron a llegar fotos y vídeos de él con muchos hombres diferentes, infinidad de cosas, con el tiempo descubrí que también se prostituía. 

Me daba miedo, terminar con él era un constante temor a poner incómodo a todos, porque teníamos el mismo círculo de amigos, estábamos en la misma compañía de teatro y trabajamos en dos proyectos justos, cuando me armé de valor para encararlo y decirle que lo sabía todo, su reacción fue rasguñarme todos los brazos, me pegó un puñetazo y me dijo “No puedes venir a mi casa a decirme esto”, le pregunte como podía verme a la cara y decirme “te quiero” cuando hacía todo eso, y simplemente me miro y dijo “A sí” me clavó las uñas en la cara y le pegué un puñetazo, jamás había golpeado a alguien, fue cuando entendí que había cambiado todo en mí para mal, que no podía soportar estar así, él se quedó callado mirando el suelo con los ojos muy abiertos y empezó a llorar, me dijo que no quería lastimarme.

Después de eso me alejé y todo termino, bueno casi.  Él empezó a inventar mil cosas, empezó a decir que yo había sido infiel, que lo acosaba, que había robado su trabajo, mientras que a mí, me seguía enviando mensajes para volver, para que lo invitara a comer o para que le prestara dinero para el cumpleaños de su mamá.

Carlos, 21 años.

El momento para escapar

Éramos amigos, empezamos a salir, pero al principio solo éramos jalecillos, yo estaba saliendo con alguien más. Un día me dijo hay que ser novios y yo pensé ‘me gusta, sí hay que ser novios’.

Nos hicimos novios y el primer mes fue maravilloso, justo cuando cumplimos el primer mes fue la primer pelea, es algo gracioso, porque fue  en una visita al circo Rolex, salimos y se puso muy serio, me dijo ‘tenemos que cortar’ mientras lloraba. Se había molestado porque me había visto contemplar a Francesco, el del circo. Me veía muy raro y yo solo estaba buscando la forma de escapar, pero no tenía escape, así que decidí hablar, nos arreglamos y al parecer todo bien.

Nunca pudo superar el hecho de que yo salía con otra persona, siempre me decía que era mi plato de segunda mesa. Por lo regular los primeros meses de las relaciones siempre son bonitos, si yo te hiciera un balance de nuestra relación te diría que fue 95% fea y el resto bonita, solo bonita. No tengo un recuerdo valioso de esa relación, nuestros momentos bonitos eran cuando no estábamos peleando.

Para mí cualquier cosa que pudiera provocar su enojo era un foco rojo. Cambié mi forma de vestir porque no le parecía correcto que usara ciertas cosas, me decía que me vestía como piruja.

Siempre estaba buscando una situación para pelear, recuerdo que una vez tuvimos una discusión equis y él quemó todas las cosas que yo le había regalado, incluso un cuadro que yo le había regalado, él me había terminado, pero yo no estaba al tanto de porqué habíamos terminado.

Literalmente mi celular tenía lágrimas encapsuladas de las veces que lloré, ahora me da risa contar eso.

Algo que agradezco es que mis amigas jamás me juzgaron o me presionaron, solo se limitaban a escucharme y sé que no me decían nada para estar siempre al tanto, para que yo no dejara de contarles cómo iban las cosas, era su manera de protegerme.

Siempre me sentía en peligro, siempre cuidaba todos los detalles, apagaba el wifi y los datos de mi celular para que no sonara, iba por la calle sin voltear a otras partes, lo mínimo que lo pusiera molestar para no pelear, incluso me propuso dejar de utilizar redes sociales, me había autorizado revisarlas, pero sin publicar.

Yo accedía a todo porque no quería pelear, me sentía aliviada el estar así. No te voy a decir que él era celoso porque él era infiel, en realidad era celoso conmigo porque tenía una gran inseguridad. Mis momentos más tranquilos era cuando sabía qué él estaba dormido porque no pensaba en chingaderas que podrían pasar.

No me afectaba en la escuela, bueno sí o sea me privé el aplicar para una beca en el extranjero y de convenció para no hacerlo. Con mi familia y amigos sí, y era principalmente porque yo estaba triste.

El chantajista sentimental puede hacer uso de diferentes estrategias para conseguir su objetivo. A través del poder que sabe que tiene sobre la otra persona, el chantajista “da la vuelta a la tortilla” y se aprovecha de la vulnerabilidad de su presa. La víctima siempre siente que tiene el control de la situación, pero nunca es así.

Duramos un año y nueves meses, yo quería cortar desde el principio, yo estaba preparada buscando en qué punto me salía, trazando una ruta de escape. Incluso me hice un calendario marcando los días que peleábamos y los que no, en los últimos 9 meses tuvimos más de 40 peleas.

Él estaba loco, me daba miedo terminarlo definitivamente porque sabía que no me iba a dejar en paz, cosa que sí paso.

Me arrepiento mucho de haberlo dejado entrar tanto en mi mente, para mí ahora es un día a la vez en la búsqueda de regresar a ser la que era antes de él, porque era muy feliz antes de conocerlo, me cambió muchísimo.

Después de que terminamos me seguía buscando a cómo podía porque lo bloquee de todo, me marcaba de otros números, un día fue a buscarme a mi casa según para entregarme un libro e incluso mi mamá pensaba que me iba a pasar algo al recibirlo.

Estar con él me sirvió para otras relaciones, parta saber todo lo que no debes pasar. Al iniciar mi actual relación yo aún tenía secuelas de la relación pasada y esperaba que mi novio de ahora se molestara por las cosas que el anterior se hubiera molestado.

Delilah, 26 años

La estructura del cerebro y las sustancias químicas que se activan son las únicas que nos permiten sentirnos enamorados y desear a una persona, hace que percibamos las cosas de manera distinta y se pierda la capacidad de la razón, por lo que se puede decir que el enamoramiento es ciego, enfatiza el sexólogo y profesor de la UAS, David Uriarte Gastélum.

Luego de la etapa del enamoramiento, la relación debe migrar hacia un perfil mucho más reflexivo, en el que sepa distinguir los vínculos afectivos y de convivencia, del deseo sexual.

Es importante reconocer focos rojos durante el proceso de maduración de una relación afectiva, ningún indicio de violencia es demasiado pequeño, en primera instancia para compartirlo con tu pareja y en segunda para buscar ayuda externa para evitar situaciones de violencia.