“¿Dónde están?” Es la pregunta y el silencio, la herida y la cicatriz, la afrenta e indiferencia en el Sinaloa de las 4, 852 desapariciones forzadas que han sido denunciadas y no se ha localizado a las víctimas, de acuerdo al informe de la Comisión Nacional de Búsqueda, estadística cruel tanto por los que sufren el delito como por la baja capacidad de respuesta del Estado a la tragedia que no es solamente de las familias afectadas sino de la sociedad en general.

Al dedicarse el día 30 de agosto de cada año a recordar a las víctimas y el sufrimiento y la lucha de las familias de los desaparecidos, y sobre todo al reclamo para que el gobierno en sus distintos ámbitos haga lo que le corresponde en un país que se precia de proveedor de derechos y libertades, en México es necesario gritar más fuerte para que nadie se quede de brazos cruzados ante una de las manifestaciones más dramáticas de la violencia.

Queda bastante por hacer en la labor fundamental de apoyar en la búsqueda de los desaparecidos y lograr que la Organización de las Naciones Unidas sea autorizada por el Senado de la República para entrar al país y ayudar en la medida de sus competencias en las investigaciones correspondientes. Falta además que la Ley General en Materia de Desaparición Forzada de Personas, Desaparición Cometida por Particulares y del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas se traduzca en mayores instrumentos jurídicos, técnicos, humanos y de voluntad política para quitarle al territorio azteca la vergüenza del primer lugar internacional en solicitudes de ciudadanos privados de la libertad.

En solidaridad con esta lucha, ESPEJO Revista Digital presentará a partir del próximo 7 de septiembre una secuencia de trabajos periodísticos realizados en coordinación con el taller de arte popular Juan Panadero y el campus San Diego la Universidad de California, Estados Unidos, que le dan forma al memorial “Hasta Encontrarles”, un diagnóstico sobre la crisis forense y los problemas para localizar a personas desaparecidas.

Por las madres sin sus hijos, por las esposas y niños sin el sostén de la familia, por las mujeres que tendrían que seguir en sus hogares, por los futuros truncados a los jóvenes. Por Sinaloa, por el derecho a la vida, por difuminar la nube negra de la impunidad. Por todos nosotros, las jornadas del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas motivan a seguir gritando “¿Dónde están?” como el rugido del Sinaloa profundamente herido por las desidias gubernamentales en torno a este flagelo.

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