EDITORIAL

El 17 de octubre, un enfrentamiento entre delincuentes altamente armados y fuerzas de seguridad del Estado mexicano arrojó un saldo de terror, caos y muerte en la ciudad de Culiacán, Sinaloa. Incluso antes de despejarse el humo, los observadores se apresuraron a ofrecer diagnósticos sobre cuál era el significado de los acontecimientos. Muchos anunciaron que el suceso representaba la derrota catastrófica del gobierno y un cambio trascendental en la dinámica de seguridad de la nación. Este proyecto comienza con el deseo de repensar aquellos análisis, aún cuando el recuerdo de aquel día ya ha comenzado a nublarse para muchos. A un año de los sucesos, los editores se proponen reconsiderar el significado del 17 de octubre, no solamente para el estado de Sinaloa, sino también para los discursos sobre la violencia a nivel nacional.

Con este fin, invitamos a varios colaboradores que representan una diversa gama de perspectivas. De manera consciente, optamos por destacar la voz de autores y analistas sinaloenses por encima del análisis realizado desde fuera. Nos interesa cuestionar las declaraciones iniciales que alegaron que el enfrentamiento —y la decisión posterior del gobierno de liberar a Ovidio Guzmán— representaban eventos que “establecieron un precedente”. Y quizás, de mayor trascendencia, esperamos también subrayar las perspectivas que nos muestran la forma en que los mismos habitantes de Culiacán experimentaron e interpretaron la violencia.

Como parte de dicho proyecto, optamos por omitir un término empleado con frecuencia, para referirse al 17 de octubre: el culiacanazo. Tras conversar con nuestros colaboradores en Sinaloa, nos quedó claro que la palabra tenía una connotación despectiva, además de su implicación errónea de que tales acontecimientos solamente pueden suceder en un lugar como Sinaloa. Igualmente, consideramos que dicho término distorsiona nuestra interpretación de los sucesos y, al combinarlos con un discurso global acerca de la violencia en aquella ciudad, nos impide hacer un análisis claro.

Los ensayos no pretenden ofrecer una visión consensuada sobre el significado y las secuelas del 17 de octubre. La importancia y valor de esta serie proviene precisamente de las visiones individuales y de los panoramas complicados e incluso opuestos que presentan cuando se leen en conjunto. 

La serie comienza con un cronograma ilustrado que elaboró el equipo de la Revista Espejo, marcando los momentos clave del día. Una serie de ensayos analiza dichos acontecimientos y revela varias conclusiones importantes. En su prólogo a la presente antología, Philip Johnson nos demuestra cómo las tres tendencias de análisis que predominaron durante los primeros momentos después del suceso fallaron en ayudarnos a entender lo ocurrido además de ser imprecisas. Romain Le Cour argumenta que los análisis sobre los hechos de violencia en México están moldeados por el fenómeno del narco-espectáculo. Patricia Figueroa describe la forma en que la realidad de aquel día se transmitió —y se transformó— a través de las redes sociales, construyendo una “posverdad”.

Describiendo la experiencia del 17 de octubre, Albaro Sandoval narra cómo el haber sobrevivido a la violencia ha afectado a residentes de Culiacán. Iliana Padilla demuestra cómo la violencia opera en aquella ciudad de acuerdo con una serie de códigos; sin embargo, en dos jueves distintos, las reglas cambiaron. Juan Carlos Ayala sugiere que para poder entender los sucesos, es necesario examinar la cultura que ha formado a aquellas personas que lucharon para liberar a Guzmán. Cecilia Farfán argumenta que los eventos del 17 de octubre revelaron, de manera paradójica, el uso selectivo de la violencia por parte del grupo criminal. El fotoensayo de Héctor Parra da cuenta de la forma en que los secretos que la ciudad pretendía ocultar salieron a la luz aquel 17 de octubre, de manera dolorosa.

Más allá del 17 de octubre, Josué David Piña y Marcos Vizcarra describen como el trauma de un día de violencia continúa afectando la vida en la ciudad. La conclusión de Michael Lettieri examina el concepto del precedente y la memoria y analiza las razones por las cuales el significado tan complejo de hechos violentos nos exige un análisis matizado.

FOTO: Héctor Parra.