Por Alexis Rubio y Marcos Vizcarra

Este ha sido un año atípico, donde todo el mundo ha vivido con la muerte de frente.

Quien lee esto ha sido parte de este duelo colectivo, pues algún familiar, compañera de trabajo, de escuela, amigue ha muerto por Covid-19, la enfermedad que se descubrió en diciembre de 2019 en una región de China y que se expandió por todo el Planeta.

“Creo que este es un año que ha sido particularmente sensible, porque las opciones de proceso funerario o es inhumación o cremación, pero creo que el 80 por ciento en esta contingencia han sido de cremación sin despedida haciendo el dolor muy complicado”, señaló Verónica de León de Cuetos, Tanatóloga y Directora General en Déjalos Ir Con Amor.

“Al no tener posibilidad de abrir los panteones es como todavía incrementar el dolor y hacer más complicado su duelo”.

Hasta este 31 de octubre se han contagiado 41 millones de personas y han muerto 1.19 millones.

No hay una cura, solo pruebas que no han sido terminadas, mientras que esta enfermedad sigue mutando y ha provocado nuevas olas de contagios, sobre todo en Europa y Estados Unidos.

La Covid ha desafiado los límites sobre el estrés, la tristeza, la mezquindad y la esperanza.

Esta etapa histórica nos ha dejado con vacíos y un luto feroz. Lo peor de todo esto es que las partidas han sido repentinas y muchas de ellas a la distancia.

“Generalmente la última posibilidad de despedirte es verlo en el ataúd, aún cuando sea en cremación es poder despedirlo antes de que entre a la sala de cremación”, señaló la terapeuta.

“Aquí se complica porque la última vez que lo viste es cuando entró al hospital y ahora no lo puedes ver ni siquiera aunque haya muerto”.

***

A mi ángel

Perderte en la distancia ha sido desesperante. He gritado, he llorado y me he lamentado en silencio, en otro país, a miles de kilómetros de casa.

Tu partida ha dejado a la familia triste y sin ánimos de nada, ya ni de cuidarnos, porque a pesar de ser tú quien más se cuidaba, fuiste quien partió.

Esta enfermedad nos tiene a todos sumidos en el desespero y para mí ha sido angustiante no saber cómo está mi mamá, cómo están todos y no poder ir a visitarlos, a darles un abrazo, porque sé que ya no podría regresar en mucho tiempo.

Me llena de rabia ver que muchas personas no se cuidan y que las personas que se van son las que sí toman todas las medidas de seguridad, las personas mayores, las más indefensas como tú.

Voy a extrañar mucho la manera en que me regañabas desde chiquita, porque fuiste un gran padre y un gran abuelo. Me da consuelo pensar que estás con ella en el cielo, porque sé lo mucho que la extrañabas.

A pesar de que eras terco entendías la situación y sabías que era tu deber quedarte en casa. Me he vuelto loca pensando en el momento en el que enfermaste, ¿quién?, ¿cómo? Y cuándo te contagiaste, buscando culpables para no sentirme mal conmigo misma por no estar allá, por no ser yo la que te cuidó.

Estoy muy molesta con todo y con todos, harta de esta situación en la que no sabemos quién más nos puede hacer falta, en la que mucha gente está haciendo como si nada cuando otros estamos perdiendo lo que más amamos.

Cuando esto empezó pensaba únicamente en las pérdidas materiales, en aquello que la crisis se llevaría, en todo lo que no podría crecer mientras esto durara. Ahora solo pienso en lo mucho que me vas a hacer falta cuando regrese a casa y me topé de frente con tu ausencia.

Ya únicamente quiero abrazar a mi mamá, decirle que no esté sola y que tú la quieres ver bien, cuidándose. Te prometo que no dejaré de recordarle todos los días que tiene que tomar todas las medidas y que ahora más que nunca debe ser fuerte, porque allá afuera hay mucha gente que le vale, que no sabe nuestra historia, que no ha perdido a nadie.

Te recordaré siempre como el hombre valioso que fuiste, como el padre que fuiste para mí cuando otra persona no quiso serlo, como el pilar más fuerte de nuestra familia, con el amor que me dabas, cuando me sienta insegura y agarre el valor que me dabas siempre para tomar los retos que me trae la vida.

Siento que siempre te voy a extrañar y te prometo que al regresar intentaré cumplir todas las voluntades que tenías planeadas para cuando hicieras falta, aunque ahora nos faltes antes de tiempo.

Te amo papá Miguel.

Carta a un hombre llamado Miguel, de su hija que lo despide en la distancia.

***

Este nuevo coronavirus ha traído nuevas formas de convivencia social, laboral y académica, pero con ello una nueva forma de pensamiento en lo colectivo. 

Las personas adultas han tenido que modificar sus prioridades de atención, pues ahora las niñas, niños y adultas mayores se volvieron prioridad en el ámbito sanitario.

Las personas adultas mayores, sobre todo, son quienes han requerido de mayor atención por ser las más propensas a los contagios, pues 7 de cada 10 personas que enferman tienen más de 60 años, lo mismo ocurre con las muertes, de acuerdo con los datos oficiales de la Secretaría de Salud.

Estos cambios han traído consigo una serie de problemas de salud mental.

“Se va a recrudecer las crisis de ansiedad, se va a recrudecer el miedo, la frustración, el duelo se hace complicado, va a aumentar la depresión y afecta más a los niños, jóvenes y ancianos”, aseguró De León de Cuetos.

“En los adultos que tienen que cuidar a los niños y los ancianos y están trabajando, les está generando un estrés llamado burnout, que les está generando crisis existenciales”.

Pero no solo se han tenido que cambiar los esquemas de cuidado hacia otras personas, también se han reinventado los horarios laborales, la estancia en las oficinas o la permanencia de empleados en las empresas.

Este virus también enfermó las finanzas mundiales y hay ahora también una crisis económica.

“La pérdida de los negocios, la pérdida de los trabajos, la disminución del poder adquisitivo que se tuvo en la mayoría de las empresas, la inseguridad de poder salir porque ha habido gente que no se lo ha tomado en serio y estar expuesto genera mucha angustia”

“Todo esto ha llevado a generar el síndrome de burnout, el síndrome del estrés crónico o el estrés laboral por el continuo contacto con personas en condiciones de angustia y de estrés”.

Ahora, al final de octubre de 2020, hay una nueva ola de la pandemia con una mayor tasa de contagios y muertes.

En Reino Unido, por ejemplo, se decretó un nuevo confinamiento, como el que hubo en la mayoría de los países en la primera etapa de esta enfermedad, como en México que inició desde marzo y terminó en junio, con una nueva dinámica de convivencia llamada “Nueva Normalidad”.

Con esa estrategia se reabrieron comercios, plazas comerciales, salones de fiesta y cualquier otro lugar que puede generar aglomeraciones de personas, una situación delicada en momentos de contagios.

Los gobiernos locales y el federal decidieron utilizar esa estrategia para evitar una crisis peor en lo económico, pero eso ha provocado que la enfermedad se mantenga con disminuciones poco perceptibles.

Es así que hay localidades, como Culiacán, en Sinaloa, donde sigue teniéndose hasta 320 casos activos y al menos unas cinco muertes diarias por Covid-19.

Ha existido, de acuerdo con las autoridades sanitarias, un relajamiento e incremento de movilidad sin mayores cuidados.

Sin embargo, esas mismas autoridades han permitido que se mantenga ese comportamiento y ha provocado la indignación del personal de Salud, quienes se han manifestado de forma incesante y, en ocasiones, muerto en pie de lucha para evitar que otras personas pierdan la vida.

***

Querida amiga

Tu muerte sorpresiva, intempestiva, veloz, me ha dejado paralizada, tambaleante y enojada, muy enojada. 

Esa despedida inconclusa de no poder velar tu cuerpo, de no acompañar tu entierro y no abrazar a tus hermanos, ha prolongado una herida que parece no sanar y se siente más profunda con el paso de los días. 

Te escribo esta carta con el afán de preservar tu memoria, a pesar del dolor que causa dirigirte unas palabras, hablar de tu muerte y tu ausencia e intentar admitir que ya no estás.

Cuando todo esto comenzó me confiaste el temor que te provocaba pensar en la posibilidad de un día no volver a casa. Ese día me estremeció ser consciente del riesgo en el que estabas, respiré profundo y concentré toda mi energía en intentar detener el mundo para protegerte. Evidentemente no lo logré, pero hice lo que estaba a mi alcance, aunque eso fuera sólo escribirte cada tarde para preguntar: Hola, ¿cómo estuvo tu día?.

¿Cuántas decisiones no tomadas podrían haber salvado tu vida?, me lo pregunto cada mañana al despertar y me roba el sueño por las noches.

Te conocí por más de 30 años y fui testigo de la enfermera apasionada, comprometida, responsable y también aguerrida que fuiste. Luchaste siempre por tu familia pero también por tus amigos y compañeros de trabajo. Creías en la justicia, en la necesidad de exigir condiciones dignas para tu labor, pero también reconocías las carencias del sistema de salud que por años te tocó atestiguar.

Sin duda, no tuviste una vida fácil pero supiste hacerle frente con estilo y elegancia a cada reto que se te presentó. Nunca perdiste el humor, la sonrisa, la alegría a pesar de todo.

Espero que en el espacio donde ahora se encuentre tu alma no exista forma alguna de que sepas cómo sigue todo por acá. Que no sepas que más trabajadores del sector salud han muerto y que tampoco te enteres que a pesar de que el virus se propaga sin freno, las personas dejaron de cuidarse.

Espero que no te enteres que después de todo lo caótico, increíble y trascendental de este año, hemos demostrado que somos una sociedad egoísta, irresponsable e ignorante.

Hace poco el gobierno de Sinaloa incluyó tu rostro en un homenaje a personal médico fallecido por Covid y te llamaron “héroe”.  No creo que tú quisieras haber sido un héroe, hacías tu trabajo porque era tu responsabilidad pero no te otorgaron los protocolos mínimos de seguridad, ni los insumos necesarios para evitar tu contagio, al igual que el resto de tus compañeros en todo el país.

A ti y a los más de mil medicxs y enfermerxs fallecidos por Covid, les debemos pedir perdón por no haberlos protegido.

Te he pedido perdón cada día desde que no estás por no haber podido detener el mundo aquel día cuando me confesaste el miedo que te daba salir a enfrentar este virus. 

Perdón porque aún después de apagarse tu vida, el mundo ha seguido girando.

Carta a una enfermera que murió en Mazatlán, Sinaloa.

***

Salud no ha podido salvar a quienes se dedican a salvar vidas.

Solo en Sinaloa, hasta el mes de octubre, ya sumaban hasta 58 trabajadores de ese sector, entre médicos, enfermeras, odontólogos, administrativos y de intendencia que habían muerto por Covid-19.

“Creo que la pandemia rebasó las condiciones, hizo evidente el descuido, el abandono en el que están prácticamente los hospitales, sobre todo ha hecho visible el problema de la sensibilización, capacitación y falta de recursos para atender a la población”, dijo Verónica de León de Cuetos.

“Esto sí ha complicado y aún cuando las enfermeras, trabajadores sociales, los psicólogos, afanadores quisieran haber hecho un mejor trabajo la pandemia los rebasó, pero hubo un trabajo muy importante porque gracias a ellos en la trinchera pudimos salir menos afectados”.

No ha podido salvar a los trabajadores de Salud porque también han sido expuestos a carencias y sus familiares han quedado como testigos y espectadores de esta violencia institucional.

En esta pandemia han muerto miles de personas, más de 91 mil solo en México hasta el 31 de octubre, y gran parte de esas personas es personal sanitario, debido a las condiciones precarias en las que trabajan.

Pero no es todo, también es el nivel de estrés al que han sido expuestos sobre personas que enfermaron, en la mayoría de ocasiones, por descuidos directos o indirectos, es decir, porque no supieron cuidarse o porque alguna persona cercana los contagio.

“En esta pandemia se han visibilizado las condiciones de salud pública en salud emocional y salud mental. Hay un estrés postraumático después de una pérdida, no solamente de los seres queridos, viene a un lado lo que llamamos un duelo sin cadáver, porque no se ha visto el funeral, no se ha visto a la persona”, aseguró la Tanatóloga.

“Ya mucha gente a la que le entregaron el cuerpo no pudieron despedirse tienen un duelo sin cadáver, porque están en una caja sellada y esto genera un shock emocional”.

A esto se le llama duelo colectivo, estamos dolidos porque esta tragedia ha trastocado distintos ámbitos. A los empresarios, a la educación, a lo religioso, a la parte social, a la convivencia.

Las personas somos seres sociales y el habernos privado por la contingencia ha complicado todo. 

En todos lados hay luto, esto es colectivo y a la par de todo, se nos permitió valorar lo que sí teníamos y no nos dábamos cuenta.

Es por eso que este es un año diferente, que nos ha hecho ver la muerte de frente.

Honremos las historias de nuestra gente. Recordemos con cariño y responsabilidad a quienes hemos perdido.