La decisión de que Mario Zamora Gastélum sea el candidato a la Gubernatura de la Alianza Va por Sinaloa tiene el sello de los liderazgos centrales de los partidos Revolucionario Institucional, Acción Nacional y de la Revolución Democrática, no la marca personal del gobernador Quirino Ordaz Coppel.

Las opciones que Ordaz Coppel presentaba para la postulación fueron desplazadas una a una a pesar de tratarse de perfiles competitivos como los casos de Juan Alfonso Mejía, parte de una propuesta política joven que tiene notoriedad en el tema educativo, y Jesús Valdés Palazuelos, el político que siempre encabezó las encuestas que midieron a los cuadros priistas para la sucesión.

Tampoco fueron favorecidos con la candidatura otras propuestas valiosas como Ricardo Madrid Pérez, secretario de Desarrollo Social, ni Javier Lizárraga Mercado, secretario de Desarrollo Económico, ambos cartas de Quirino Ordaz, lo cual evidencia que la designación cayó en manos de Alejandro Moreno, dirigente nacional del PRI, favoreciendo al que menos se esperaba: a Mario Zamora.

Con poca base priista y con una estructura de adhesión que no va más allá de la que tiene en redes sociales, Mario Zamora tendrá que construir de cero la candidatura a gobernador empezando por resanar en el PRI a militantes y simpatizantes que lo han visto desvinculado del partido e inclusive confrontado con segmentos importantes.

Por el momento el único dato real es que el PRI ya tiene candidato sin que el “destape” haya causado expresiones de júbilo en los priistas que creyeron que Quirino Ordaz llevaría la batuta en la elección interna. La verdad es que los cabildeos de Zamora con Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano, dirigentes nacionales del PRI, PAN Y PRD, fueron armando el desenlace ya conocido, relegando a los órganos y liderazgos priistas de Sinaloa.

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