Luego de la noticia de que el Centro de Control Operacional del Sistema Integral de Transporte (Metrobús) podría instalarse dentro del edificio del Casino de la Cultura, la sorpresa entre los culiacanenses no se hizo esperar.
Y es que dicho recinto, junto otros aledaños, representaron el inicio de la modernidad arquitectónica en Culiacán. Fue inaugurado en 1943 como el Casino de Culiacán y durante casi cuatro décadas vivió una época de esplendor al convertirse en el centro social más importante de la ciudad.
De acuerdo con el cronista Francisco Padilla, el Casino jugó un espacio de sociabilidad exclusivo entre las familias adineradas de la capital, donde incluso esta clase alta afianzaba arreglos matrimoniales con el fin de consolidar negocios.
Entre los apellidos más visibles se ubicaban Almada, Bátiz, Barrantes, Salmón, Clouthier, Couriet y Coppel.
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El cronista comenta que además de ser espacio para el esparcimiento de los principales empresarios de la ciudad, era el escenario para realizar negocios, porque “con una copa en mano se podía llegar a más acuerdos y compromisos que en un espacio formal”, se lee en el libro “Historia de la sociabilidad en Sinaloa, siglos XIX y XX”.
El contexto de esplendor del Casino de Culiacán estaba enmarcado en el despegue económico de la ciudad producto del sistema de producción agrícola moderna, en la década de los cuarentas.
El impacto generado por las primeras obras de irrigación en la capital fue determinante para posicionarse como centro de servicios y comercialización de productos agrícolas. Este desarrolló se vio reflejado en una transformación arquitectónica en función de las nuevas actividades.
De este mismo periodo, por ejemplo, también data la construcción del edificio de la Confederación de Asociaciones Agrícolas del Estado de Sinaloa (CAADES), a tan solo una cuadra del Casino de la Cultura.
El declive del Casino de Culiacán comenzó a registrarse en las década de los setentas. Conforme crecía la ciudad también fueron encontrándose nuevos espacios de sociabilidad, dejando el edificio en total abandono por los socios.
Durante muchos años la estructura permaneció abandonada e incluso se fue convirtiendo en basurero. Sin embargo, en 1994 fue rescatado luego que el municipio lo expropio conservando su diseño original y convirtiéndose en el Casino de la Cultura.
Posteriormente el edificio pasó a manos del Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC) manteniendo actividades utilizados para eventos culturales, salón para eventos y una librería Educal.
Durante algunos años también funcionó un restaurante, además de recibir las colecciones bibliográficas de la Biblioteca Gilberto Owen en lo que se concluida la construcción de la nueva biblioteca estatal.
Desde la llegada de la pandemia de Covid-19 en el estado el edificio luce abandonado, esto tras cancelarse la mayoría de los eventos públicos. Ante la posible llegada de una nueva etapa para el Casino, lo mínimo que debería priorizar las autoridades es la conservación de su diseño original el cual ya se ha convertido en un patrimonio histórico de los culiacanenses.
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