Los procesos democráticos en México han invertido el esquema de contar los votos para determinar a los ganadores porque ahora importa más el hecho de revisar cómo fueron obtenidos los sufragios que determinan victorias y derrotas, tal como volvió a suceder ayer en seis estados en los cuales abundan las denuncias de delitos cometidos durante el desarrollo de la jornada comicial.

Cuando los resultados clarifican que el Movimiento Regeneración Nacional obtuvo mayoría en Oaxaca, Hidalgo, Tamaulipas y Quintana Roo, mientras la alianza de los partidos Revolucionario Institucional, Acción Nacional y de la Revolución Democrática ganó en Aguascalientes y Durango, es factible adelantar dos hipótesis al respecto:

una, se mantiene firme la intromisión de un brazo político-criminal que insiste en enturbiar las elecciones y, dos, la oposición a Morena es incapaz de estructurar propuestas que convenzan a los ciudadanos de una nueva alternancia en México en las elecciones presidenciales de 2024.

La revisión del comportamiento del voto confirma que la mancha guinda continúa extendiéndose por todo el país y abarcará 20 estados en caso de confirmarse las tendencias del domingo, logrando que la llamada Cuarta Transformación se afiance debido a que el creciente pesimismo por los errores del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador contrasta con el cheque de la confianza que una mayoría de electores le sigue extendiendo en blanco al Mandatario nacional.

El operativo de compra de votos en Quintana Roo, la pausa en la cuenta en Twitter del Instituto Nacional Electoral, la orden de aprehensión contra la alcaldesa morenista de Nuevo Laredo, Carmen Lilia Canturosas, por supuesto uso de recursos de procedencia ilícita con fines electorales, el procedimiento iniciado por la alianza “Va por México” para exponer ante organismos internacionales la probable intervención del crimen organizado en los comicios, así como la acumulación de 30 denuncias en la Fiscalía Especializada en materia de Delitos Electorales, le imprimen a la democracia ese tono gris que es el color de la desconfianza.

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Qué lamentable que en vez de avanzar México hacia el voto libre, creíble y secreto, a los procesos electorales se les acerque cada vez más a la sospecha de que poderes ilegítimos alteran el veredicto de las urnas para establecer poderes de facto por encima de servidores públicos constitucionalmente designados. Y que el sustento de triunfos comiciales en lo que determinan los votos se pervierta en la incertidumbre de no saber cómo fueron inducidos o forzados los sufragios.