Todavía en algunas colonias populares de Culiacán —pero sobre todo en comunidades rurales— es común observar a los habitantes de las casas sacar sillas sobre la banqueta o porches para admirar el ocaso, mientras conversan de su día a día con familiares y vecinos.

En una época sin internet y más atrás sin televisión o electricidad era la única forma de enterarse de lo que acontecía en su entorno inmediato. Este tipo de costumbres también se practicaba en el centro de Culiacán; sin embargo, con el tiempo muchos de sus residentes originarios han migrado a otras colonias derivado del reordenamiento urbano.

En la actualidad podría verse atemporal o simplemente extraño ver una situación de este tipo con la intensa contaminación visual y sonora que predomina en el primer cuadro de la ciudad: bullicio, comercios, vendedores ambulantes, congestiones viales, aglomeraciones, smog, etc.

Sorprendentemente hasta hace pocos años todavía se podía ver una peculiar familia que habituaba plantarse sobre la banqueta todas las tardes soleadas de Culiacán. La casa sin duda es una de las más icónicas de nuestro centro histórico, por ser al mismo tiempo de las más conservadas: la ubicada sobre la calle Antonio Rosales, esquina con Morelos.

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Se trata de la casona propiedad de los De la Vega, una de las familias más legendarias de la ciudad de Culiacán, mismos que han estado presentes desde su fundación en 1531. Por lo tanto, sus integrantes han sido parte de todas las etapas históricas de nuestra entidad, han sido gobernadores, alcaldes, políticos, militares, agricultores, mineros y empresarios prominentes.

Curiosamente esta casa no fue siempre de esta familia y eso nos lo explicó el académico de la Facultad de Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Félix Brito, quien nos informó que en un inició perteneció a una familia extranjera originaria de Perú, los Barrantes.

“Supongo que estos peruanos migraron con la fiebre del oro a California, pero se quedaron un tiempo en Mazatlán y posteriormente en Quilá y luego se arraigaron en Culiacán. La familia Barrantes fue una de las más importantes del Porfiriato”, comentó.

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El historiador explicó que dos hermanos Barrantes adquirieron un terreno en la actual sindicatura de Quilá, donde crearon una hacienda productora que llamaron Santa Rosa, por la virgen de Santa Rosa, patrona de Lima, Perú.

“Ahí se casaron cada uno con unas hermanas igual de apellido Peimbert. Entonces esa casa la adquirieron, tenía una tienda que se llamaba El Globo, en Culiacán y vendían los productos de Quilá, quesos, carnes, etc.”, comentó.

Sin embargo, dio a conocer que originalmente la casa era solo de una planta y se remontaba hasta la época de la colonia, al adquirirla Toribio Barrantes la mandó rediseñar, construyéndole una segunda planta y adornándola con detalles: “En la entrada principal tiene las iniciales de Toribio Barrantes (TB) grabadas”, informa.

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Posteriormente con el estallido de la Revolución Mexicana en Sinaloa muchas de las familias porfirianas tuvieron que exiliarse, incluyendo los Barrantes; finalmente fue adquirida por la familia De la Vega, donde han habitado por tres o cuatro generaciones.

Lo anterior llama la atención porque actualmente la casa está en venta desde hace unas semanas y para los curiosos cabe destacar que es ofrecida en 17 millones y medio de pesos.