Las escuelas son los lugares donde las y los estudiantes pasan la mayor parte de su tiempo, por eso deben ser espacios seguros y construir un ambiente de respeto en donde niñas, niños y jóvenes puedan ejercer libremente su derecho a aprender.

Sin embargo, este ambiente de respeto se ve afectado con prácticas de violencia, abuso y bullying dentro de las escuelas, situaciones que algunas veces son fomentadas y hasta producidas por las y los docentes, explicó la docente e investigadora, Elisa Chavarin Campos.

“En ocasiones, por cuestión de la disciplina es que el docente ejerce conductas violentas que para él o para ella no lo son, sin embargo, para el sentir de las o los estudiantes lo son y afecta en su proceso formativo y personal”, dijo.

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En su estudio “Violencia escolar en América Latina y el Caribe: Superficie y fondo”, la UNICEF destacó que si bien las escuelas tienen un rol único para ayudar a cambiar los patrones de violencia y para promover la tolerancia y el respeto, se siguen reportando casos de castigos corporales, maltrato emocional y abuso sexual dentro de las mismas.

De acuerdo con Chavarin, la violencia docente no siempre involucra el castigo físico, también el psicológico, pues tiende a provocar inseguridades y miedos en las y los estudiantes.

“Sobre todo cuando se presentan elementos y actitudes negativas por parte del docente como el ignorarlos, subestimar su capacidad, burlarse de sus trabajos, descalificar sus participaciones y utilizar las evaluaciones como instrumento de castigo, amenaza o intimidación”, dijo.

Para Chavarin y diversos teóricos en pedagogía, son más los esfuerzos de las instituciones educativas por evadir la violencia docente que por reconocerla y enfrentarla, porque muchas veces se asume que es la única manera de mantener la disciplina en un salón de clases o bien se prefiere no dañar la trayectoria académica del docente, pero pocas veces se pone atención en el impacto que tiene en las y los estudiantes.

Violencia docente en una secundaria de Culiacán; ¿Qué dicen los estudiantes?

De acuerdo con la investigadora Elisa Chavarin, cuando un docente ejecuta una práctica violenta hacia un estudiante causa una repercusión directa en él de la cual el docente no se percata, ya que suele no tomarse en cuenta la experiencia del estudiante.

En el contexto de Culiacán, dijo, donde la población es conocida por hablar recio, es una constante que el docente use la frase “No te estoy gritando, yo así hablo”, para escudarse y minimizar la molestia externada por el estudiante.

Por ello, con el fin de develar las afectaciones que tienen estas conductas violentas producidas por el docente, la investigadora Chavarin junto al investigador Juan José Ramírez y algunas estudiantes de la Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa (UPES), se encuentran realizando un proyecto de investigación llamado “La violencia docente: de lo que se habla poco”, mismo que fue presentado en el Congreso Internacional sobre Violencias 2022.

Estos investigadores se acercaron a estudiantes de una escuela secundaria pública de la ciudad de Culiacán con la intención de conocer sus experiencias.

En su observación del aula clasificaron diferentes tipos maestros frente a la clase: el docente autoritario que con gritos, golpes e implantación de pensamientos busca influir en el comportamiento de los alumnos y el docente que ignora la conducta de las y los estudiantes y se concentra solo en continuar con la clase, pero sin tener un papel activo en la resolución de conflictos.

También detectaron al o la docente que por intentar ganarse la simpatía de sus alumnos y alumnas fomenta las burlas y el bullying entre los mismos estudiantes.

“Para poder sentirse simpático o chistoso con el grupo, le pone apodo a un estudiante, ese mismo apodo hace que se deslinde todo un dominó de violencia escolar hacia el estudiante. Como el docente es el que orquesta el llamarle por un apodo que no es su nombre, un apodo burlesco, orquesta que los demás estudiantes digan, ¿si el maestro lo hace, por qué yo no?”, dijo Chavarin.

Explicó que estas situaciones con las y los docentes autoritarios y los docente fomentadores de bullying ha provocado que estudiantes prefieran no volver a asistir a clases o bien reprobar.

Según la UNESCO las niñas y niños que son acosados con frecuencia “tienen niveles elevados de sentimiento de soledad y pensamientos suicidas, con tasas más altas de tabaquismo, consumo de alcohol y cannabis y tasas más bajas de satisfacción con la vida. La violencia escolar también puede causar lesiones y daños físicos”.

¿Violencia o disciplina?

La cuestión en estos casos de violencia docente, externaron los investigadores, es que en muchas ocasiones las y los maestros ven el uso de la violencia como el único medio para mantener la disciplina en el salón de clases.

En el caso concreto de la secundaria donde están llevando a cabo el proyecto, Chavarin comentó que fue el mismo subdirector quien admitió que hay un docente muy estricto, pero él mismo señala que debe serlo porque sino “el grupo se sale de control”.

Esto se debe a que la educación impartida con violencia y castigos tiene un arraigo muy fuerte en las instituciones educativas, mismo que se ve encarnado en el refrán “La letra con sangre entra”.

FOTO: Josué David Piña.

De acuerdo con el estudio “La violencia entre estudiantes de educación básica y media superior en México”, de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU), la violencia considerada como disciplina se mantuvo como un pilar incuestionable en la educación hasta el siglo XIX e incluso durante las primeras décadas del siglo XX.

Fue en 1924 que esta idea se fue deslegitimando y se fue reconociendo como maltrato a aquellas formas de disciplina basadas en violencia, sin embargo, así como lo han demostrado diversos estudios, entre ellos el realizado por los investigadores de Sinaloa, estas prácticas no han sido erradicadas por completo.

Actualmente existen leyes y programas que castigan esta violencia como la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) y  la Ley General de Educación que señala que las autoridades educativas “promoverán la cultura de la paz y no violencia para generar una convivencia democrática basada en el respeto a la dignidad de las personas y de los derechos humanos”.

De acuerdo con Elisa Chavarin, hay una línea muy delgada entre ejercer disciplina y ejercer violencia y esto todo tiene que ver con usar estrategias pedagógicas en lugar de castigos.

Sin embargo, en el estudio “Más allá de los números: poner fin a la violencia y el acoso en el ámbito escolar” de la UNESCO, se explica que las y los docentes de alrededor del mundo carecen de capacitación constante para actuar ante los actos de violencia escolar.

Por su parte, la investigadora, Silvia Brenda Embleton, quien partició en el Congreso Internacional sobre Violencias 2022 con su ponencia titulada “La cultura de la violencia, el abuso y el bullying”, señaló que no solo se trata de falta de pedagogía sino también de vocación de las y los docentes, pues señaló que hay mucha resistencia de las autoridades escolares por hacer notar el problema.

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Por ello, dijo Elisa Chavarin, es importante escuchar lo que dicen las y los jóvenes, hacer dinámicas que permitan la participación de las y los estudiantes y crear ambientes de confianza para que puedan compartir su experiencia, porque muchas veces se minimiza a los jóvenes y se les descalifica con adjetivos como “la generación de cristal”.