¿Y tú sabes por qué una de las salsas para botanear más populares de México lleva el nombre de Salsa Valentina? Así comenzó el curioso tweet del cronista Enrique Ortiz, quien posteriormente se dio a la tarea de hilar la relación que guarda esta marca con la legendaria revolucionaria mexicana conocida como “La Valentina”.
La historia de esta ya consolidada empresa se remonta al municipio de Tamazula, Jalisco, en la década de los 50’s, cuando Manuel Maciel Méndez ya comercializaba con dicho producto pero con el nombre de esa localidad, es decir, Salsa Tamazula.
Fue tanta la aceptación y posicionamiento de la marca, que una década después se inspiró en la figura histórica de “La Valentina”, para refundar su producto bajo esta nueva presentación que se mantiene hasta el presente.
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Sin embargo, lo interesante de este tema es el vínculo poco conocido de este personaje con la historia de Culiacán y Navolato.
La trayectoria de esta mujer ha trascendido más en la esfera nacional o en el imaginario colectivo por su popular corrido de la Revolución Mexicana, que así como el otro corrido de “La Adelita”, se han convertido en referentes importantes de la participación de las mujeres en dicho acontecimiento bélico.
Pero poco se ha abordado por los cronistas de la localidad la historia del personaje, y más aún al revisar las pocas fuentes existentes sobre su vida, encontramos que lejos de la heroína que se describe en la canción, sus últimos días terminaron de una manera trágica, triste y lo peor, en el olvido.
Dentro de su escasa biografía encontramos que nació en Tamazula, Durango, aunque no sabemos sí el creador de la Salsa Valentina también se basó en esta gran coincidencia para reconfigurar el nombre de su producto.
Lo cierto es que se unió junto con su padre a las filas del general Ramón F. Iturbe, unos de los personajes más destacados de la Revolución en Sinaloa, pero ocultando su verdadero género y haciéndose pasar por hombre bajo el nombre de Juan Ramírez, como una especie de “Mulán” mexicana.
“La Valentina” destacó incluso en la batalla de la toma de Culiacán en 1911 cuando las fuerzas afines al movimiento de Francisco I. Madero expulsaron al gobernador porfirista Diego Redo. No obstante, al descubrirse las largas trenzas que mantenía ocultas, fue expulsada de la lucha por sus propios compañeros.
Es en esa parte donde comenzó su declive, ya que para entonces sus padres habían muerto. Quien ha logrado construir algo de su historia es el cronista de Culiacán Mario Alvarado, que puede confirmar que, ya dada de baja, Valentina contrajo nupcias con el coronel Federico Cárdenas, de quien enviudó. Años después se casó por segunda vez con un tal Luis Celis, pero la relación tampoco duró mucho.
En algunas publicaciones, Mario Alvarado relata cómo en 1936 a la salida de catedral de Culiacán, Valentina se topó con el general Iturbe quien al reconocerla y verla en condición de calle le recomendó que fuera a ver a la familia Almada, en Navolato, y que les dijera que iba de parte de él para que le dieran trabajo.
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Pese a que los Aldama cumplieron la recomendación al darle trabajo de sirvienta dentro de su propiedad, a los pocos años esta vieja familia empresarial de la región dejó de radicar en esa ciudad, quedando de nueva cuenta desamparada.
Para ese momento Valentina prefirió residir en Navolato, específicamente por la calle Josefa Ortiz de Domínguez, donde pudo construir una casita con materiales endebles, dedicándose a lavar ropa ajena.
“En 1962 viendo las penurias que Valentina pasaba alguien le sugirió que fuera al cuartel de Culichi, que tenía derecho a una pensión como veterana de guerra y así lo hizo, se apersonó y sí, la atendieron y reconocieron como veterana pero de acuerdo a su historial no acreditaba pensión alguna ya que oficialmente solo había prestado servicio del 12 de enero de 1911 al 22 de junio del mismo año, es decir cinco meses diez días; de modo que solo le entregaron el documento que la acreditaba como veterana y san se acabó”, narra Mario Alvarado.
Pero la historia de la Valentina no terminó ahí, ya que en 1969 fue atropellada por un carro en Navolato, accidente que, de nueva cuenta, le impidió usar ambas piernas. Quienes la conocieron relatan que para al final de su vida vivió de la caridad arrastrándose sobre una tabla en las inmediaciones de la plazuela de Navolato.
Por si fuera poco desenvolverse en el trajín de la calle, Valentina falleció a causa de un incendio generado por una veladora ofrecida a la Virgen de Guadalupe en su propio hogar en 1979. Sus restos se encuentran en la fosa común del Panteón Civil de Culiacán.
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