Los dos principales partidos de oposición en México, el Revolucionario Institucional y Acción Nacional, enfrentan crisis internas profundas en la antesala de la elección constitucional de 2024 para designar presidente de la república y senadores y diputados que integrarán la 66 legislatura del Congreso de la Unión, remarcando la obsolescencia de las siglas políticas y el necesario resurgimiento del poder restaurador de la fuerza cívica.
El PAN está en uno de los peores momentos de su historia debido al descrédito y corresponsabilidad que le toca después de la reciente declaratoria de culpabilidad contra Genaro García Luna por parte del tribunal de Brooklyn, Estados Unidos, que lo considera cabeza de una red de narcopolítica que operó mientras se desempeñó como secretario de Seguridad Pública durante el gobierno del panista Felipe Calderón Hinojosa.
En tanto, el PRI se colapsa desde el interior por la disputa entre grupos que pretenden unos prolongar y otros ponerle fin al mafioso liderazgo nacional de Alejandro Moreno Cárdenas, mismo que extendíó el periodo de conducción al margen de lo que establecen los estatutos, e incluso la Comisión de Prerrogativas y Partidos Políticos del Instituto Nacional Electoral avanza en anularle tal extensión del plazo formal en la presidencia priísta.
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Los opositores al presidente López Obrador y a Movimiento Regeneración Nacional, partido que en exclusiva y de tiempo completo trabaja para el mandatario federal y no para los mexicanos, lucen devastados moral y electivamente pues aparte de no presentar candidaturas que inspiren confianza, disponen de poco tiempo para resanar fisuras estructurales que en vez de restaurar las agravan con el derrotismo anticipado y la depravación política que promueven.
Todo indica que corresponderá a los ciudadanos estructurar propuestas creíbles y viables para llevarlas a las urnas el 2 de junio de 2024, subsanando la cartelera electoral vergonzante que armen los priístas y panistas, por separado o en alianza, con la ignominia como acompañante forzoso.
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El desprestigio de los políticos de todos los signos convoca a la intervención cívica a ser la única manera, urgente y detonadora de empatías, que le ofrezca a México la recuperación de lo esencial y le corrija la ruta peligrosa a la cual lo llevan hoy los patrocinadores de la división, odios e involuciones.

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