Había una vez una banda de rock llamada la Naranja Mecánica en Culiacán
En 1995 firmaron y grabaron el disco Supertrip con Universal Music, con el que tocaron hasta 1999

Artículo publicado en la revista ERES, diciembre 1994.
A principios de los noventa en Culiacán la distribución de la música alternativa fuera de lo regional todavía era de boca en boca. Es decir, dependía casi enteramente de los círculos sociales a los que pertenecía uno para acceder a nuevas ofertas o géneros extranjeros.
No había otra manera de enterarse de nueva música, por lo que llegar a un disco de Iron Maiden, Pearl Jam, Nirvana o Depeche Mode se convertía en un bien colectivo. El ritual era reunirse en torno a un tocadiscos, escuchar los álbumes de principio a fin, apreciar la portada y leer las letras.
En ese contexto del nacimiento de las primeras bandas de rock modernas en Culiacán creció Paco Pietsch, un músico que comenzó a tocar covers en el extinto Clips’s and Beer y posteriormente llegó a firmar un contrato con Universal Music, con la banda culichi la Naranja Mecánica en 1995.
En ese primer lustro de los 1990’s ya existía cierto movimiento local con algunas bandas que producían música original. Confluían agrupaciones como Euphoria, Vértigo, Antítesis, Ergo Sum, Cadáveres, entre otras.

Esas primeras bandas juveniles fueron las que atrajeron a las autoridades de DIFOCUR, hoy ISIC, para organizar las primeras tocadas en el ágora Rosario Castellanos y en el patio del Ayuntamiento de Culiacán, en los denominados “Viernes culturales” y “sábados del ágora”. Se imprimían posters, se anunciaban en los periódicos, se pasaba la voz y se lograba juntar en ocasiones hasta mil 500 asistentes.
“Nosotros exigimos ese apoyo al gobierno, posteriormente las autoridades de esa época se dieron cuenta que esto del rock era lo que querían escuchar muchos jóvenes y empezamos a pedir espacios”, recuerda Paco Pietsch.
Ya inmerso en esa escena y cantando covers en inglés en un inicio, esas bandas comenzaron a identificarlo y lo empezaban a invitar a ensayos. Comenta que un día iba caminando solo por la calle Rafael Buelna, en Las Quintas, y un vehículo se le acerca, se orilla y le ofrece raite, era el Chava Guerrero, le dijo que lo había visto en bares y que si quería unirse a la Naranja Mecánica.
La Naranja Mecánica ya existía desde antes, fue formada por un grupo de estudiantes del Tec de Monterrey; sin embargo, al salir de la prepa algunos integrantes originarios, como el vocalista, salió de Culiacán para estudiar en otra ciudad.
“En el primer ensayo hicimos clic bien rápido. Estábamos destinados. Hay gente que cree en el destino y hay gente que no, pero si crees en el destino, estábamos destinados a ser lo que hicimos. Entonces, me uno a la Naranja Mecánica”, narra.
En ese transcurso del salto de la preparatoria a la universidad algunas de las bandas de rock locales se desintegraron por la dinámica comentada, por lo que la Naranja Mecánica se reagrupó. Ya con Paco, se unieron con los meses Daniel Gradilla y Manolo Casanova, que provenían de Euphoria.

Sin embargo, Paco platica que la Naranja Mecánica se había propuesta salir de Sinaloa, producir música original y alcanzar reconocimiento nacional. Por esos años la única manera de hacerlo era firmando un contrato con una disquera, era la única vía para promocionarse en radio o MTV. Fue cuando decidieron irse a radicar a la Ciudad de México a probar suerte.
Por esos años todavía seguían siendo referentes nacionales Caifanes, Maná, Café Tacuba o la Maldita Vecindad. Es así como una de sus primeras iniciativas fue buscar una oportunidad de tocar en Rockotitlán, un foro que se caracterizaba por presentar grupos alternativos que no tenían espacios para presentarse en vivo.
“Era el lugar que anunciaban que le daban oportunidad a tocar a todas las bandas: ‘mentiras de chilangos’. ¿Por qué? Porque existía una mafia del rock y en ese tiempo eran ellos. Te decían, claro que pueden tocar wey, pero tienen que vender primero boletos de entrada. Pero la realidad era que solo dejaban tocar a bandas de conocidos, que eran sus amigos, o recomendados de amigos de ahí mismo de la capital”, recuerda.
Esa primera experiencia en la capital no la vieron como un fracaso, y por el contrario, se propusieron romper esas trabas centralistas de la cultura capitalina. Paco Piestch considera que la vida tiene caminos misteriosos, y que a la Naranja Mecánica lo llevó por alguna razón a conectarse, tal vez, de manera fortuita.
Se refiere a que en un día de fiesta de 1994, a las 4 de la mañana, se les ocurre irse borrachos del entonces D.F. a Acapulco. Ahí los recibirían unos amigos músicos que tocaban en el Hard Rock, que por entonces era una exitosa franquicia internacional donde se acudía especialmente a escuchar ese género.
Estando ahí sus amigos anuncian que ellos también eran músicos y que si era posible que se “echaran un palomazo”; Paco narra que aceptaron tras la insistencia aunque en ese momento no tenían nada preparado, aunado a que un integrante de la Naranja no los había seguido a esa aventura. Finalmente aceptan escondiendo sus nervios — ¿Qué tocamos? — se preguntaban entre si ya en el escenario: decidieron tocar Plush de los Stone Temple Pilots.
“Era como si nos hubieran aventado al coliseo romano con los tigres. Pues a la one, two, three, dije. Empezamos a tocar la rola, compa no me digas por qué, yo no sé por qué, si fue la presión, la magia, la loquera, la aventura…nos salió la pinchi canción bien perra. No sé qué fue, porque todo el pinche Hard Rock se desbarató, la rompimos, y no sé si aquello fue suerte”, se cuestiona.
“¿Y qué sucede? Estaban los dueños ahí en ese momento, era 1994, nos invitan a su mesa y nos preguntan que si cómo se llamaba nuestra banda. ‘¿Quieren una audición?’”, nos preguntaron.
Recuerda perfectamente que esa audición fue un 4 de octubre de 1994, les ofrecen un contrato y los mandan al Hard Rock de Puerto Vallarta para tocar covers de Nirvana, Pearl Jam y los propios Stone Temple Pilots. Precisa que sus intenciones nuca fueron salir de Culiacán para tocar covers, pero en ese momento todos los integrantes de la Naranja Mecánica estaban pasando por problemas económicos al no contar ninguno con un trabajo.

En ese lapso sucedió otro acontecimiento “mágico” que se hilaría a la serie de sucesos que los fueron acercando a una disquera. Una noche acude al establecimiento de Vallarta, José Álvarez, en ese momento director de la estación de radio Radioactivo, se acerca con ellos, les invita unas cervezas en la plática saca una tarjeta y le dice a Paco: “cuando tengan música original de ustedes me buscan”.
“La guardé, ya era abril de 1995. Ya para finales de ese año, gente que nos había visto tocar en Vallarta, pero que eran de Guadalajara, nos mandan buscar para tocar un bar que se llama Jimmy´s. En esa ciudad vivía Juan Pablo Ibarra Harfush quien se convierte en el productor de Naranja Mecánica, conocemos a Juan Pablo, y yo y el tecladista nos vamos a su estudio-casa a empezar a crear música”, menciona.
De esa época surge su primer demo, “Sáquenme de aquí”. Paco describe esa creación musical como una mezcla entre grunge con electrónica, y ahora en retrospectiva asegura que nunca había escuchado algo similar en México, considerando ahí, que posiblemente habían logrado algo que ya valía la pena.
Lo siguiente era regresar a la ciudad de México y contactar a José Álvarez y mostrarse la canción. Así lo hizo Paco personalmente, comenta; llegó a la oficina de Radioactivo, se presentó con la recepcionista y le explicó que tenía una tarjeta que le había entregado el director, el cual había dicho que cuando tuvieran música original acudieran con él.
“Le dejé el demo y la única respuesta en ese momento fue que ellos se comunicarían conmigo. Yo en ese momento sabía que la Naranja Mecánica ya tenía el calibre, yo ya lo sabía, cuando hicimos esa canción con Juan Pablo y el tecladista les dije en ese momento: ‘Wey, con esta canción o nos firman o me retiro’. Yo supe que tenía algo”, rememora.
Explica que en ese tiempo rentaba en la zona sur del D.F. por el Ajusco, mientras que la estación de radio estaba cerca del Palacio de los Deportes, que era a una hora distancia. Ya ahí lo aborda su novia y le lanza una serie de preguntas con un tanto alarmante, le decia que si se encontraba bien, que sí que había ocurrido recientemente o si estaba acaso en problemas. Lo anterior porque en ese transcurso había recibido alrededor de 10 llamadas de Radioactivo.
Al comunicarse de regreso le entiende el propio Juan Álvarez y le dice que era necesario que regresara a la estación, de donde había vuelto apenas hace unos momentos. Llega de nueva cuenta los recibe ahora en la calle el mismo ejecutivo con las puertas abiertas y lo invita a pasar a su oficina, donde pone el demo subiendo el volumen del reproductor al máximo.
“La gente ahí presente se levanta y empiezan a brincar bien prendidos, ‘yo pensando, no mames, es realidad esto’. Me dice José: ¿cuantas rolas más tienes de este calibre? Me dice, yo conozco a alguien que trabajó con nosotros que se llama Arturo López Gavito, que trabaja en Universal Music”, le anuncia.
Al día siguiente la Naranja Mecánica se presenta con Arturo López Gavito, en ese entonces muy amigo de José Álvarez; para sorpresa de Paco el nuevo personaje hace lo mismo, pone el demo en la oficina y le sube al máximo y también empieza a brincar como lo había hecho Álvarez un día anterior.

“’No me la creo, nomás pensaba en ese momento’. Arturo no terminó de escuchar la canción, le bajó sin apagarla, se sienta y me interroga, me pregunta sobre la Naranja Mecánica, le dije que éramos de Culiacán. Espérame, me dice. En ese momento le marca a Gustavo Santaolalla, un productor de música argentino. Arturo de le dice ‘quiero que escuches esto que te voy a enviar, es una pinche mezcla como entre Nirvana, Pearl Jam, pero como electrónica, tienes que escuchar esto Gustavo, tenemos que trabajar en esto’”, recuerda al recrear ese momento con personas que ahora son referentes en la industria musical.
Gavito quería que Santaolalla produjera el primer disco de la Naranja Mecánica, sin embargo, para sorpresa de ellos no recibieron la aprobación de los jóvenes músicos. El asunto, una promesa de honor que habían acordado con Juan Pablo Ibarra: que si firmaban un contrato él sería el único productor de su disco.
Tras varias negociaciones acaloradas de cara a una coyuntura comercial, el director en ese momento de Universal Music cedió y optó por confiar en Paco, Juan Pablo y los demás integrantes. De ese acuerdo con la empresa nació su primer y único disco en 1997, el Supertrip. En cambio, tras el rechazo a Santaolalla el argentino decide producir el primer disco tambien de una nueva banda ese mismo año, “¿Dónde jugarán las niñas?” de Molotov y lo demás es historia.
Al inicio todo parecía ir normal con el nacimiento de Supertrip, viajaron por casi todo el país promocionándolo, le abrieron a bandas internacionales en el Palacio de los Deportes, sus canciones sonaban en las estaciones de radio de la capital, grabaron videos musicales y salían en canales de televisión como Tele hit, Once TV y MTV México; pero había una cosa importante para el posicionamiento de esa industria en esa época, sus discos no se vendieron como esperó la disquera.
Paco recuerda que para 1999 ya no tenía trabajo, Universal Music decidió no sacar un segundo disco y lo peor de todo es que asegura que en todo ese tiempo no recibieron ningún solo peso por parte de ellos. Platica que decidieron probar un poco más, pero menciona que en los lugares de rock los criticaban por tocar música “electrónica” y viceversa, momento en que deciden separarse y volver a Culiacán.
“Hay que tener honor, a lo mejor Santaolalla hubiera hecho un disco más perro, más exitoso; no sé, no existe eso, es una probabilidad. Lo que existe es el Supertrip que hicimos con Juan Pablo. Para la disquera fue un fracaso discográfico. Una mierda como producto de venta. Ojo, como producto de venta. Nadie había escuchado algo así. Para ese año, en ese contexto de aquel tiempo, nada sonaba como ese disco”, defiende sin remordimiento en decisiones pasadas.
“Nosotros teníamos el sueño de, cómo artistas, vivir para la música, no vivir de la música, ojalá, no se nos dio. Pero mi sueño era para la música, vivo para el arte. Ahí puedo sintetizar todo. Sigo viviendo para la música”.


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