Tenía 27 años: murió por un infarto después de cocinar fentanilo
Murió en el Hospital General Regional número 1 del IMSS, en Culiacán, luego de cinco días de estar intoxicado

Culiacán.- Tenía 27 años, padre de un niño de dos. Hoy le dijeron a su familia que tiene muerte cerebral después de casi una semana en agonía mientras esperaba en la sala del Hospital General Regional 1 del IMSS luego de un infarto que le dio tras una jornada de “cocinar” fentanilo.
‘Germán’ -así le llamaremos a este joven porque su familia pidió no hacer escarnio- hacía un trabajo similar a laboratorista. Combinaba químicos en frascos, cubetas y otros contenedores. A veces lo combinaba con cristal y otras veces con cocaína para “rebajarla”.
Esta muerte ocurrió apenas una semana después de que el gobierno de Estados Unidos declarara la “guerra” al Cártel de Sinaloa, sobre todo a los hijos de Joaquín Guzmán Loera, ‘El Chapo’, por ser considerados los principales productores de fentanilo que se trafica y consume de forma ilegal en Estados Unidos. En ese país el fentanilo es considerado un problema de salud y seguridad.
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Para hacer fentanilo se necesitan precursores químicos y máquinas especiales, así como equipo de seguridad específico para evitar el contacto lo más posible.
Las autoridades sanitarias y de seguridad en Sinaloa han descrito a esta droga como una tan potente que puede afectar a las personas con solo el contacto o al inhalarlo, aunque lo habitual es que se inyecte o se trague en pastillas que tienen la leyenda M-30.
Pero Germán -como la mayoría de las personas que fabrican fentanilo- trabajó de forma improvisada, prácticamente sin cuidados y con la confianza de plomo para creer que nunca le pasaría nada.
“Decía que como no podía oler, no le iba a pasar nada”, contó uno de sus amigos antes de pasar a la sala del hospital donde recién daban por muerto a Germán.
Aprendió a quitarse el fentanilo con baños de agua fría y vómitos provocados. Se quitaba la ropa, a veces la tiraba, se metía al agua y lavaba como si la droga fuera mugre pegada. Se metía los dedos en la boca hasta vomitar la bilis y luego se echaba en la cama como si fuera zombie. Esa era su rutina de sobrevivencia.
El 17 de abril regresó a su casa del laboratorio. Fue una jornada pesada, en la que ni le sobró energía. Se fue a dormir con la misma ropa con la que trabajó. Se “cocinó” él mismo. El martes se levantó al baño, pero el suelo lo jaló y ya no se levantó.
Su esposa llamó al jefe -otro muchacho que ronda los 30 años- y a la Cruz Roja. Los paramédicos le pegaban en el pecho y le pasaban aire por la boca porque el corazón se le paró, pero no reaccionaba. Se lo llevaron a una clínica privada para tratar de resucitarlo por casi media hora. Le inyectaron adrenalina y le hundieron tantas veces el pecho hasta que el corazón comenzó a latir de nuevo.
El miércoles y el jueves reaccionó a los estímulos, respondía a las palabras, movía los pies y se lo llevaron al Hospital General Regional 1 del IMSS, pero comenzó a empeorar. Sus órganos no le estaban funcionando, dependía de hemodiálisis y de máquinas de respiración.
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Este sábado se declaró la muerte cerebral de Germán. El Cártel de Sinaloa lo reclutó y lo puso a trabajar sin cuidados para hacer una de las drogas más peligrosas del Mundo.

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