Más allá del resultado electoral en el Estado de México, donde obtuvo la victoria la morenista Delfina Gómez, y en Coahuila con la mayoría de votos para Manolo Jiménez, de la alianza PRI-PAN-PRD, el domingo es útil para anticipar el comportamiento del sufragio a partir de la injerencia de factores de poder legítimo y fáctico que adulteran la voluntad popular de manera evidente y con impunidad garantizada.
La democracia dejó de ser la participación libre y razonada de los ciudadanos en elegir a sus gobernantes y definirle destino al país, para convertirse en instrumento de manipulación y medición de capacidades de perversión de los comicios, llegando al grado de que quien posee mayores atributos de mentir, cooptar, intimidar y negociar con los adversarios políticos es el que se alza como ganador mucho antes de que las urnas lo determinen.
En el esquema de competencia electoral del Movimiento Regeneración Nacional primero son desactivados aquellos factores de otros partidos que influyen en la intención del voto, como es el caso de Alfredo Del Mazo en el Estado de México que a cambio de alguna posición en el Gabinete del presidente Andrés Manuel López Obrador dejó de operar para que el PRI mantuviera el control de su tradicional enclave político.
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También se vale acudir a todos los métodos y medios posibles para alterar el verdadero sentido del voto mediante el miedo, el dinero, el fraude y la negociación palaciega, modos y recursos que tienden a ser legitimados por la participación ciudadana en porcentajes marginales (el Edomex y Coahuila votó menos del 50 por ciento del padrón), un Instituto Nacional Electoral apocado e irregularidades suficientemente probadas que quedan en el anecdotario sin llegar a los tribunales competentes.
Las elecciones del 4 de junio representan la evidencia más reciente de que la democracia es desvirtuada y poco importa la mayoría de votos si no se cuenta con arsenales de truculencias, dinero e intromisión suficientes, para sesgar el sentido del sufragio y la intención de éste la determine la aptitud de engañar, robar y traicionar.
Y el resultado es lo más preocupante: se les cierra la vía electoral a mujeres y hombres capaces y honestos, apabullados por la danza de millones, marrullerías y tráfico de influencias que definen candidaturas, triunfos y por supuesto gobiernos corruptos.
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