La conmemoración hoy de la libertad de expresión no da motivos para celebrar y si acaso puede ser un destello de fe en que las condiciones para ejercer el periodismo mejoren a través de gobiernos tolerantes a la crítica, delincuencia organizada sometida a los mandatos de la ley y ciudadanía comprometida a ampliarle cauces a un estado de cosas donde cada quien pueda decir lo que piensa sin perder la vida en el intento.
Cuando las comunidades disponen de una prensa libre avanzan más rápido hacia estadios de desarrollo político, económico y social cosechando frutos cada vez más maduros en democracia, respeto, justicia y demás elementos que juntos representan el pleno desarrollo humano. Permitir el diálogo equivale a sembrar la semilla de las ideas, de las cuales seguramente germinan los acuerdos y consensos.
En México se ha retrocedido a los tiempos en los cuales el periodismo parece ser el enemigo principal del gobierno, siendo que los diferentes tipos de crímenes son los que constituyen la amenaza para la seguridad nacional. Mientras desde el pódium presidencial se ataca sistemáticamente a los medios y comunicadores, la delincuencia y corrupción organizadas arremeten contra la prensa derivando en 37 asesinatos de integrantes de este gremio de diciembre de 2018 a abril de 2023, según el registro de la organización Artículo 19.
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En Sinaloa la cuota devastadora de periodistas inmolados se ha sostenido sexenio tras sexenio, con la impunidad como acompañante persistente. Han sido asesinados Manuel Burgueño en el gobierno de Francisco Labastida, Gregorio Rodríguez en el periodo de Juan Millán, Óscar Rivera con Jesús Aguilar Padilla, Humberto Millán con Mario López Valdez, Javier Valdez con Quirino Ordaz y recientemente Luis Enrique Ramírez en la actual administración estatal que preside Rubén Rocha Moya.
La realidad infausta del periodismo, y el correspondiente impacto en el derecho a la información, ha sido durante décadas de chispazos de confianza en qué la libertad de expresión sea garantizada, pero tales fulgores son apagados pronto por el relumbre de la pólvora en las armas asesinas.
Por eso este 7 de Junio no hay lugar para la fiesta porque México es el país más peligroso para el ejercicio de la libertad de expresión.
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