A la vista de los culiacanenses está todos los días la necesidad de revisar la planeación urbana de la ciudad capital, recurriendo a la modernidad con la instrumentación de tecnologías de punta, e igualmente evitando que el reordenamiento territorial y de movilidad sea aprovechado por apetitos que pervierten el sentido de la reestructuración al interpretarlo como oportunidad para acaparar, encarecer y obstaculizar.
A raíz de que el gobernador Rubén Rocha Moya reactivó el proyecto del periférico de Culiacán, cuyo costo de 5 mil millones de pesos pretende proponer en el presupuesto estatal para 2024, fue reactivada la discusión de cómo y para qué realizar esta obra, además de la necesidad de regular lo concerniente al destino del suelo por el que se extenderá el anillo de circunvalación, tanto en vialidades como en aprovechamiento para fines de vivienda y comercial.
El Instituto Municipal de Planeación está llamado a orientar la toma de decisiones con sentido de equilibrio en movilidad urbana, vocación territorial, cuidado del medio ambiente y disponibilidad de servicios públicos, antes de que la fuerza del dinero, en algunos casos ilícito, se imponga y repita la expansión arbitraria de la ciudad dando lugar a la mancha poblacional anárquica y obstructiva.
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El proyecto que desde hace 15 años elaboró la Secretaría de Comunicaciones y Transportes ha ocasionado la compra adelantada de terrenos por donde fue planeado el anillo periférico, precisamente porque la información fluye irresponsablemente e inclusive antes de que se aprueben estas obras la especulación con el suelo urbano hace de las suyas. Aquí adquiere pertinencia la advertencia que realiza el director del IMPLAN, Alberto Medrano Contreras, respecto a implementar todas las restricciones y toda la reglamentación que debe acompañar ese tipo de obras, ya que suelen correr el riesgo siempre de jalar el crecimiento urbano hacia esos sectores.
El proyecto del circuito vial exterior es bueno, sin duda, porque Culiacán ya no aguanta la enorme carga vehicular que se concentra en vialidades que fueron construidas en otros tiempos y con otros propósitos.
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Basta con observar a la ciudad estrangulada, sujeta más a criterios económicos que de sustentabilidad, para activar los suficientes mecanismos de control que eviten errores del pasado y adquieran ya enfoques visionarios antes de que el futuro atropelle a la Perla del Humaya.

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