El Casino de la Cultura ha vivido un proceso de declive y abandono en los últimos años. Su último gran acto heroico fue haber custodiado el acervo bibliográfico de la Biblioteca Gilberto Owen por algunos años.
En el presente instituciones como el INAH e Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC) plantean un “rescate” con el proyecto de un Museo de la Cultura Sinaloense dentro de sus instalaciones, mismo que tampoco ha dado señales de concretarse en el mediano plazo.
Entre todo esto, también se encuentran artistas de Culiacán ajenos a los grupos culturales oficiales que siempre han tratado de mantener activo los eventos artísticos en el recinto, incluso desde antes de pasar a ser custodiado por el ISIC.
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Hablamos del Espacio Plástico 85 y el real primer rescate del Casino de la Cultura.
“Cuando se habla de rescate es porque algo está perdido y se tiene que salvar, pero, ¿en qué sentido se manda el mensaje? Porque en este caso se habla de un rescate como si no hubiera sucedido antes lo que se dio. Y también igual, si está abandonado, descuidado en algunas áreas, entonces, eso sería otro término”, menciona el artista plástico Luis González, quien junto con David Balderrama y el pintor Alejandro Mojica, encabezaron un movimiento de artistas para exigir espacios dignos donde mostrar sus trabajos.
Nos remontamos a 1985, cuando el edificio que hoy es el Casino de la Cultura se encontraba en total abandono y era refugio de personas sin hogar. Por aquél tiempo muchos de los artistas consagrados de Sinaloa estaban aglutinados en el Salón de la Plástica Sinaloense, donde participaban con sus obras y colaboraban en el aspecto artístico-cultural de la región.
Dichas obras eran expuestas en el estado colectivamente y posteriormente eran llevadas a exhibir a otros estados, incluyendo la Ciudad de México. La ruptura con este organismo cultural institucionalizado, narra Luis González, detonó cuando algunas piezas retornaban dañadas, mientras que otras simplemente desaparecían.
El conflicto de 1985 en el ámbito cultural se dio con el entonces director de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Gerónimo Uribe, quien era el encargado de llevarse las obras, acusándolo de nunca estar interesado en cuidar las obras de los artistas locales: “no había un interés por un buen embalaje, si tú vas a manejar una obra tienes que cuidarla”, mencionó.
“Gerónimo regresaba y como si nada, no le importaba, también de alguna manera la indiferencia de los artistas, otros por temor, y también la actitud gandaya del director”, acusa.
“Bueno, a esas alturas antes de que se diera la fecha del festival, no solicitamos el pago, la reparación del daño, sino simplemente que Uribe ya no fuera el encargado de sacar la obra, sino otras personas. Para eso llevamos a cabo una reunión y propusimos otras personas para remplazarlo, teníamos el derecho. Lo hicimos en una carta, solicitud, al Consejo Técnico de la UAS”, recordó.
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Sin embargo, cuenta que solo encontraron una negativa por el entonces rector de la UAS, Jorge Medina Viedas, quien se negó a remover al director de la Escuela de Artes Plásticas. La reacción de los artistas fue abandonar el Salón de la Plástica, lamentando a su vez que ellos siempre habían colaborado sin ninguna ganancia lucrativa, sino simplemente el deseo de mostrar sus obras.
“¿Para qué? Para que los funcionarios de cultura sí tuvieran su sueldo seguro y se pararan el cuello como lo han hecho siempre”, critica.
El siguiente episodio de ese 1985 fue encontrar otras alternativas, ya que el ímpetu por exponer sus obras era lo que en verdad importaba. Los artistas inmediatamente encabezaron una jornada de protestas públicas; se plantaron frente a catedral y decidieron que cada sábado dos artistas quemarían sus obras en la calle.
“Claro, era una actitud si tú quieres muy dramática, pasional, visceral, destructiva, pero queríamos dejar claro de que fue un abuso lo que había cometido la UAS, en lugar de platicar con nosotros. ¿Qué hicimos? Claro que también hubo artistas que también criticaron nuestras acciones, y la prensa también la criticó, diciendo que éramos unos enfermos”, acusó.
EL RESCATE DEL CASINO
El siguiente paso fue encontrar un local para llevar a cabo su exposición colectiva, dinero no había; en ese lapso la compañera Rosy Aragón Okamura logró conseguir unas llaves, eran las llaves del edificio abandonado del Casino.
Hicieron una convocatoria y se fueron adhiriendo artistas de otras partes del estado a la iniciativa, llegó Rubén Gallardo, Liliana Molins, César Cristerna, José García, Lopus Diarakato, José Kan Guerrero, entre otros. Por unos días se organizaron en un proyecto autogestivo, barrieron, trapearon, limpiaron, quitaron el escombro; inclusive activaron los servicios de luz y agua: todo fue un trabajo en equipo, un colectivo, en ese entonces independiente.
“El espacio también se abrió no solo a la plástica, sino a todos las expresiones artísticas, hubo danza moderna, poesía, se exhibió la película de The Wall de Pink Floyd; se dieron conferencias: le llamamos el Espacio Plástico 85”, contó.
Finalmente lograron concretar la inauguración, consiguieron la donación de cuatro patas de elefante llenas de brandi, se dio el popular coctel, recuerda Luis González; a ese punto ya habían conseguido la atención de la opinión pública, de la prensa y de otros artistas de alcance nacional, todos estaban atentos a sus actividades. Lograron vender piezas mediante subastas trascendiendo con ello el proyecto.
“Hubo espacio posteriormente en la prensa gracias a Carmen Aída Guerra, una amiga muy solidaria; sí hubo gente que nos apoyó anímicamente”, agradece.
“Estaba la prensa, público, se les ofrecieron esos detalles del coctel. Que te quiero decir, claro, inmediatamente la crítica, recuerdo a Antonio Coronado, quienes nos atacaron por la prensa, tratando de subestimar el trabajo diciendo que estábamos copiando a los pintores surrealistas, que éramos unos vagos”, menciona.
Para ese nutrido grupo de artistas independientes aquel evento fue la culminación de su desahogo, algo suyo, un trabajo en equipo que no dependió para nada de las instituciones culturales del estado.
“Fue un préstamo, en ningún momento fue una invasión: fue un rescate enteramente. Tan es así que vino Arturo Moyers, discípulo de Siqueiros a dar una conferencia, Élmer Mendoza participó con sus primeros cuentos, cuando todavía no era el famoso Elmer, esas menciones son significativas para que veas que no nada más éramos nosotros”, resalta.
Fue tanta la aceptación del Espacio Plástico 85 que al siguiente año dicha jornada artística se volvió a repetir, momento en que algunas voces de la UAS propusieron adherirse al movimiento, cosa que para Luis González siempre le pareció una traición.
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Para 1987 los artistas optaron por acudir a otra instancia para conseguir más apoyo, recurrieron a la Casa de la Cultura de la Universidad de Occidente. El ciclo de esa etapa en el Casino concluyó y fue el propio Luis González el encargado de regresar las llaves a los entonces albaceas legales del edificio.
EL CASINO DE LA CULTURA
Con esos antecedentes, Luis sostiene que posteriormente el gobierno de Renato Vega Alvarado invirtió para rehabilitar el edificio, sería el segundo rescate, convirtiéndose en el hoy Casino de la Cultura a inicios de los noventa.
“Ya en ese momento nosotros no dijimos nada, simplemente estábamos de observadores. En ese tiempo ya era otra la dinámica con los artistas y con la institución, no hubo ninguna queja para ellos, al contrario, bienvenidos que se rehabilitara para Casino de la Cultura”, comenta.
Sin embargo, lamenta que con el tiempo también se empezó a lucrar con el edificio, se comenzó a rentar para bodas, eventos; incluso comparte él en el 2007 batalló para que le prestaran el Casino para montar una exposición, ya que se lo querían rentar.
“El Casino fue utilizado para fines de entretenimiento para la misma gente de la administración de DIFOCUR, o sea, se sienten los dueños, es una práctica que continua. Ahora con este nuevo gobierno, pues es falso, todos se volvieron a acomodar, todas están ahí medrando diciendo que no hay dinero, pero para su equipo sí lo hay. Hablamos del ISIC actualmente, hay limitaciones para ciertas personas”, reprocha.
En el presente, ante un inminente proyecto del Museo de la Cultura Sinaloense, Luis González defiende que la actividad cultural continúa en el Casino. Actualmente el poeta Rubén Rivera es el encargado del área cultural del recinto, trabajando, dice, con las limitaciones que le imponen. Por lo que respecta a él, asegura que sigue participando en las actividades culturales.
“Nunca ha habido una invitación a dialogar, y nunca ha habido la intención de rescatar los méritos de quienes entramos ahí primero. No hay nada”.
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