El Puente Negro, esa gran masa de acero.

Esta obra de infraestructura ferroviaria es ya una figura centenaria que ha sido testigo de la expansión de la ciudad de Culiacán. Fue orgullo del gobernador porfirista Francisco Cañedo, quien para su inauguración realizó todo un evento público para invitar a todos los habitantes de la capital sinaloense a finales en 1908.

No era poca cosa, la llegada del ferrocarril y la locomotora a finales del siglo XIX y principios del XX significaba la llegada del progreso y la modernidad, el símbolo de la producción capitalista. El chirrido de los raíles y el sonido estridente del silbato de la locomotora de vapor llenaba de optimismo a sus promotores y gobernantes de la época.

Con el Puente Negro finalmente se rompió el aislamiento de Culiacán con el centro del país, y más aún, comenzó su integración económica con los Estados Unidos.

Aunque es importante señalar que el primer ferrocarril en Sinaloa se inauguró en 1883 con el tramo de Culiacán al puerto de Altata (en la época era puerto de altura). Esta primera línea se denominó Ferrocarril Occidental de México con una extensión de 62 kilómetros, que en realidad era una concesión estadounidense como todos los ferrocarriles en esa época.

Popularmente conocido como Tacuarinero por los habitantes de Culiacán, esta ruta fue aprovechada casi en su totalidad por la familia Almada, una de las más ricas durante el periodo cañedista. Se utilizaba sobre todo para el servicio de carga, en especial para el azúcar producido en el ingenio La Primavera, en Navolato, que tras su arribo a Altata grandes cantidades eran exportados hacia Estados Unidos en barco.

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De acuerdo  a los historiadores Jesús Enrique Quevedo Bueno y Arturo Carrillo Rojas, en “El sistema de transporte terrestre y el crecimiento agrícola regional en el valle de Culiacán, 1907-1970”, entre 1892 y 1908 se transportó un promedio anual de 15 mil 256 toneladas, entre los productos derivados de la caña de azúcar, metales, harina, palo de Brasil, maíz, entre otros.  

Cabe mencionar que durante la etapa del Porfiriato en Sinaloa todavía faltarían algunas décadas para que el estado despuntara en el sector agropecuario, y por el contrario, la industria azucarera con sus ingenios, así como la minería, eran los polos de desarrollo por esos años.

Posteriormente a 1908, el Ferrocarril Occidental de México comenzó un proceso de declive luego de la llegada de la otra empresa estadounidense Southern Pacific, los encargados de construir el emblemático Puente Negro.

La llegada del Sud-Pacífico a Culiacán implicó el arribo de ingenieros estadounidenses, así como mano de obra calificada que se asentaron por un largo periodo en la capital durante todo su periodo de construcción —hay algunos cronistas que aseguran que este grupo de gringos fueron los que trajeron el gusto por el beisbol en la región.

De esta manera, en 1907 inician las obras de su levantamiento bajo la supervisión del ingeniero George Stranahan, quien convivió e incluso asesoró al arquitecto Luis F. Molina para construir el Puente Cañedo, hoy Puente Hidalgo, que conectó a la ciudad con la colonia Tierra Blanca, cruzando por el rio Tamazula.

De ahí que en las fotos históricas del puente en esa época se aprecien estructuras metálicas que se asemejaban, aunque de mucho menor tamaño, a las del Puente Negro. Imaginarse la convivencia de ambas obras de infraestructura al mismo tiempo sin duda sirvió al gobierno porfirista para legitimar su discurso de “Orden y Progreso”.

El proyecto ferroviario de la empresa Southern Pacific en México comenzó previamente en 1905, cuando el consorcio obtuvo la concesión con el Gobierno Federal para la construcción y explotación de una ruta entre Guaymas y Guadalajara; además al poco tiempo se alcanzó la frontera con Estados Unidos.

Tras su inauguración dicho ferrocarril aumentó el tránsito de mercancías y pasajeros entre poblaciones, lo que generó cierta concentración de actividades cercanas a las estaciones ferrocarrileras.

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Francisco Higuera López, en El Puente Negro emblema de la ciudad de Culiacán”, incluso describe que antes de la construcción del puente Almada, cuando comenzó a generarse un parque vehicular motorizado, el Puente negro fue utilizado por muchos años para cruzar el río Culiacán, cuando el vado de concreto quedaba bajo “las aguas enfurecidas” del río.

“De esta manera continuaban el tránsito rumbo al norte o el sur transportes de pasajeros y de carga”, se lee en su ensayo incluido en “Culiacán Tomo l Encuentros con la Historia” publicación coordinada por los historiadores José María Figueroa y Gilberto López Alanís.