El imperativo en el debate sobre los libros de texto para la educación básica consiste en atemperar las dos posturas enfrentadas y proceder conforme a la premisa de qué daña más a las niñas y niños inmersos en procesos pedagógicos: privarlos de los materiales que auxilian los sistemas de enseñanza o bien hacérselos llegar en tanto el análisis especializado determina si son o no adecuados y en su caso reformarlos para el próximo ciclo lectivo.
Al estar próximo el retorno a las aulas lo que falta es el tiempo indispensable para revisar los contenidos de los libros, conocer la opinión de los expertos, saber de los resolutivos de tribunales competentes y esencialmente inducir la observación y vigilancia de maestros y padres de familia en los métodos didácticos, muy aparte todo esto de la discusión que se da con una fuerte carga política por la proximidad de la elección constitucional de 2024.
Podrían tener razón los que desde el segmento opositor hablan de la ideologización de los libros de texto que distribuye la Secretaría de Educación Pública, pero también aquellos gobernadores afines al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, como es el caso del gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, que deciden distribuirlos alegando que una decisión en sentido contrario repercutirá en los educandos y docentes y por ende en la calidad de la instrucción escolar.
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De hecho, la calidad de la enseñanza pública en México está afectada por las consecuencias que la pandemia de coronavirus ocasionó por el cierre de escuelas que, según la misma SEP y la Organización de las Naciones para la Educación, la Ciencia y la Cultura deriva en la involución hasta por cinco años; la anulación de instituciones evaluadoras de las cualidades lectivas, la baja comprensión de alumnos en asignaturas como matemáticas, comprensión lectora y ciencias, así como la eliminación de programas gubernamentales insignia siendo el caso de la Escuela de Tiempo Completo.
Entonces el llamado debe ser a moderar el peso político que echa a perder la ecuanimidad que el tema requiere, tan grave éste como la posible acción ideologizante de los libros.
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Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre, brindándoles a las niñas y niños el derecho inviolable a que mediante la educación con buena calidad y calidez puedan acceder a futuros venturosos, que por cierto no los garantizan ninguna de la partes del diferendo de los libros de texto.
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