Filipinas
En el siglo XVI, el imperio español buscaba en el oriente una ruta a las especias para competir con los portugueses y encontró las islas Filipinas. Por supuesto que no estaban deshabitadas, ya habían tomado contacto los lusitanos y ni siquiera se llamaban así; el nombre se impuso en honor a quien se coronaría como Felipe II, hijo de Carlos V y bisnieto de los Reyes Católicos.
El detalle de la expansión hacia las Filipinas es que se hizo desde el territorio de lo que hoy es México, o como decía la Cédula Real de 1 de junio de 1574: se crea la Gobernación y Capitanía General de Filipinas, que depende del Virreinato de Nueva España.
Lo cual significó que en esta presencia colonizadora se encontraban peninsulares, los menos, criollos y, dentro de la fuerza expedicionaria, los aliados de los de Castillan en la toma de Tenochtitlan y en la guerra contra los chichimecas: los tlaxcaltecas.
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Cagayán
Para 1582, el control de las Filipinas era todo menos seguro. En el noreste de las islas la amenaza de los piratas era constante. Estos grupos de invasores estaban compuestos por una variedad de forajidos de distintas naciones asiáticas: chinos, coreanos, filipinos y japoneses. Entre estos últimos se encontraban exiliados, delincuentes y guerreros sin amo a quien servir.
La isla filipina de Luzón era asolada constantemente por los piratas o wakōs, a raíz del comercio de oro y plata que se daba en las provincias de Cagayán, Gran Manila y Pangasinán. El más peligroso de los piratas en la región era Tay Fusa, también conocido como Tayfusu, que parecen ser transliteraciones de Taifu-sama, es decir, comandante o señor feudal.
La situación era tan grave que el 16 de junio de 1582, Gonzalo Ronquillo de Peñalosa, Capitán General de Filipinas, le escribió al rey Felipe II para hacerle saber del peligro: “Los japoneses son la gente más belicosa que hay por aquí. Traen artillería y mucha arcabucería y piquería. Usan armas defensivas de hierro para el cuerpo”.
Ese mismo año Gonzalo Ronquillo encomienda el asunto de los wakōs al capitán de la armada Juan Pablo de Carrión, quien con setenta años a cuestas alistó una flota de siete embarcaciones de guerra para enfrentar a los dieciocho sampanes de Tay Fusa.
Combates
La primera confrontación se da en las costas de Luzón entre la galera de Carrión, la Capitana, y un sampán que cargaba con más combatientes que los súbditos de Felipe. Tras lanzar una carga de artillería, Carrión dirige el abordaje, pero se ve frenado por la superioridad numérica del enemigo quien además empleaba armas de fuego.
Los piratas hacen retroceder a los hombres del imperio e incluso inician el abordaje de la galera. Replegados, Carrión ordena la formación de líneas: picas primero y arcabuces después. La estrategia funciona y logran detener a los piratas. Providencialmente, en ese momento llega una segunda nave de la flota expedicionaria, el San Yusepe, que dispara sobre el sampán y asegura la derrota de los wakōs.
Con la Capitana dañada por el combate, Carrión y el resto de la flota remontan el río Tajo en la provincia de Cagayán. Ahí se topan con toda la fuerza naval de Tay Fusa sobre la cual descargan la artillería imperial y causan la muerte de más de doscientos forajidos. Por el estado de las naves y puesto que habían detectado un fuerte pirata bien apertrechado sobre la orilla del río, Carrión ordena el desembarco de sus escasas tropas y la construcción de un reducto sobre el cual colocar los cañones.
Los wakōs intentan negociar una salida pacífica y exigen el pago de una compensación por las ganancias que dejarían de obtener. Carrión se niega, los piratas superan a sus fuerzas en proporción de diez a uno.
Al amanecer del siguiente día, seiscientos atacantes se lanzan sobre el refugio confiados en su número, pero son masacrados por las descargas de arcabuces y culebrinas. No obstante, algunos logran llegar al reducto e intentan sin éxito despojar a los defensores de sus picas. Los piratas retroceden solo para lanzar una segunda y tercera ola de asalto. En inferioridad numérica, sin municiones ni pólvora, la fuerza imperial se prepara para la lucha cuerpo a cuerpo.
La batalla se prolongó cuatro horas más. La tropa imperial sufrió entre diez y veinte bajas del total de 40 soldados, 7 peninsulares y 33 criollos; del lado de los wakōs hay historiadores que calculan más de ochocientos muertos en todas las batallas, del total de mil hombres que componían las huestes de Tay Fusa. La derrota fue decisiva y aunque los piratas siguieron causando problemas en los años venideros, ya no representaban una gran amenaza para Filipinas.
¿Samuráis? ¿Tlaxcaltecas? ¿Caballeros españoles?
Los combates de Cagayán son un episodio poco conocido en nuestro país, aunque a últimas fechas ha ganado notoriedad por el énfasis que se pone en el supuesto enfrentamiento de samuráis japoneses contra caballeros españoles y guerreros tlaxcaltecas. Pero ¿es verdad esto?
Hay que aclarar, primero, que en el contingente de wakōs en Cagayán no participaron samuráis al estilo del mítico Kawakami Gensai o el imaginario Himura Kenshin. En otras palabras, entre los forajidos asiáticos no existieron nobles espadachines nipones. Pero es muy posible que entre los exiliados japoneses intervinieran los ronin, es decir, samuráis en desgracia por haberse quedado sin amo o haber caído de su estima. Era muy frecuente que los ronin pasaran a ser delincuentes o bandoleros. Sea como fuere, las crónicas reconocen que la tropa de Tay Fusa se componía de combatientes feroces y valientes.
Por otro lado, en Europa, ciertos autores han reimaginado las batallas de Cagayán como un triunfo de hidalgos españoles sobre guerreros japoneses. Una gesta heroica en la que, sin ayuda de nadie más, enfrentaron con gallardía a un enemigo que los superaba en número. Recordemos que la vía de la Corona hacia Filipinas pasaba por la Nueva España y que algunos recuentos históricos nos hablan de un máximo de 7 peninsulares por 33 criollos novohispanos. De los peninsulares, se dice que 5 o 6 de ellos habían luchado en los Tercios, unidades militares de élite creadas por Carlos V. Con independencia de ello, es imposible negar la destreza y coraje de españoles y novohispanos.
Finalmente, aunque nadie da cuenta de su número, sus nombres, sus aspiraciones o preocupaciones, lo más probable es que guerreros tlaxcaltecas hayan tenido intervención en los combates de Cagayán. No es infrecuente la invisibilización de “los indios” en los informes a la Corona, pues es el autor y los suyos quienes siempre destacan.
Guillermo Calleja, de la Academia de las Ciencias y las Artes Militares, reconoce la presencia de un reducido número de “indios” en Cagayán:
“En su mayoría eran soldados curtidos como guerreros en combates, como los de la Guerra Chichimeca… Pero, además, 400 soldados tlaxcaltecas marcharon con Legazpi a Filipinas, participando en la conquista de Maynilad (donde él fundó Gran Manila) y de toda la isla de Luzón en 1571, como también en los 4 años que duró la pacificación del archipiélago”.
Además, es dable suponer la incorporación a la fuerza expedicionaria de un número indeterminado de miembros de las tribus tagalas, pampangas y bisayas, originarias de las islas Filipinas.
Fueron estos “indios”, de uno y otro lado del Pacífico, los que con mayor probabilidad llevaron la peor parte de los rigores en las cargas de los wakōs y a quienes se debería, no en poca medida, la victoria sobre Tay Fusa y sus piratas.
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Para saber más
- Barrón Soto, María Cristina (coordinadora). La presencia novohispana en el Pacífico insular. Ed. Universidad Iberoamericana, México, 1992.
- Pennock, Caroline Dodds. On savage shores. Ed. Alfred A. Knopf, Nueva York, 2023.
- Sola, Emilio. Relaciones entre España y Japón (1580-1614). Boletín de la Asociación Española de Orientalistas, Madrid, 1979.
- Taladore, Éric. De América a Europa. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 2017.
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