Los hechos de violencia suscitados ayer en la capital del estado, que por la noche derivaron en un saldo de cuatro muertos dentro de dos hospitales, uno privado y el otro público, son el peor regalo que puede dársele a Culiacán en los festejos de 492 aniversario, sin embargo, sí corresponden a la permanente inseguridad debido a la facilidad con la cual los criminales actúan, y la ausencia de los elementos militares y policiacos en torno a las zonas urbanas en que la delincuencia opera.

Desde temprano, el 28 de septiembre aportaba elementos de ser otro día de intranquilidad ciudadana al reportarse el ataque a una persona de ocupación comerciante, en el sector Musala de Culiacán, cerca de un centro educativo, activando la movilización de la fuerza pública de parte del gobierno, y la visible concurrencia del ejército de vigilantes de los que dispone el narcotráfico, conocidos como “punteros”.

El jueves pintaba mal y en las últimas horas del día la acción de los sicarios le dio la razón al olfato ciudadano que percibió la sensación de violencia latente, puesto que al interior de una clínica del centro de la ciudad se desató la balacera que privó de la vida a tres personas, entre éstas a un médico, para continuar en el Hospital General de Culiacán donde hubo otro fallecido supuestamente por autoinmolación después de quitarle el arma a un policía.

La seguridad pública en Sinaloa continúa fuera del control de las autoridades porque es el narcotráfico y sus pistoleros los que deciden cómo y cuándo alterar del orden, en vez de que sean las instituciones de protección a la población las que contengan a los gatilleros y sus arsenales que transitan por donde quieren y a la hora que elijan. Entonces es el crimen el que con sus hechos se adjudica el dominio violento y no el Ejército, Guardia Nacional y Policía Estatal los que con sus operativos puedan atribuirse logros en materia de paz y orden.

Mientras el discurso gubernamental busca sobredimensionar coyunturas de tranquilidad a favor la capital sinaloense, la autenticidad demuestra que nadie puede sentirse seguro en tanto la delincuencia organizada dé evidencias de ganar ventaja frente a operativos, programas de seguridad y la oratoria oficial que insisten en el Sinaloa pacífico.

Es verdad que en otros estados de México o del mundo también hay violencia, y quizá peor, pero a los culiacanenses preocupa la persistencia de hechos de sangre que siembran terror, y la impunidad que siempre resulta a favor de la acción criminal.

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