Culiacán.- Cuando José de la Cruz Coral era apenas un joven tenía el deseo de conocer Sinaloa; su música, sus mujeres, pero sobretodo el Carnaval de Mazatlán, lo hacían imaginar esta región del país como un lugar paradisiaco.

Sin internet en aquel entonces, es difícil imaginarse cómo esta persona se creó dicha concepción, pero asegura que fue simplemente viendo las coberturas que hacía Raúl Velasco, ícono de la televisión mexicana en aquel entonces, sobre el máximo evento turístico y cultural de nuestro estado.

Así lo hizo con apenas 20 años de edad e incluso durante esa primera incursión al Carnaval de Mazatlán de 1970 conoció a su esposa en Olas Altas, con la que lleva más de 40 años de matrimonio.

Don José cumplió sus sueños y recorrió todo el estado.

En una ocasión durante ese primer viaje caminando por las calles de Culiacán tuvo la intención de comprar y estrenar una guayabera, entro a la extinta tienda Macdowell, para su sorpresa, quien lo atendió le explicó que difícilmente iba encontrar esa prenda en todo Sinaloa, ya que en el norte del país no se acostumbraba usarse.

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“Entonces de ahí agarré la idea, cómo era posible que en un lugar donde hace mucho calor no existiera una tienda de guayaberas. Entonces, cuando me regresé a Mérida  fui donde están las fábricas, Guayaberas Tulum fue la primera fábrica con la que trabajé. Llegué, identifiqué quién era el dueño, se llamaba Don Ángel García González, un español. Le dije: ‘señor traigo está idea’, le platiqué de mi viaje a Sinaloa y que me gustaría vender guayaberas en Culiacán”, recuerda.

La impresión de aquel viejo empresario fue simplemente de escepticismo y desconfianza; Don Ángel inició un interrogatorio, que si quién lo recomendaba o qué referencias le podría mostrar. Sin experiencia laboral, la primera idea del hoy comerciante de guayaberas fue traerle a su padre en persona para apoyar la decisión de su hijo.

“Tuve que llevar a mi papá y le dijo, ‘señor yo por mi hijo si él quiere dedicarse a vender ropa pues está bien, yo respondo por él, aquí están mis papeles del ejido, de mi propiedad’. Entonces, con los títulos que tenía mi papá, quedó de garantía. Y empecé con 100 guayaberas, dos cajas de ropa”, comenta.
Con esa primera mercancía José de la Cruz Coral se regresó a Sinaloa a emprender una nueva vida sin garantía de éxito. En un inicio comenzó a ofrecer las guayaberas puerta por puerta, comenzó a visitar los consultorios médicos, las oficinas de gobierno, los bufetes jurídicos; a los meses notó que su esfuerzo comenzó a rendir frutos económicamente hablando.

Al ver la aceptación de sus prendas decidió instalarse de lleno en Culiacán, su siguiente paso fue encontrar un local donde afianzar su negocio. Un día caminando por la calle Rubí entró a una cafetería para refrescarse por unos minutos del intenso calor de verano; ahí le preguntó a la señora que atendía si sabía de un lugar donde ofrecer sus guayaberas.

Para su sorpresa, esa misma persona de edad avanzada le compartió que ella ya tenía planes de retirarse tras 20 años de locataria. Ahí mismo, la señora le propuso traspasarle su local, precisando que en esa época no se acostumbraban las rentas.

“Además, me dijo que me iba conectar con la dueña, la familia Urías. Entonces, me llevó con la señora Urías, le dijo que yo venía desde Yucatán ya que quería poner una tienda de ropa, entonces lo aceptó la dueña”, mencionó.
“Con el tiempo busqué más proveedores, estuve con varias marcas allá en Mérida, yo buscaba que me gustara primero el producto y que los precios no fueran muy exagerados, porque aquí en Culiacán la gente no paga 3 mil pesos por una guayabera, entonces las más baratas las llego a vender en 800 pesos”, precisa.

Con el transcurso de los años su primer proveedor, Don Ángel, murió y con ello su fábrica. Don José también ha visto como otras grandes industrias de guayaberas yucatecas han cerrado como la Meridiana, esta última por la primera devaluación del peso en la presidencia de Luis Echeverría, quienes prefirieron cerrar la fábrica porque tenían más de 300 empleados, la más grande en ese entonces.

De igual modo, a lo largo de estos 50 años con los que cuenta su negocio en Culiacán explica que ha visto las diversas transformaciones de esta industria textil en el país, ya que narra que con la llegada de los gobiernos neoliberales se dejó de crear telas para guayaberas en México. Comenta que las actuales fábricas que han sobrevivido son porque importan materiales de otros países, y ahora solo se dedican a elaborar las guayaberas con productos importados.

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“Todo el material con el que se fabrican las guayaberas es importado, son telas que vienen de Francia, Italia, Chipre, Brasil, Costa Rica. Las guayaberas se fabrican en Tekit, Yucatán, con tela importada, llegan en contenedores; en Mérida hay dos distribuidores de tela para toda la península”, informa.

“Yo trabajo directamente con los dueños, yo no compro a intermediarios, actualmente muchas empresas viene a ofrecerme guayaberas, pero son intermediarios, agentes de ventas. A mí me gusta ir a Mérida y tratar directamente con los dueños”, menciona.

50 AÑOS VENDIENDO GUAYABERAS EN CULIACÁN
A los largo de estas cinco décadas Don José de la Cruz Coral narra que ha visto quebrar y cerrar una infinidad de pequeñas y grandes empresas en Culiacán, pero el Centro de Guayaberas “Mérida” se mantiene en la ciudad.

“Mucha gente si me pregunta cómo he sobrevivido más de 50 años con el mismo producto. Yo les digo que la tienda ha sobrevivido porque vivo con austeridad, yo no conozco un teatro, un buen restaurante, mi comida me la hace mi mujer, yo no como cualquier cosa mi comida es de origen yucateco”, comenta.

Pero lo que sin duda es su clave de éxito comercial es que a lo largo de este tiempo no ha tenido un competidor y se mantiene como la única tienda especializada en guayaberas en todo Sinaloa. De igual modo, porque dice que nunca ha sido intermediario, él distribuye el producto de las fábricas desde Mérida, situación que lo hace vender más barato.

Asegura que una guayabera de tela de lino puede venderse hasta en tres mil pesos en las tiendas departamentales, él las vende en mil. Otra singularidad es que don José no tiene empleados, él es la única persona que vende y atiende su tienda, aunque eso sí, con el apoyo incondicional de su esposa.

SUS CLIENTES
El comerciante de origen yucateco explica que su local es visitado por toda clase de personas. Especial atención ha tenido con el gremio de médicos en la ciudad, ya que muchos de ellos utilizan guayaberas a manera de uniforme en sus consultorios.

Otra giro de suerte en su carrera fue que por más de 30 años estuvo en un local exactamente alado del edificio del PRI, por el bulevar Francisco I. Madero. Estas circunstancias lo orillaron a que nueve gobernadores de Sinaloa se hayan convertido en sus clientes distinguidos, iniciando con  Alfonso Genaro Calderón.

Recuerda a Toledo Corro y Francisco Labastida quienes acudían personalmente, e incluso en el presente comenta que también Rubén Rocha Moya le consume guayaberas, lo mismo sus dos hijos: “sus hijos vienen y me preguntan ¿cuál es la que usa mi papá?”.

“Don Juan Millán desde que se hizo gobernador también fue mi cliente y sigue siendo de mis mejores clientes, porque cuando viene Don Juan Millán él no compra ni dos ni tres, hasta 10 guayaberas se lleva de una visita, ‘cuánto es —20 mil pesos, le digo. Aquí está’,  puros de a 500 o de a mil, él no maneja billetes más chicos y hasta propina me da a veces, así he hecho mi cadena de clientes, porque ven que los jefes me compran y los subalternos también acuden”, se jacta.

Sin embargo, al cliente que más recuerda con nostalgia es a don Juan Manuel Ley López, empresario que comenzó a comprarle guayaberas desde 1970, cuando solo contaba aun con una tienda Ley, la ubicada sobre la calle Rubí, en el centro de Culiacán.

Incluso Don José sostiene que durante está relación comercial no ha tenido otra época dorada en su negocio, ya que el denominado “Chino Ley” entabló una serie de acuerdos especiales con él para vestir siempre a sus guardaespaldas.

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“Él me mandaba a los empleados con un vale para tres guayaberas a cada uno, luego yo le iba a cobrar allá a sus oficinas, cada seis meses le daba a sus trabajadores un vale por tres guayaberas. Entonces, cuando yo ya tenía como 50 vales iba y los hacía efectivo”, explica.

“Sentí mucho la muerte de él porque, cuando murió un 21 de enero, yo me encontraba en Cancún y una hija me marca para contarme esa mala noticia, ‘su mejor cliente, el chino ley acaba de morir’. Don Juan Manuel Ley toda su vida usaba guayaberas blancas con mangas a tres cuartos”, recuerda.

Actualmente asegura que ya no vende tanto cono décadas atrás, sobre todo desde cuando lo obligaron a salir del local que estaba junto a las oficinas del PRI. Don José le achaca al mismo Quirino Ordaz Coppel haberlo expulsado de la tienda donde despachó por 30 años, ya que informa que fue ese partido político durante esa administración que compró todo ese edificio por 15 millones de pesos para expandirse.

Asegura incluso haber visto el proyecto que estaba contemplado para esa lugar, una torre de varios pisos, con subterráneo para los carros de los directivos, “ya hasta tenían maqueta”, se mofa ahora, ya que cuando perdieron las elecciones estatales con Morena, todos esos planes es vinieron abajo.