El primer debate entre las candidatas y el candidato a la Presidencia de México fue un aburrido torneo de lanzamiento de dardos envenenados, sin que la propuesta respecto a los grandes temas nacionales ocupara el lugar preponderante que le habían asignado los electores que esperan saber qué voluntades y programas se esconden detrás de la impresionante aptitud para la beligerancia política.

Centrada la atención en Claudia Sheinbaum, postulada por la alianza Sigamos Haciendo Historia, y Xóchitl Gálvez, de la coalición Fuerza y Corazón por México, el cotejo de capacidades organizado por el Instituto Nacional Electoral dio más material para los memes que para la construcción de elementos de juicio que apuntalen el sufragio libre de millones de mexicanos.

Los arsenales de la descalificación menguaron los argumentos constructivos de cara a emergencias nacionales que no permiten la pérdida de tiempo en banalidades, siendo algunas de estas la seguridad pública para la paz, educación de calidad, salud de primer nivel, transparencia de verdad en el manejo de recursos públicos y la unidad nacional haciendo la función de palanca en la labor de sortear las crisis que ya están aquí o que amenazan.

 

Sheinbaum y Gálvez intentaron hacerse daño entre ellas al posar recíprocamente potentes  lupas que las escudriñan, desperdiciando la oportunidad de dirigir el examen hacia la realidad nacional y los servidores públicos que ofrecieron transformar y sí lo hicieron aunque en sentido involutivo. Lanzaron acusaciones a diestra y siniestra pero no tocaron ni con la suavidad de una crítica a actores y factores que operan para la inestabilidad mexicana.

Y así, con el tema de la corrupción como punta de lanza hiriente, las dos candidatas y el candidato acudieron a asuntos trascendentes de la agenda pública, pero manejándolos con el doble filo que los resalta en la realidad y al mismo tiempo les resulta útil para derribar al contrincante.

El debate de presidenciables que pudo orientar la intención del voto fue al final de cuentas un motivo más para poner a pensar sobre nuestra todavía imperfecta democracia.

 

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