Hace unos años circuló en Internet una referencia a que en la entrada de una universidad en Sudáfrica está un mensaje para reflexión de los estudiantes que dice que: “Para destruir una nación no se requiere de bombas atómicas o misiles de largo alcance. Solo se necesita bajar el nivel de educación y permitir que se copie en los exámenes”. Y añade que en tal caso: Pacientes mueren en manos de tales doctores. Edificios colapsan en manos de tales ingenieros. Dinero es perdido en manos de tales economistas y contables. Humanismo muere en manos de tales religiosos. La justicia muere en manos de tales jueces. La frase concluye con la afirmación “El colapso de la educación es el colapso de la nación”.

Aunque no se especifica de qué universidad se trata, la afirmación es profunda, contundente y aplicable para todos aquellos países interesados en su transformación, pues las grandes transformaciones sociales de las naciones no devienen de las reformas legales –que muchas veces terminan siendo letra muerta— sino de verdaderas y profundas reformas de sus prácticas educativas.

El tema vine al caso a raíz de la publicación de resultados de la prueba PISA 2023 y la necesaria revisión de la conducción del sector educativo con el cambio de gobierno, pues aunque al gobierno mexicano ya no le interesa comparar resultados de evaluación en contextos y culturas tan distintos, la información hacia el interior sigue siendo interesante, pues los resultados de la evaluación de la educación en México son, fundamentalmente, los resultados de la conducción del sector educativo.

El 50% de los alumnos de Educación Superior, no comprende lo que lee

 

Según resultados de la prueba ENLACE 2013, en México, cerca del 50% de los estudiantes de bachillerato no comprendían lo que leían y según los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes de la OCDE en 2023, los resultados de la evaluación no tienen cambios significativos. El problema identificado en bachillerato es transferido al nivel superior, por lo que cabe la pregunta: ¿Cómo pueden llegar al nivel superior los alumnos que componen ese 50% que no comprenden lo que leen?

Sin duda no es un problema atribuible sólo a los maestros y a los alumnos, sino también a las propias autoridades educativas que (con base en consideraciones políticas y administrativas) facilitan el pase de grado, y al contexto familiar y sociocultural en que éstos se desenvuelven. Y aunque las evaluaciones promovidas por la OCDE tienen intenciones comparativas entre países, con propósitos estandarizadores de la mano de obra, dejando de lado la importancia de la formación humanista, los contextos y las diferentes culturas, el problema de los bajos niveles de la comprensión lectora en México es innegable.

Y no se trata de qué partidos estén en el gobierno, sino de la poca importancia que los políticos de casi todos los gobiernos le han dado a la educación en México, al menos en los últimos 40 o 50 años, al considerar al sistema educativo nacional como un medio de control político y plataforma de lanzamiento de políticos a puestos de elección popular, y no como un sistema de formación de las bases de la transformación y el desarrollo cultural nacional.

 

Con excepción de José Vasconcelos y Jaime Torres Bodett, en cuyos periodos se lograron importantes avances en el desarrollo educativo, la mayoría de los secretarios de educación han sido intrascendentes personajes ajenos al sector educativo y en muchos casos, políticos ignorantes de los temas de educación. Esta misma situación se ha replicado en las entidades federativas con la creencia de que se trata sólo de administrar la inercia y no de dirigir la educación, por lo que, con esa percepción, cualquiera puede ser secretario de educación. De ahí que los gobernantes de los últimos 50 años han visto en la SEP sólo a un ejército electoral y de control político y no a un instrumento de transformación cultural y desarrollo social.

Porfirio Muñoz Ledo, con José López Portillo; Jesús Reyes Heroles y Miguel González Avelar, con Miguel de la Madrid; Manuel Barttlet, Ernesto Zedillo y Fernando Solana, con Carlos Salinas; Fausto Alzatti y Miguel Limón, con Ernesto Zedillo; Reyes Tamez, con Vicente Fox; Josefina Vázquez Mota, Alonso Lujambio y José Ángel Córdova, con Felipe Calderón; Emilio Chuayffet, Aurelio Nuño y Otto Granados, con Enrique Peña Nieto y Esteban Moctezuma, con Andrés Manuel López Obrador, han sido personajes que desconocían el sector educativo y sólo lo usaron como trampolín para proyectar su carrera política.

Tres secretarios de educación, en promedio, en cada sexenio, sugieren una conducción cambiante, errática y subvalorada de la educación, a la que difícilmente se le pueden exigir resultados exitosos.

¿Se puede responsabilizar totalmente a los maestros del fracaso educativo en México, cuando en los últimos 50 años han sido dirigidos por políticos ignorantes más preocupados por la proyección de sus carreras políticas que por promover una educación que garantice el desarrollo humano, social y económico de los mexicanos?

Falta liderazgo y compromiso en Educación

 

Si bien no se puede exculpar a los maestros de su responsabilidad en los bajos niveles educativos –también fueron alumnos de educación básica y superior con ese mismo problema—, además de los niveles de inversión de recursos y los contextos socioeconómicos y culturales de las escuelas (si se tratara de comparar resultados con otros países) resulta fundamental la visión del papel que juega la educación en la transformación del país y sobre todo el profundo conocimiento y compromiso educativo que debe tener quien esté al frente del sector, para  hacer lo que sea necesario para el desarrollo educativo.

Sin embargo, resulta ofensivo ver a secretarios de educación más pendientes de los antojos de sus jefes políticos que de las necesidades educativas y más ocupados en eventos de entrega de mesabancos para asegurar votos en su próxima elección, que en las acciones de formación para la vida de niños y jóvenes. Secretarios dispuestos a abandonar el cargo en la primera oportunidad para saltar a cualquier otro puesto menos complicado y más rentable.

Resulta paradójico, por ejemplo, que la formación de profesores de México sea dirigida por un grupo de médicos cirujanos parteros, fracasados en su profesión, mercenarios de la política, que se alquilaron como operadores de la Reforma Educativa de Peña Nieto bajo el mando de Aurelio Nuño, ignorantes del quehacer, la filosofía y la cultura docente, que fueron recontratados por Luciano Concheiro –representante del neoliberalismo, infiltrado en la 4T, que viste con camisa tinta y navega con un discurso comunista—, como premio por haber establecido la Reforma Educativa en las escuelas normales sin tener facultades para ello, algo que ni siquiera los diputados de Peña Nieto se animaron a hacer. ¿Dirigirá la formación de profesores en el próximo gobierno alguien que, al menos, conozca la profesión docente?

Y no se trata necesariamente de que esté al frente de la SEP un maestro, pero sí de alguien que comprenda a fondo la importancia de la educación para la formación humana y la transformación social, que conozca la filosofía, la práctica y la cultura de la profesión docente. Que sea capaz de identificar sus deficiencias y sus necesidades para encabezar el logro de su desarrollo profesional, pues si a un secretario de educación le da lo mismo un maestro excelente y preocupado por la formación de sus alumnos, que otro que no entiende lo que lee, y que no le gusta leer, y por tanto, que no promoverá la lectura ni le enseñará a leer a sus alumnos, y que los pasará de grado para no atenderlos en cursos de regularización, es un secretario que con su omisión, estará contribuyendo al colapso del sistema educativo y al colapso de la nación que dice querer desarrollar y transformar. Y no se trata de obligar a los maestros sino de liderarlos para su desarrollo y su integración a los procesos de transformación cultural y social, más allá de los triunfos electorales.

Es decir, si bien es cierto que se requieren más recursos en infraestructura, equipamiento y salarios, resulta fundamental el liderazgo de quien esté al frente del sector educativo para involucrar y comprometer en la transformación educativa al magisterio y a la sociedad en general. De lo contrario, los planes y programas transformadores de la educación no serán más que letra muerta en documentos, como muchos otros anteriores, desligados de los procesos políticos de transformación impulsados por los gobiernos.

Deficiencia en lectoescritura, determinante del fracaso educativo

 

Aunque en los últimos 30 o 40 años los programas de Español y/o desarrollo del lenguaje en la educación básica han dejado atrás el enfoque gramatical para dar paso a una enseñanza más funcional y centrada en la diversidad de las prácticas sociales de lenguaje, en la práctica sigue teniendo mucho peso el enfoque gramatical, centrado en las reglas de la lectura y la escritura y no en la comprensión y uso del lenguaje.

Diversos estudios sugieren que la enseñanza de la lectura se debe promover desde la educación inicial, desde la primera infancia, antes de la educación preescolar, ya que los niños que están en contacto con los libros, la lectura y la escritura, desde muy temprana edad, tienen menos dificultad para comprender lo que leen, en los niveles educativos posteriores, que los que no tuvieron ese contacto.

 

Esto implica romper el esquema mental desde el que actúan muchos profesores, políticos y burócratas que entienden la lectura como una acción meramente técnica que implica sólo pronunciar las palabras que componen un texto escrito, sin entender que leer es un proceso mucho más profundo y complejo que conlleva desarrollar habilidades del pensamiento como la imaginación, la creatividad, la memoria, la escucha activa, la habilidad para conectar hechos en secuencia, comprender hechos y fenómenos y para construir realidades alternas.

Leer no es un acto mecánico de repetir lo escrito. Leer transforma al lector y a quien escucha la lectura porque le permite desprenderse del mundo material para aprender a navegar en el mundo de las ideas, la imaginación, las emociones, los sentimientos, los deseos y los sueños, principal impulso vital de la realización humana.

Si desde la primera infancia el niño empieza a desarrollar estas habilidades a través del contacto con los libros, las imágenes y la mediación lectora de sus padres y maestros, desde muy temprana edad, podrá ir más allá del mundo de los sentidos para conocer y crear y recrear otras realidades posibles. Con el desarrollo de esas habilidades del pensamiento, el niño no tendrá dificultades para la abstracción y la comprensión de textos complejos en los niveles medio y superior de educación.

Un estudio comparativo relativamente reciente entre niños a los que se les leyó literatura desde muy temprana edad y niños que no tuvieron ese contacto temprano con la lectura, presentan diferencias muy notables en sus habilidades de comprensión lectora. Incluso, el estudio siguiere que los niños que tuvieron acceso a un lenguaje coloquial temprano (cuentos, leyendas, fabulas, fantasías) tienen un mayor grado de desarrollo de su lenguaje y mayor posibilidad de éxito escolar y profesional, que los que sólo tuvieron contacto con un lenguaje fáctico limitado.

La información sugiere que el éxito o fracaso escolar depende, en gran medida, de la promoción de la lectura a los niños en la primera infancia, aunque éstos estén lejos aún de realizar una lectura formal, de acuerdo con las reglas gramaticales, la cuál deberá desarrollar en la educación primaria, después de los seis años. Y aunque es posible que los niños salgan leyendo, en términos convencionales, del jardín de niños, esto no necesariamente implica la compresión de lo que están leyendo, por lo que lo más recomendable es que avance en ese campo a su propio ritmo de acuerdo con su edad.

No obstante, aunque estos estudios se han venido realizando desde hace años, el divorcio entre la investigación y la política, producto del pragmatismo y la ignorancia de los políticos y el desinterés de los gobiernos por atender este tipo de temas, esenciales para la transformación educativa, siguen postergando la posibilidad de superar los bajos niveles educativos y por tanto de generar una transformación cultural y social, en el mediano y largo plazo.

Así, por más que se hable de una gran transformación del país, ésta no pasará de ser una reforma legislativa y política circunstancial del Estado y de las prácticas de gobierno, si no se empiezan a sentar, desde ahora, las bases de una transformación educativa y cultural de las nuevas generaciones.

Y éste es solo uno de los aspectos más relevantes que requieren revisión de fondo para transformar la educación y aunque algunos de estos aspectos ya se encuentran contenidos en la reforma de la Nueva Escuela Mexicana, su aplicación la deberían estar encabezando las autoridades educativas, sin embargo, un estudio para evaluar el avance en la implementación de la reforma curricular 2022, a partir de la consulta a los maestros, realizado por Ángel Díaz Barriga, por uno de los artífices del diseño de la nueva propuesta curricular, sostiene que las autoridades educativas no han estado a la altura de la aplicación de este nuevo plan.

¿Conocen a fondo las autoridades educativas los propósitos, la estructura y la operación de la nueva propuesta curricular de la Nueva Escuela Mexicana? ¿Habrá quien se ponga al frente del proceso de transformación educativa, con sensibilidad y compromiso, que conozca la filosofía y la cultura docente y que potencie su desarrollo profesional y su intervención en la transformación cultural y social de México, esbozada en su transformación política?

 

El verdadero fracaso educativo no son la reprobación ni la deserción escolar, sino la certificación de la simulación educativa; la calificación aprobatoria sin aprendizajes; la certificación y titulación de profesionistas que ni siquiera entienden lo que leen. “El colapso de la educación es el colapso de la nación”.

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO