El estreno, este diez de noviembre, de Black Panther: Wakanda Forever, la más reciente superproducción de Marvel, entre otras sorpresas trae la revelación de que el reino acuático que en los cómics llaman Atlántida, tiene como soberano a Kukulkán, la serpiente emplumada para los mayas, quien es más conocido para los fans como Namor, el submarinero.

La Atlántida es un país inventado por un fortachón luchador venido a filósofo, de nombre Aristocles de Egina. Tal vez conozcan a Aristocles por el apodo que se ganó en las competencias de lucha, Platón, es decir, de espaldas anchas. El filósofo griego creó en sus obras Timeo y Critias una de las historias más perdurables de geografía mítica al escribir que los egipcios hablaron de la Atlántida al sabio ateniense Solón:

“… había una isla delante de ese lugar que llamáis vosotros (o al menos así decís) las Columnas de Hércules. Esta isla era mayor que la Libia y el Asia unidas. Y los viajeros de aquellos tiempos podían pasar de esta isla a las demás islas y desde estas islas podían ganar todo el continente, en la costa opuesta de este mar que merecía realmente su nombre” (Timeo, 24 e).

De acuerdo con la leyenda, la Atlántida se hundió como castigo de los dioses a la soberbia de sus habitantes. En tiempos de Cristóbal Colón se aceptaba su existencia y trágico destino. Por esa razón creían que debían haber quedado restos, como las partes más altas de su territorio que pudieron convertirse en islas. Incluso les dieron nombre y aparecían en los mapas. La más famosa se llamó Antilia y aunque nunca se encontró físicamente, dio nombre al archipiélago de las Antillas en el Caribe.

La idea de que Atlantis fue una sociedad ideal se populariza con el libro La Nueva Atlántida del científico inglés Francis Bacon, publicado en 1627, un año después de la muerte de su autor. Pero si la isla le debe su núcleo de historias legendarias a alguien, es al político norteamericano Ignatius Donelly, quien en 1882 escribió Atlantis: el mundo antediluviano.

Donelly propuso que fue en la Atlántida donde el ser humano pasó de la barbarie a la civilización por primera vez; que el alfabeto procede de los atlantes; que la isla fue el origen de las naciones arias; que ahí dieron inicio las eras del bronce y del hierro; y que los dioses de los antiguos griegos no eran sino los reyes de la Atlántida. La isla, pues, era el paraíso.

Además, Donelly sostenía que Atlantis fue “una nación populosa y poderosa que pobló de naciones civilizadas las costas del golfo de México, el río Mississippi, el Amazonas, la costa del Pacífico de América del Sur, el Mediterráneo, la costa occidental de Europa y África, el Báltico, el mar Negro y el Caspio” (Ellis, Richard. En busca de la Atlántida, 1998, pág. 58).

En el siglo XIX, no cabe duda, la Atlántida estuvo de moda. El vínculo con los antiguos pueblos mesoamericanos fue retomado por Eustaquio Buelna, gobernador de Sinaloa, filólogo e historiador, quien al escribir su Peregrinación de los aztecas, en 1887, afirmó: “… la Atlántida es la que explica más satisfactoriamente las abundantes inmigraciones que debieron surtir de tan diversos pobladores a América”.

Buelna volvió al tema en 1895, durante el XI Congreso Internacional de Americanistas, al exponer su obra La Atlántida y la última Tule. En ella  afirmaba que los nahuas venían de la Atlántida, ya que esta palabra provenía del náhuatl Atlatán que significa “lugar junto al agua”. De ahí se convirtió en Aztatlán y con el tiempo, en Aztlán, la mítica isla de la cual vienen los mexicas.

Códice Boturini Tira de la peregrinación, lámina 1, Aztlán

Así que, si los Mexicas pudieron haber venido de la Atlántida en alguna parte del Multiverso, aunque sea fantasía, no es descabellado relacionar la mítica Atlántida con la cosmovisión de los mayas.

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