El lanzamiento de la película de Barbie nos ha reflejado como sociedad. No tanto por la película en sí, sino por la polémica y los conflictos que ha detonado y la forma en la que nos recuerda que vivimos en la era del resentimiento. A las pocas horas de haber sido estrenada en la pantalla grande, no se hicieron esperar los mensajes de odio. Críticas en las que, incluso aceptando no haber visto la película, la caracterizan como que pisotea valores, a los hombres y a la familiaEs extraño ver cómo basta un filme para volvernos unos contra otros y una vez más segmentarnos en lugar de sencillamente disfrutar la película por lo que es y, si nos motiva, llegar a las reflexiones a las que nos invita. 

Barbie, inspirada en la muñeca que fue presentada por primera vez en 1959 por Ruth Handler, es una película que presenta una sátira de la sociedad, motivándonos a reflexionar con mensajes que trascienden cuestiones de género. No solo nos lleva a pensar sobre las implicaciones de ser mujerpero también sobre la individualidad, el autoconocimiento y las contradicciones con las que vivimos día con día.

No es una película para niños, sino que apela a las generaciones que jugábamos con ella y ya hemos crecido, atreviéndose incluso a criticar a Mattel y a la misma muñeca por el impacto que ha tenido entre las mujeres.

Es por eso que no sorprende que se haya convertido en el estreno más exitoso de una película dirigida por mujeres, con su directora Greta Gerwig que supo transmitir crudas críticas, humor, nostalgia y reflexión en las casi dos horas que dura. 

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Como muñeca, Barbie ha sido considerada un ícono de la moda, con sus más de mil millones de muñecas que se estima se han vendido en 150 países. La empresa que la produce, Mattel, inclusive afirma que se venden 3 muñecas Barbie por segundo. Con la frase “Sé lo que quieras ser”, Barbie se abrió paso en el corazón de personas en todo el mundo, buscando inspirarnos a perseguir nuestros sueños. Sin embargo, en algún punto del camino, Barbie se volvió también un símbolo opresivo en el que encarnaba estándares de belleza difíciles de alcanzar, pues lograba sus sueños y profesiones sin despeinarse un solo cabello o subir unos kilos. Greta Gerwig entiende a la perfección la dualidad en la que oscila el mensaje de la muñeca y lo manifiesta en la película, en la que Barbie busca redimirse al darse cuenta de que vive en un mundo de fantasía en el que definitivamente la existencia de la muñeca no acabó con el machismo ni permitió construir una sociedad justa e igualitaria.

De hecho, la misma Barbie inicia la película viviendo en un mundo alterno: Barbieland.

Barbieland es aparentemente un mundo ideal, con un ligero detalle: está regido 100% por mujeres, dejando a los hombres en calidad de accesorios que buscan constantemente la aprobación y atención de las Barbies. Es un mundo a la inversa: en vez de que la Suprema Corte estuviera conformada por puros hombres, como fue hasta hace algunos años y aun es en algunos países, está conformada por puras mujeres. La presidenta, mujer. Las profesionistas, también son Barbies.

Estamos tan acostumbrados al mundo de hombres, que resulta extremadamente escandaloso invertir los papeles. ¡Se reduce a los Ken a un accesorio! Bueno, ¿no fue así que surge el estereotipo de esposas trofeo en la sociedad actual?

Es en este mundo a la inversa que los Ken se sienten reducidos y oprimidos, dado que toda su razón de existir gira en torno a las Barbies. Eso no es sostenible, nos recuerda la película. No puede haber un mundo perfecto si no hay equilibrio e inclusión. 

La película nos lleva a un choque entre dos mundos: la Barbie estereotípica, como ella misma se hace llamar, y su Ken deben viajar al mundo real en el que se llevan la sorpresa de su existencia al darse cuenta que la realidad dista mucho de parecerse a Barbieland. Por el contrario, hay tristeza, acoso y conflicto, además de que las mujeres no cuentan con representación suficiente… ni siquiera dentro de la empresa que crea a las Barbies. Es ahí que inicia un rompimiento para los personajes: por un lado, a Ken le inspira la idea del patriarcado al sentir que por primera vez en su existencia es respetado, admirado y tomado en cuenta, mientras que a Barbie la destroza enfrentarse a la cruda realidad y a lo que representa para las jóvenes. Eventualmente, esto lleva a un nuevo cambio de roles que una vez más critica con mucho humor y algunas coreografías la absurda realidad del sexismo, sea en el sentido en el que sea. Al final, todos somos personas y por eso contamos, independientemente de ser Barbies o Kens, lo importante es la equidad. La película lleva su mensaje más allá al recordarnos que es sano aprender a estar solos y conocernos como individuos antes de querer ser pareja de alguien más. Redime a Barbie, rescata su mensaje y, al mismo tiempo, libera a Ken de la carga de ser solo un accesorio más al recordarnos que ¡somos suficientemente valiosos (“I am Kenough”)!

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Barbie es una película con un gran sentido del humor, mensajes profundos y retadores, pero que no le falta el respeto a nadie ni busca dividir ni generar debate. Sentirse personalmente atacado por una película es señal de que algo no anda bien con esa persona, más que un juicio sobre la película.

La única guerra de Barbie es contra el sexismo y la exclusión sistemática con base en el género de una manera que despierta carcajadas y lágrimas en los espectadores. ¿Es absurda? ¡Totalmente! Es el viaje surreal de una muñeca en el mundo real, aunque no por ello pierde fuerza o significado. No a todos les va a gustar, es cierto… sin embargo, es una excusa perfecta para reflexionar y para que, juntos, busquemos construir un mundo mejor, sin extremos ni ideologías hirientes, sino con alianzas, acuerdos y sentido del humor. 

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