Conforme la digitalización avanza y se vuelve poco a poco más incluyente, hemos enfrentado los nuevos retos y paradigmas que implica la transición de lo análogo a lo virtual. Las necesidades sociales y económicas recientes impulsaron una aceleración de dicho proceso, logrando en un par de años algunos cambios que esperábamos tomarían al menos una década. Aunque todavía el 40% de la población global se enfrenta a la exclusión digital por distintos problemas estructurales, como la carencia de servicios básicos y la falta de conectividad, el 60% restante ya es usuaria constante del internet, beneficiándose de sus herramientas y complementos a nuestro día a día. En México, la penetración digital es mayor, con 72% de la población siendo usuarios de internet, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Actualmente, hemos logrado trasladar al entorno digital prácticamente todos los ámbitos de la vida humana; desde la espiritualidad hasta los negocios, pasando por el dinero, este complejo constructo humano que dictamina la caída y el auge de imperios modernos. Gracias a la globalización y al internet, en cuestión de milisegundos podemos transferir numerario de un punto a otro del planeta, abriendo la oportunidad a nuevos esquemas de negocio, de producción y de consumo. Hoy en día se ha vuelto posible intercambiar bienes, servicios e ideas a una velocidad vertiginosa. Sin embargo, como usualmente sucede, las nuevas oportunidades llegan de la mano de amenazas inexorables como los ciberataques.
En un mundo donde podemos encontrar prácticamente de todo en línea, la ciberseguridad se vuelve una necesidad imperante para garantizar la privacidad, integridad, seguridad y tranquilidad de las más de cinco mil millones de personas que utilizan internet.
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Mientras más información y recursos llevamos al mundo digital, se vuelve más atractivo para los delincuentes operar en un entorno donde, hasta hoy, prevalecen la impunidad y el anonimato, especialmente si consideramos que un criminal puede atacar a un individuo, empresa o gobierno desde cualquier parte del planeta.
Es así como el delito tradicional ha mutado a modalidades digitales, aprovechando también que cada vez se requiere menor especialización para delinquir en línea. Como resultado, en apenas medio año, los ataques cibernéticos aumentaron en 800%, con un promedio de 4,000 ataques diarios, con estimaciones de que hacia 2030 tendrá lugar un ataque de este tipo cada dos minutos. Esto ha dado origen a preocupaciones antes desconocidas como la protección de datos personales, el fraude con tarjetas bancarias y el robo de identidad como amenazas mucho más frecuentes que antaño. En consecuencia, las fallas en ciberseguridad y la desigualdad digital se encuentran entre los 10 mayores retos que enfrentará la humanidad en los próximos dos años, de acuerdo con el Informe de Riesgos Globales 2022, elaborado por el Foro Económico Mundial.
Dada la gran estructura y organización con la que se comportan criminales digitales de todo el mundo, que llegan a parecer empresas corporativas, sufrir un delito digital conlleva la posibilidad de ser víctima de más. El delito innova constantemente y se transforma, al tiempo que el criminal se especializa a un ritmo superior al que pueden tomar las compañías para blindarse y los usuarios para aprender a protegerse mejor. Se estima que, anualmente, aparecen al menos 20 mil nuevas vulnerabilidades digitales que pueden ser aprovechadas por atacantes para acceder a datos confidenciales o delicados, lo cual ha facilitado la proliferación de modalidades como el ransomware.
El secuestro de información sensible, conocido como ransomware, se ha vuelto también una preocupación entre cada vez más empresas del mundo, pues es un delito que puede tener un gran impacto en las compañías y sus clientes, además de ser costoso y reiterativo. A veces, el robo de información puede deberse a algo tan sencillo como hacer click en un link equivocado. Por si no fuera suficiente, cada vez es más sencillo y barato realizar estos ataques… sin necesidad siquiera de saber programar. Hemos llegado a tal grado que se puede “subcontratar” un ataque de esta índole a una empresa en específico, como si de una industria se tratara.
En promedio, de acuerdo con IBM Security, las filtraciones de datos pueden llegar a costar 9.24 millones de dólares si se dan en el sector salud, y 1.93 millones de dólares en el sector privado. Sin embargo, la afectación de los ciberataques va mucho más allá del daño económico: involucra daño reputacional, pérdida de confianza y, en casos que involucran a gobiernos, inestabilidad política.
México, de acuerdo con la compañía Unisys, encabeza la lista de naciones más preocupadas por los ciberataques en el mundo. Algo entendible si se considera que 7 de cada 10 ciberataques tienen la finalidad de robar la identidad de las personas, volviéndolo el problema digital número uno de nuestro país, ya que el robo de identidad sirve de puerta de entrada para distintos delitos que van desde la extorsión y el fraude hasta el secuestro. La preocupación puede llevarnos a ser más precavidos, pero no es suficiente para evitar ser víctimas de estas nuevas modalidades.
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Para realmente poder defendernos, es urgente concentrarnos en cerrar la brecha digital y concientizar a las personas que utilizamos las redes día con día para aprender a identificar los riesgos y saber cómo reaccionar ante un ataque. La ciberseguridad es crítica en los tiempos que vivimos, además de que es un enorme nicho de oportunidad en el mercado global y, en consecuencia, una opción de profesionalización.
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