En la actualidad, vivimos inmersos en un mundo interconectado donde las redes sociales y la mensajería instantánea han transformado la forma en que nos comunicamos y trabajamos. Si bien estas tecnologías han brindado numerosas ventajas en términos de eficiencia y accesibilidad, también han planteado un desafío importante: el derecho a la desconexión laboral. Es un hecho que el constante flujo de notificaciones y la expectativa interminable de estar siempre disponibles afecta nuestra salud y bienestar, así como crea interferencia en nuestras relaciones interpersonales al fungir como incentivo perverso para estar siempre conectados a nuestros dispositivos móviles que son al mismo tiempo herramientas y grilletes. Es así como en medio del tejido de conexiones digitales surge la preocupación creciente sobre el derecho a desconectarnos: ¿dónde están los límites?

En un mundo de avances tecnológicos, las nuevas formas de comunicación brillan como estrellas en un cielo digital.

Nos permiten mantenernos cerca de nuestros seres queridos, estar informados y entretenernos, pero de tanto brillar a veces nos lastima cuando no logramos desconectarnos, especialmente cuando se trata de nuestro trabajo. Esta hiperconectividad también ha llevado a una difuminación de los límites entre el trabajo y la vida personal. Según un estudio de la Asociación de Psicólogos de Estados Unidos, el 67% de los trabajadores informa que revisa su correo electrónico laboral fuera del horario de trabajo, lo que indica una creciente dificultad para desconectarnos. Inclusive, llegamos al grado de sentir culpa por desconectarnos en fines de semana o al terminar el horario laboral. Esta aseveración se refuerza si consideramos que, de acuerdo con un informe de la Organización Internacional del Trabajo, el 42% de los trabajadores a nivel mundial utiliza la tecnología para trabajar durante sus vacaciones.

La falta de desconexión puede tener un impacto significativo en la salud mental de las personas. Un estudio de la Universidad de California reveló que las personas que revisan constantemente sus correos electrónicos experimentan mayore niveles de estrés. La ansiedad, el burnout y el agotamiento son consecuencias comunes de sentir la presión constante de responder a mensajes y correos electrónicos incluso fuera del horario laboral. Según una encuesta realizada por la Organización Mundial de la Salud, el 40% de los trabajadores considera que la combinación de tecnologías digitales y trabajo las 24 horas del día aumenta el estrés laboral. No es de sorprendernos que, con estas condiciones, el 75% de los trabajadores mexicanos padecen síndrome de burnout.

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Ante esta problemática, ha surgido la necesidad de establecer el derecho a la desconexión laboral. Países como Francia ya han implementado leyes que otorgan a los trabajadores el derecho a no responder correos electrónicos laborales fuera del horario de trabajo. Esto reconoce la importancia de restablecer los límites entre el tiempo de trabajo y el tiempo personal para preservar la salud y el bienestar de los trabajadores. Mucho se habla de buscar el equilibrio entre la vida laboral y la personal, respetar y garantizar el derecho a la desconexión laboral es un paso crucial para lograrlo.

Somos seres humanos, no máquinas.

Necesitamos del descanso y la recreación para mantenernos sanos y funcionales, así como necesitamos de tiempo de calidad con nuestros seres amados. Trabajamos para vivir, no vivimos para trabajar. Nos preocupan todas las crisis alrededor del mundo que asolan diversos ámbitos de nuestras vidas. ¿Por qué no poner un granito de arena para que las personas a nuestro alrededor incrementen su bienestar? Una vez que una persona recupera su tiempo, comienza a crear, a reflexionar, a encontrar pasatiempos, a cuidar de su salud física y mental. Hagamos que nuestros celulares vuelvan a ser herramientas y dejen de ser cadenas. Nos urge adaptar la situación laboral en nuestro país y en el mundo, para construir juntos una mejor realidad.

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En medio del caos digital, es vital recordar que, como individuos, podemos contribuir a mejorar la situación. Se estima que, al menos, 500 millones de personas padecen de adicción al celular en el planeta, de los cuales 26 millones viven en México. Esta situación podría empeorar fácilmente si no hacemos algo, empezando por el ámbito laboral.

A medida que impulsamos el derecho a la desconexión, podemos forjar hábitos saludables que prioricen nuestra salud mental y emocional en un mundo que parece cada día más abrumador.

No se trata de rechazar la tecnología, sino de cultivar una relación consciente y equilibrada con ella. Las herramientas digitales mejoran nuestra vida y fortalecen nuestras conexiones, pero no nos olvidemos que reservar momentos específicos para desconectarnos, respirar profundo y redescubrir la belleza de la vida más allá de la pantalla. Segundo a segundo, estamos construyendo nuestro futuro.

¿Es así como queremos que sea?

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