Reflexiones

María Julia Hidalgo

El circunvecino

Si no hubiera sido porque la geografía de la capital era mejor, lo único bueno que tenía, ellos, los bartolonenses, con todo y sus perros, habrían sido mejores todavía

Los habitantes de San Bartolo son hombres y mujeres orgullosos de su lugar. No hay en los alrededores mejor equipo de beisbol que el que ellos formaron. A quien llega al pueblo le presumen de la visita que hizo Fernando Valenzuela para entrenar en ese campo; más bien el beisbolista buscaba talentos y de San Bartolo se llevó a dos muchachos. Uno triunfó en las grandes ligas, era de los contemplados para el homenaje —ese que está organizando Ramoncito y que pronto ocurrirá—, el otro se perdió en el alcohol por allá por Chicago, dicen que el pobre no tuvo ni para regresar. Mejor que no lo haya hecho, nadie lo hubiera querido, con lo despreciativos que son los bartolonenses. Don Jony Ley estuvo a punto de hacer una casa de descanso en San Bartolo, pero resultó que siempre no, que había mucho perro sin dueño y eso a él no le gustaba. Así que se quedó en la capital sin su casa de descanso. Tan feliz que hubiera sido en San Bartolo con ese río cristalino y frondoso, sombreado por sauces y mezquites admirando el paseo matutino de las vacas bebiendo en el río, lástima que llegó la minera y empezó la contaminación. Ahora el río está un poco seco y las vacas más bien flacas, pero pronto saldrán de esas ruinas y volverán a florecer. Esos prominentes bartolonenses que habían salido para triunfar estaban por regresar y los ayudarían con el renacimiento de San Bartolo, la tierra más próspera de toda región. Si no hubiera sido porque la geografía de la capital era mejor, lo único bueno que tenía, ellos, los bartolonenses, con todo y sus perros, habrían sido mejores todavía. Continuará…

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