En pleno 2020, sigue quedando de manifiesto que aspectos físicos o de identidad tales como el color de piel, género o la orientación sexual aumentan los factores de riesgo: es más probable ser víctima de crímenes de odio o detenciones arbitrarias si no eres un hombre blanco heterosexual.
La gran mayoría de los países, aún los más desarrollados, siguen experimentando episodios de violencia hacia las minorías, poniendo en evidencia que el desarrollo humano colectivo aún deja mucho que desear. Si bien cada vez hay mayor concientización sobre la empatía y la igualdad de todos los humanos, aún nos queda un largo camino por recorrer como especie.
Desde hace un par de días, la mirada del mundo está fija en Estados Unidos. La nación alguna vez reconocida como el bastión de la democracia moderna se ha visto envuelta en manifestaciones violentas a raíz de la muerte de un hombre negro a manos de unos policías. Este hecho reavivó las brasas sobre el tema racial en nuestro país vecino, en donde se calcula que hasta el 88% de las detenciones policiales son a hombres latinos o negros.
La desigualdad distingue colores de piel, preferencias sexuales y género. En México, muchos han manifestado en redes sociales su inconformidad ante los sucesos en EUA y su apoyo a los miles de manifestantes en diferentes estados. Sin embargo, un alto porcentaje de los que hoy levantan la voz contra el racismo, incurren sin querer en prácticas de la misma índole en su país.
En México, una excolonia, el racismo se ha mantenido intrínseco en la sociedad, al grado que muchos ya no lo notan. Desde los chistes hasta los prejuicios, la discriminación basada en la etnicidad se ha posicionado como un mal invisible que tendemos a minimizar con un sencillo “es solo un chiste”.
Es cierto, en México no son los afrodescendientes los que padecen las consecuencias del racismo, sino los mexicanos de piel más oscura. Aparentemente, utilizar como insulto los términos “indio” o “prieto” es inofensivo, sin embargo, esto enmascara una grave realidad: en nuestro país todavía importa el color de piel.
Suena exagerado, pero una rápida revisión de las cifras basta: según la Encuesta Nacional Sobre Discriminación de 2017 (ENADIS 2017), casi el 50% de la población indígena actual percibe que sus derechos son poco o nada respetados. 4 de 10 personas declararon que han sido discriminados por su origen étnico en los últimos años. De igual manera, este grupo se encuentra entre los más afectados por la falta de empleo y la pobreza.
De acuerdo con cifras del INEGI de 2018, la mayor causante de discriminación en nuestro país se relaciona con la apariencia física. De hecho, la ENADIS 2017 estimó que uno de cada cinco mexicanos ha sufrido discriminación dentro del país.
La proporción es alarmante. Aunado a ello, se estima que el 55% de las personas que son de tez blanca van a la universidad, mientras que solo 31% de los habitantes de piel morena logra lo mismo. Es más probable encontrar directivos, jefes o funcionarios de piel clara que de tonalidades oscuras.
Por el contrario, 4 de cada 10 personas morenas se desempeñan como trabajadores de apoyo, agropecuarios o en servicios personales. Entre los mexicanos de piel más blanca, menos de 3 de cada 10 se dedica a estas actividades, las cuales coincidentemente se encuentran entre los estratos profesionales con ingresos más bajos.
Esta separación de la población mexicana basada en el color de piel que suele pasarnos desapercibida ha resultado en un resentimiento social de tal grado, que han surgido grupos enfrentados de mexicanos basado en su clase social. Peor, incluso ha surgido un término peyorativo: “los whitexicans” para referirse a aquellas personas de tez blanca que permanecen aparentemente desconectados de la realidad de millones de mexicanos.
Al hablar de un whitexican, se refiere a aquellas personas que brindan ayuda a otros con tal de tomarse fotos para obtener likes en redes sociales, a aquellos que discriminan y se burlan de otras personas. A pesar de que, lamentablemente, existen personas con esos comportamientos, este personaje se ampara en un estereotipo que engloba y discrimina a las personas por su color de piel, asumiendo que una tonalidad clara los separa de la realidad y les garantiza un privilegio inaccesible para los demás.
En México el racismo ha dividido a la población de manera casi inadvertida, separando y clasificando por nuestro color de piel. Mientras vemos de cerca lo que está sucediendo en el país vecino, corremos el riesgo de ignorar lo que está pasando en nuestro propio país.
Estamos a tiempo de reaccionar, de comenzar a transformar nuestro esquema de pensamiento. Comenzando por evitar insultos o prejuicios que pongan de manifiesto un racismo internalizado, hasta poner de nuestra parte para impedir injusticias y obstáculos basadas en aspectos físicos y de apariencia. Los mexicanos somos mexicanos, independientemente de nuestras diferencias. Es momento de unificarnos como nación y darnos cuenta de que juntos llegaremos mucho más lejos que si permanecemos divididos viendo enemigos en nuestros vecinos, amigos e, incluso, familiares.
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