Reflexiones

Alejandra Maytorena Güémez

Empleo en la era digital

Con ayuda de la tecnología, todas las personas, sin importar su origen o género podrían dedicar su vida a aquello que realmente les apasiona.

Después de cada gran avance tecnológico, despierta la incertidumbre: ¿será este invento el que dejará a miles de millones de personas sin trabajo? Como humanidad, recibimos con cautela los nuevos desarrollos; nos preocupamos por los posibles perjuicios que tendrán para nuestra vida, los posibles impactos en la existencia de las personas.

El miedo a la tecnología no es nuevo: de hecho, es común que después de una gran disrupción surjan movimientos sociales que intentan impedir su avance. La incertidumbre sobre el futuro se encontró detrás de manifiestos sociales y actos de vandalismo en diferentes etapas del crecimiento tecnológico. Por ejemplo, en la Primera Revolución Industrial surgió un grupo llamado Luditas, los que se dedicaron a destruir máquinas y fábricas como manera de combatir un futuro en el cual la tecnología podría remplazar la mano de obra humana.

No obstante, hoy en día muchos hemos visto las increíbles posibilidades de incorporar a la tecnología en nuestra vida cotidiana. Tenemos la capacidad y el conocimiento necesario para comprender que la tecnología no es una competencia sino un complemento que puede transformar nuestra experiencia en sus distintos ámbitos: desde la salud hasta la seguridad, desde la espiritualidad hasta el aprendizaje.

La tecnología, como toda creación humana, es un arma de doble filo que se puede utilizar para mejorar al mundo con un marco de pensamiento adecuado.

El empleo no es la excepción. En una realidad donde casi la mitad de la población mundial vive en la pobreza, un alto porcentaje de las personas trabajan por necesidad y sin grandes perspectivas de superarse. Por falta de formación o de oportunidades, aunado a una imperante necesidad de satisfacer sus requerimientos básicos de supervivencia, pocas personas tienen el privilegio de perseguir sus sueños y dedicarse a lo que realmente les gusta.

Estamos ante un punto de inflexión: en la próxima década se espera que 7 de cada 10 empleos que conocemos desaparezcan. Al mismo tiempo, nuevos trabajos y necesidades surgirán. Como sociedad, aprovechar esa coyuntura será clave para cambiar nuestra cotidianeidad.

Se acerca la posibilidad de construir un mundo diferente, un mundo en el que la tecnología nos permita dedicarnos a nuestras actividades favoritas sin preocuparnos por cubrir nuestras urgencias básicas. La comunión de la Inteligencia Artificial y su capacidad de aprendizaje infinito con la intuición y sentimientos humanos podrían romper todas las barreras que han frenado nuestra evolución como humanos.

Con la tecnología facilitando actividades imprescindibles como la producción de sustento y la construcción, las personas podrían finalmente concentrarse en innovar, crear y diseñar. Generar abundancia, resolver problemas y compartir ideas podrían convertirse en actividades cotidianas alcanzables para la mayoría de la gente.

De esta manera, podría alcanzarse un futuro en el que el trabajo sea para fortalecer a la sociedad y no para poder comer, complementando nuestras carencias en habilidades y conocimientos con la tecnología al tiempo que proveemos aquello que las máquinas jamás podrán reemplazar: el sentido humano.

Con ayuda de la tecnología, todas las personas, sin importar su origen o género podrían dedicar su vida a aquello que realmente les apasiona: sería la sociedad más educada de la historia dedicada a las artes, la filosofía y las ciencias.

Aunque suena lejano, nos encontramos a medio camino: contamos ya con tecnologías que nos permiten materializar nuestras ideas, como la manufactura aditiva que nos permite imprimir en tercera dimensión aquello que creamos o diseñamos. En algunas partes del mundo ya podemos encontrar robots recepcionistas, sin embargo, no sustituyen la calidez del contacto personal. En efecto, las máquinas podrán reemplazar nuestros empleos, pero jamás al espíritu humano.

Como herramienta, el alcance de la tecnología depende en gran medida del alcance de nuestros sueños; de nuestras expectativas y las prioridades detrás de las grandes decisiones.

En lugar de caer en el fatalismo de imaginar un futuro donde la tecnología destruya la vida de miles de millones de humanos al causarles la pérdida de su empleo, construyamos un mundo donde la tecnología nos permita superarnos día con día, fortaleciendo a través de los recursos digitales a nuestro alcance nuestras capacidades.

La tecnología avanza a un ritmo cada vez más acelerado, el cual se incrementó por la llegada del COVID-19. El futuro se acerca también a pasos agigantados: es momento de tomar las riendas y definir la dirección en la que queremos movernos como humanidad.

Imaginemos una realidad en la que ningún otro joven deba elegir su profesión basado en sus expectativas económicas, sino que pueda seguir sus pasiones con la confianza de que sus necesidades básicas podrán satisfacerse con facilidad.

Creemos un mundo cuyo motor sean los sueños y las pasiones; un mundo en el que la pobreza se haya erradicado y nadie vuelva a morir de hambre. Ese mundo es posible, si comenzamos a construirlo desde ahora con el marco de pensamiento correcto: contamos con las herramientas tecnológicas para ello, ¡aprovechémoslas!

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO.

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