Hace tres semanas, el Colegio de Economistas del estado de Sinaloa y COPARMEX organizaron el Foro: Oportunidades para el Crecimiento Económico de Sinaloa. Fue sin duda un extraordinario evento que nos brindó la oportunidad de escuchar, de colegas y empresarios, reflexiones y propuestas que, de ponerse en práctica, seguramente permitirían que Sinaloa tuviera en materia económica, en el mediano y largo plazo, un futuro distinto al que seguramente tendremos si nos dejamos llevar por las inercias que nos han movido en las últimas décadas.

Se abordaron temas relacionados con la industria, con los servicios y con las actividades primarias. Relacionados precisamente con estas últimas, me llamaron particularmente la atención dos participaciones. Una, en la que se habló de las grandes posibilidades que existen y que deberíamos aprovechar para desarrollar actividades productivas que permitieran incorporarles valor agregado a los productos agrícolas, como una de las vías para modificar la estructura productiva de la entidad. Otra, en la que se planteó la pregunta ¿qué sentido tiene abrir nuevas tierras al cultivo en el sur de la entidad si no hemos podido resolver la problemática de comercialización de los productores ya existentes?

Sobre estas dos ponencias quisiera centrar en esta ocasión mis reflexiones. Me anima la idea hacerlo, porque puedo recuperar para ello parte de lo que abordo en un libro que publiqué en 2012 al que titulé NUEVAS VOCACIONES Y PROYECTOS PRODUCTIVOS: EL IMPACTO DE LAS OBRAS DE INFRAESTRUCTURA EN SINALOA.  Se trata de un libro que escribí en colaboración con los doctores Rafael Rentería Zataraín, Benjamín Eduardo Saavedra Núñez del Arco y Baltazar Pérez Cervantes y en el que planteábamos que en el marco de los modelos para el análisis del crecimiento y el desarrollo económico en los ámbitos regionales a partir de la inversión en capital físico (infraestructura), queríamos identificar los impactos más relevantes del desarrollo de infraestructura (Carretera Mazatlán-Durango y Presa Picachos) en la zona sur del estado de Sinaloa y construir los escenarios de adaptación y adecuación de la región para el aprovechamiento integral de las nuevas condiciones impuestas por el desarrollo de infraestructura, con especial énfasis en la identificación de nuevas vocaciones productivas y la adecuación del funcionamiento de las instituciones en concordancia con las nuevas exigencias emergentes.

En palabras más claras, buscábamos plantear cómo las obras de infraestructura, la presa y la carretera, podrían crear nuevas vocaciones productivas en el sur del estado y cómo estas se podrían aprovechar de mejor manera.

La impresión que tengo es que las oportunidades creadas con la puesta en operación con la carretera Mazatlán-Durango se han sub aprovechado al menos en el sentido en el que se señala en el mencionado libro, pero ese es un tema que ya he abordado en otras colaboraciones y al que de nuevo me referiré con mayor detalle en otra ocasión. Me concentraré entonces en lo relacionado con las posibilidades que se estarían generando a partir de la construcción y puesta en operación de la presa Picachos. Dicha obra se concluyó en el 2012, pero ha sido poco después de diez años, hace unas semanas, cuando al fin dio comienzo la primera etapa del distrito de riego de la presa en mención. Constará inicialmente apenas de 2 mil hectáreas y beneficiará a 385 productores del campo de la región. En febrero de 2024, se ha dicho, estará listo el sistema de riego restante que contempla cubrir 22 mil 500 hectáreas en beneficio de 3 mil 172 trabajadores del campo.

Así las cosas, lo que quiero hacer en esta ocasión, es mostrar que, en materia de producción agrícola, la región sur tiene una serie de características que la diferencian de las otras zonas agrícolas de la entidad. Por eso sus problemas, pero también sus soluciones, no tendrían por qué ser los mismos. Mostrar también que, por esa razón, vale la pena pensar en la conveniencia de reforzar las vocaciones agrícolas que tradicionalmente se han desarrollado en la región y plantear la creación, con sentido estratégico, de nuevas vocaciones productivas ligadas, por ejemplo, a la agricultura orgánica y a la industrialización de los productos agrícolas, los tradicionales y los novedosos en la región.

La idea es valorar el potencial productivo de la región sur del estado de Sinaloa tomando en cuenta tanto la posibilidad de producir y vender alimentos frescos, como la de desarrollar procesos de industrialización de productos primarios, como una vía para destrabar la situación de rezago que persiste, no solamente en dicha región, sino en el conjunto del estado. Empezaré con un breve diagnóstico.

La aportación de la región sur a la producción primaria tiene como componentes fundamentales a la pesca, la ganadería y la fruticultura, con participación de cierta importancia de algunos cultivos tradicionales, como el chile verde, así como la actividad forestal que se practica en el municipio de Concordia. En el contexto estatal, el 87 por ciento de la producción pesquera, tanto en volumen como en valor, se obtiene en la región sur; el 10 por ciento de la actividad ganadera estatal le corresponde a esta región; mientras que la actividad frutícola es ampliamente representativa del sur de Sinaloa, principalmente en Escuinapa y Rosario.

Las cifras históricas muestran que ahí ha tenido lugar un proceso de consolidación en estas especializaciones, de manera que, de mantenerse las condiciones actuales, estos productos seguirán formando parte fundamental de la contribución del sur a la producción primaria y agrícola del estado. Un factor condicionante para que este patrón productivo permanezca está implícito en las características naturales en las que se ha desarrollado la actividad agrícola en la región sur. La baja calidad de las tierras cultivables ha orientado este tipo de producción, de manera que mientras no se desarrolle un sistema de riego que permita modernizar la agricultura, dicho patrón de cultivos se mantendrá, pues es de hecho una consecuencia obligada. La búsqueda de una rentabilidad que permita contrarrestar la poca productividad de los cultivos tradicionales cuando se siembran en tierras de temporal, ha propiciado esta orientación en el uso de la superficie.

Cualquier revisión de las cifras en este sentido, nos dice que la siembra de cultivos como el maíz, el frijol, el cártamo o las hortalizas, en tierras de temporal, implican una rentabilidad muy baja, lo que ha inhibido este tipo de cultivos en el sur del estado, en donde las tierras son mayoritariamente de temporal. Como mecanismo de protección frente a este estado de cosas, la región sur ha encontrado en los cultivos mencionados su área de oportunidad, sin que esto quiera decir que se ha desarrollado en consecuencia una agricultura con alta rentabilidad. En realidad, la orientación hacia cultivos como los forrajes y los frutales ha sido obligada por las circunstancias, pues la proporción a favor de las tierras de temporal es muy alta en la región sur, sobre todo al comparar su situación con la que prevalece en el norte y centro del estado.

La rentabilidad de los productos agrícolas que se han consolidado en la región sur es el principal factor que estimula dicha especialización. La falta de tierras de riego en la región ha propiciado que la capacidad productiva se oriente hacia los cuatro productos que ya hemos mencionado. Mientras que los forrajes son consumidos principalmente en la región, el chile verde y el mango se comercializan en los mercados nacionales y del extranjero. El estado de Sinaloa, y particularmente la región sur, contribuyen con más de 24 por ciento a la producción nacional de chile verde, mientras que la producción de mango caracteriza la actividad agrícola de los municipios de Rosario y Escuinapa.

Los agricultores del sur del estado tienen como otro factor que estimula la actividad dedicada a los productos tradicionales, la importancia relativa que han logrado con sus productos en el contexto estatal. Por ejemplo, la región sur produce casi la mitad de los pastos y sorgo forrajero de la entidad, mientras que en producción de frutas y chile verde su participación conjunta es superior al 90 por ciento del total producido en la entidad.

Así, en las condiciones actuales, el sur de Sinaloa ha encontrado su nicho como productor de alimentos en el campo de la fruticultura y de la pesca, debido principalmente a que las condiciones geográficas no han permitido la consolidación de un sector agrícola moderno y productivo. Del total de tierras de riego existentes en la entidad, solamente 2.27 por ciento se ubica en la región sur, lo que impide que la participación de esta región en el contexto estatal sea significativa. En cambio, 20.5 por ciento de las tierras de temporal del estado se ubican en los cuatro municipios del sur, lo que representa una desventaja que en este caso ha sido subsanada con los cultivos perennes.

Como he mencionado, la región sur tiene una participación muy orientada hacia los cultivos perennes tales como los pastos y los frutales, además de chile verde y sorgo forrajero. Fuera de estos cultivos, la participación de la región sur es marginal, pues produce muy poco maíz, frijol y hortalizas. En consecuencia, la agricultura de la región sur tiene sus fortalezas en los pastos, donde su aportación al total del estado es de 45 por ciento, 85 por ciento del sorgo forrajero; además, prácticamente la totalidad del mango y 45 por ciento del chile verde que se produce en la entidad es generado por la región sur.

Como podemos advertir, en las circunstancias actuales, las posibilidades de la región sur están muy localizadas, basando su actividad agrícola en cuatro productos: forrajes (pastos y sorgo forrajero), frutales (básicamente mango) y chile verde. Es evidente que la cantidad de hectáreas que habrán de incorporarse a la agricultura de riego no es suficiente para impulsar de manera importante el cultivo de productos tradicionales como el maíz, el frijol o las hortalizas, cultivos en los que los distritos de riego del centro y norte del estado llevan una ventaja considerable, tanto en extensión como en experiencia. De esta manera, las oportunidades de reconversión de la actividad agrícola en el sur podrían estar en la posibilidad de incursionar en la agricultura orgánica.

Hay que decir que los productores se cambian a la agricultura orgánica por varios motivos. Algunos consideran que el uso de agroquímicos sintéticos es malo para la salud y para el medio ambiente, mientras que otros se sienten atraídos por los precios más altos y el rápido crecimiento del mercado para muchos productos orgánicos. La agricultura orgánica puede representar una oportunidad interesante para muchos productores y puede convertirse en una herramienta importante para mejorar su calidad de vida y sus ingresos.

La orientación hacia la agricultura orgánica puede ser más fácil y rentable para algunos productores, dependiendo de algunos factores como, por ejemplo, si el agricultor utiliza agroquímicos sintéticos de forma intensiva o no, si tiene acceso a mano de obra (la producción orgánica suele requerir más mano de obra), si tiene acceso a fertilizantes orgánicos y a otros insumos permitidos, y si es propietario de su tierra.

Por lo general, en México los productos orgánicos se venden en las ferias agropecuarias y, más recientemente, en supermercados y tiendas especializadas. A pesar de la creciente demanda nacional, los principales mercados para los productos orgánicos son Norteamérica, Europa y China. En un principio, la agricultura orgánica les interesaba sobre todo a los pequeños productores, pero con el crecimiento del mercado, algunos grandes productores han empezado a producir de manera orgánica. Esto ha creado una mayor presión competitiva sobre los precios y la calidad de los productos.

Existen limitaciones técnicas con algunos productos orgánicos en algunas situaciones donde todavía no hay buenas alternativas por el uso de agroquímicos. La mayoría de los productos orgánicos reciben un precio más alto en comparación con los productos convencionales. Sin embargo, aunque es difícil generalizar, se espera que en un futuro esta diferencia de precio se reduzca debido a un aumento en la producción orgánica de algunos productos, con lo que se podrá satisfacer la demanda del mercado. Por otro lado, si bien existe el riesgo de que disminuya el sobreprecio que reciben los productos orgánicos y que, en algunos casos, incluso desaparezca, los productos orgánicos certificados son bien reconocidos en la mayoría de los mercados y, como tales, pueden ser preferidos sobre los productos convencionales.

En México, los principales estados productores de alimentos orgánicos son Oaxaca, Chiapas, Michoacán, Chihuahua y Guerrero, que concentran 83 por ciento de la superficie orgánica total. Los tres primeros, en conjunto, agrupan el 50 por ciento del total. En el país se cultivan más de 45 productos orgánicos, de los cuales el más importante por superficie cultivada es el café, con casi 71 mil hectáreas, equivalentes a 66 por ciento de la superficie total. Después del café se encuentran el agave, aguacate, maíz, sorgo, ajonjolí y mango.

Si bien la superficie que será abierta al cultivo de riego en la región sur no es significativa frente a las extensiones disponibles en los distritos de riego del norte del estado, si puede representar un porcentaje importante de la superficie orgánica del país, lo que constituiría un área de oportunidad interesante para la agricultura que podría desarrollarse a partir de las nuevas condiciones generadas por la puesta en funcionamiento de la presa Picachos y la presa Santa María. Considerando que los cultivos tradicionales característicos del sur del estado ya cuentan con un mercado aceptable, podría resultar inconveniente desestimular su producción. Tomando en cuenta además que la producción de granos como el maíz y el frijol ya tienen extensiones considerables en Sinaloa, las mayores posibilidades para la agricultura de riego que se desarrollará en el sur de Sinaloa a partir de la conclusión de las obras de infraestructura mencionadas se presentan, desde nuestro punto de vista, con el desarrollo de la agricultura orgánica, por las consideraciones ya hechas.

Por lo que corresponde al procesamiento industrial de frutas y hortalizas en la región sur de Sinaloa, hay que señalar que la idea para el desarrollo de proyectos de inversión de esta naturaleza está fundamentada en el sentido de promover la industrialización de frutas que beneficie a los productores de mango, ciruela y papaya, además de diversas hortalizas que se cultivan en los municipios de Mazatlán, Rosario y Escuinapa. Los grupos ejidales y productores particulares deberán participar en este proceso, integrándose como grupo social con el objeto de que se incorporen como accionistas industriales con los promoventes en el proceso de creación de plantas industrializadoras. Cada línea o rubro de producción industrial a desarrollar, se fundamentaría en estudios de mercado, y para ello se tipificarían las características del producto esperado, del proceso industrial de la materia prima, así como de los subproductos y residuos, tomando en cuenta también el tipo y volumen de envasado y presentación comercial.

Asimismo, se tendría que determinar la demanda del producto final en el mercado nacional e internacional y detectar cuántos y cuáles de los productos actuales pueden ser competencia en su comercialización. El sector académico, a través de unidades especializadas, debería participar como apoyo técnico del productor y/o promovente industrial. Los productores frutícolas, constituidos en asociaciones debidamente acreditadas, por su parte, deberían realizar un esfuerzo de coordinación con el objeto de propiciar las inversiones a través de incentivos gubernamentales y facilitar las gestiones y trámites correspondientes para la participación directa en el proceso de producción de la materia prima e insumos de calidad certificada. Los criterios para seleccionar los sitios donde se establecerán las plantas procesadoras estarían sujetos a las normas vigentes en lo que se refiere al uso del suelo, pero también deberá tomarse en cuenta el potencial de la zona específica en lo referente a la cercanía con la materia prima y con los recursos humanos que harán falta para desarrollar los procesos de industrialización.

Los grandes objetivos de esta estrategia serían proporcionar un mercado seguro para la producción frutícola de la región sur del estado, al mismo tiempo que se agrega valor a los productos regionales y; extender y desconcentrar la industria alimentaria para el procesamiento de productos agrícolas y bebidas en el sur del estado, a fin de pasar de exportadores de materia prima a procesadores de la misma en los sitios de producción, en la perspectiva de alcanzar niveles de exportación importantes y consistentes.

La organización y concreción del proyecto estaría a cargo de las uniones ejidales y productores agrícolas de cada municipio involucrado, teniendo como objetivo inicial la búsqueda de apoyos financieros para la realización del proyecto. Entre otros organismos de los que puede obtenerse financiamiento están FIRA, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza, entre otros organismos.

Los proyectos tendrían potencial debido, entre otras fortalezas, al volumen de producción que se ha logrado en la región sur, cuya agricultura descansa precisamente en la producción frutícola. Por otra parte, cabe destacar la cercanía con el puerto de Mazatlán, así como la conclusión de la carretera Mazatlán-Durango, que conecta comercialmente al estado en general, y a la región sur en particular, con el noreste mexicano y el suroeste norteamericano que representa un amplio mercado potencial para la producción local.

Es necesario decir que para aprovechar estas fortalezas resultará fundamental que los productores agrícolas de la región sean capaces de lograr formas organizativas que permitan la cristalización de este proyecto, no solamente en lo que se refiere a la puesta en funcionamiento de las plantas procesadoras que se determine instalar, sino fundamentalmente al aprovechamiento pleno del mercado real y potencial de la producción que se alcance. Es necesario que la capacidad organizativa revierta los problemas centrales que enfrentan este tipo de proyectos, tales como el acceso a tecnología de punta, que se vuelve difícil en la medida en que se dificulta acceder a los apoyos financieros, pues se trata de un proyecto que requiere de fuertes inversiones. El apoyo de los distintos niveles de gobierno también será fundamental.

Creo que ya me extendí demasiado, por lo que aquí termino con un par de comentarios.

El primero. El libro del que he tomado la mayor parte del texto que he compartido, contempla la propuesta y la fundamentación de tres proyectos más. Un proyecto de Parques acuícolas y maricultura para la región sur de Sinaloa; un proyecto para el Desarrollo de turismo alternativo: del Mar de Cortés a la Sierra Madre y; un proyecto para el desarrollo de una cuenca lechera en la región sur de Sinaloa.

El segundo. La publicación en mención se elaboró a partir de una demanda del Gobierno del Estado para contar con un documento que proporcionará elementos que permitieran orientar el aprovechamiento de las nuevas oportunidades que surgirían en la región sur de la entidad a partir de la puesta en operación de las obras de infraestructura (Autopista Mazatlán-Durango-Matamoros y Presa Picachos).

Pasaron ya más de diez años, varias administraciones y siento que ni siquiera lo leyeron. Aunque hubiera sido para criticarlo. Pero todavía hay tiempo.

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO