Durante muchos años, hemos escuchado hablar de la cornucopia que es México; de cómo el país es absolutamente rico en recursos, tomando al pie de la letra aquellas afirmaciones que hizo Alexander Von Humboldt hace alrededor de doscientos años. Sin embargo, el estudio de Medición de la Pobreza 2020 de CONEVAL reflejó un aumento en dos puntos porcentuales en la población en situación de pobreza, alcanzando un terrible 43.9%… situación que a la fecha no da indicios de mejorar. ¿Cómo puede la nación del cuerno de la abundancia enfrentar tal realidad? Algunos teorizan que es debido a una mala distribución y a un desperdicio de los recursos. Para otros, esta situación se debe a que la abundancia de recursos no es tan plena como se planteó en algún momento, aunque se coincide en un elemento: el territorio mexicano cuenta con enorme potencial en materia energética, especialmente, de energías limpias.

En un entorno en el que cada vez más naciones se comprometen en el combate al inexorable cambio climático y buscan transitar a modelos de energía renovables que nos lleven a patrones de consumo más sustentables sin necesidad de sacrificar estilos de vida o tecnologías, son pocas las naciones que se aferran a fuentes muertas y agotables de energía como el petróleo, aquel recurso que enalteció el nombre de México hace tiempo, pero ahora hace que la arena internacional nos cuestione. El petróleo se agota y no es sostenible, además de que contamina. En cambio, la luz solar, la energía del fluir del viento o del agua son inagotables y producen poco desecho en comparación con energías fósiles. Adicionalmente, nuestro país firmó el Acuerdo de París en 2015, comprometiéndose a que el 35% de su energía provendría de fuentes renovables en el año 2024 y 43% en 2030, meta que tal parece que la administración actual ha dejado en el olvido.

De acuerdo con datos de las Secretaría de Energía (SENER), actualmente contamos con infraestructura suficiente para generar energía renovable en un 31%; no obstante, esto no se usa continuamente pues la falta de inversión lleva a que haya intermitencia que debe suplirse con energías tradicionales para no ocasionar escasez de energía. La mayor fuente de energía es la hidroeléctrica, seguida por la eólica y la nuclear, cuando en el norte del país se estima que hay un 95% de días soleados y territorio suficiente para abrir más plantas solares que capten y, sobre todo, almacenen energía para su aprovechamiento. Incluso, a nivel internacional, se estima que más del 80% de nuestro territorio es óptimo para proyectos de producción de energía solar. ¿Dónde quedan esos proyectos?

El mundo se desplaza a distintos ritmos hacia una existencia más limpia y amigable con el ambiente, pero se teme que México se está quedando atrás conforme desairamos las energías limpias. Hace poco más de un año, la SENER advirtió que se incumpliría la meta de generación de energías limpias, debiendo desplazar su cumplimiento al menos hasta 2025 debido, en parte, a las medidas que desincentivan la inversión privada en este ámbito, además que el director de la CFE, Manuel Bartlett, calificó las energías limpias como energías caras de producir.

Nos limitamos a esquemas de producción de energía eléctrica tradicional, sin considerar que es la segunda actividad productiva en México con mayor aportación a la emisión de los gases de efecto invernadero que son tan nocivos para nuestra salud como para el medio ambiente.

Por territorio y recursos, México se llegó a encontrar entre los primeros 10 países más atractivos para invertir en energías limpias del mundo… en 2021, el reporte de EY lo posicionó en la posición 33 de 40, atribuyéndose el cambio a las políticas gubernamentales, la incertidumbre y los obstáculos regulatorios. Esto no solo debilita nuestra posición en el panorama mundial, sino que desperdicia la oportunidad de consolidarnos como una potencia global y, como resultado, impulsar el desarrollo social a través del abaratamiento energético, la reducción de contaminantes, la creación de empleos, la mejora de condiciones socioeconómicas y la apertura a nuevas carreras profesionales.

La desincentivación del discurso gubernamental a las energías limpias no ha sido suficiente para contrarrestar el desarrollo. De hecho, el IMCO encontró que de 2017 a 2021 la energía limpia creció más del 55%, aunado a una reducción de 5.7% en las energías provenientes de combustibles fósiles, ambos comportamientos vinculados con políticas públicas de administraciones previas y decisiones de inversión privada tanto nacional como extranjera que se tomaron en años anteriores. El temor de los analistas se centra en que, en un par de años, se refleje el impacto real de las políticas, las suspensiones a la regulación y el discurso oficial del gobierno mexicano en una reversión a esta tendencia de transición a energías renovables.

Nos encontramos ante un punto de inflexión histórico, en el cual las acciones y decisiones de hoy definirán el desarrollo social y económico del mañana. El cuidado climático no es juego, de él depende el futuro en materia de salud pública y calidad de vida al que podrán aspirar las generaciones que aún no han nacido.

Es un gran momento para apostar por un México de energías limpias y sustentables, permitiéndonos implementar las bondades de la globalización a favor no solo de los mexicanos, sino del mundo.

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