Reflexiones

Francisco Cuamea

Ya no es la planta, es el amoniaco

¿Vale la pena seguir presionando al Sistema Tierra aplicando amoniaco a los cultivos?  

El planeta tiene límites. En concreto son 9 fronteras que los seres humanos no debemos traspasar porque, de hacerlo, la sobrevivencia estará aún más comprometida.

La advertencia es que si como resultado de la actividad humana rebasamos dichos límites, estaríamos acercándonos a un punto de no retorno y el planeta que habitamos dejaría de ser “amable”. Habitable. Con severas consecuencias para la producción de alimentos y, por lo tanto, hambre, pobreza y una más amplia brecha de desigualdad.

Desde 2009, el científico Johan Rockström junto con un equipo de colegas de reconocimiento internacional presentaron el marco de estos límites planetarios con evidencia y método.

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Nueve límites planetarios

Las 9 fronteras son fundamentales para mantener dentro de ellas un espacio operativo seguro para la humanidad.

  1. Cambio climático
  2. Cambio en la integridad de la biosfera (pérdida de biodiversidad y extinción de especies)
  3. Agotamiento del ozono estratosférico
  4. Acidificación de los océanos
  5. Flujos biogeoquímicos (ciclos de fósforo y nitrógeno)
  6. Cambio en el sistema de tierras (por ejemplo, deforestación)
  7. Uso de agua dulce
  8. Carga de aerosoles atmosféricos (partículas microscópicas en la atmósfera que afectan el clima y los organismos vivos)
  9. Introducción de entidades novedosas (p. ej., contaminantes orgánicos, materiales radiactivos, desechos electrónicos, nanomateriales y microplásticos).

En 2015 se demostró que 4 de los 9 límites planetarios ya fueron cruzados como resultado de la actividad humana, de acuerdo con la publicación de un equipo internacional de 18 investigadores en la revista Science.

¿Cuáles son esos 4 límites rebasados? Son el cambio climático, la pérdida de integridad de la biósfera, el cambio del sistema terrestre y los ciclos biogeoquímicos alterados (exceso de fósforo y nitrógeno).

“Transgredir un límite aumenta el riesgo de que las actividades humanas puedan llevar inadvertidamente al Sistema Tierra a un estado mucho menos hospitalario, perjudicando los esfuerzos para reducir la pobreza y provocando un deterioro del bienestar humano en muchas partes del mundo, incluidos los países ricos”, explica uno de los autores de la publicación, el profesor Will Steffen, investigador del Centro y de la Universidad Nacional de Australia, Canberra.

Una de esa 4 fronteras rebasadas, la de los flujos biogeoquímicos, tiene una fuerte relación con la agricultura, pues básicamente significa que hay un exceso de nitrógeno y fósforo en los cultivos sobre los suelos y cuerpos de agua.

Hay una sobrefertilización con amoniaco nitrogenado, en pocas palabras. Los nutrientes que las plantas no necesitan se filtran por el suelo, van a los acuíferos subterráneos y, por consiguiente, deriva en todos los sistemas acuáticos.

Esto se llama eutrofización, la cual a su vez produce zonas muertas. El vertido de nutrientes, como desechos agrícolas o forestales, favorece el crecimiento excesivo de materia orgánica, y provocando, a su vez, un crecimiento acelerado de algas y otras plantas verdes que cubren la superficie del agua, explica el sitio especializado iAgua.

“La eutrofización o aporte excesivo de nutrientes a las aguas costeras es una de las principales causas del aumento de las zonas muertas en los océanos”.

Y el exceso de fertilizantes de amoniaco que arriesgan la vida submarina es una realidad en Sinaloa. Desde 2010, Diana Escobedo, científica del Instituto Politécnico Nacional, comprobó la presencia de eutrofización en el área de Topolobampo y Navachiste, como consecuencia del fertilizante y otros químicos.

“Los resultados muestran una tendencia de largo plazo hacia el enriquecimiento por nutrientes nitrogenados en ambos sistemas”, concluye en su tesis Diagnóstico y Descripción del Proceso de Eutrofización en Lagunas Costeras del Norte de Sinaloa.

“En Topolobampo se observó un cambio en el patrón anual de todas las variables analizadas entre los periodos 1987-1997 y 1998-2007, con valores mayores en la segunda década. La cuantificación de las fuentes de nutrientes, exhibió mayores contribuciones de NID en Navachiste (1,369 t a-1 ) que en Topolobampo (623 t a-1 ), siendo los aportes superficiales (drenes+acuacultura) los de mayor importancia en ambos sistemas, ya que representan el 87.9% de las contribuciones totales en Topolobampo y el 90.8% en Navachiste, seguido por la precipitación atmosférica (Topolobampo: 12.1%, Navachiste: 9.2%)”.

El uso de fertilizantes nitrogenados es “adictivo” porque permite mayores rendimientos de los cultivos y por mucho tiempo su precio era accesible para los productores, hasta que llegó la invasión Rusia en Ucrania que alteró el mercado.

México es de los países con mayor exceso de amoniaco nitrogenado. Por cada hectárea de cultivo, desecha o filtra a mantos acuíferos, canales y, finalmente al mar, 93 kilogramos de este fertilizante.

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Como ya rebasamos el límite planetario de desechos biogeoquímicos, la planta de amoniaco que se proyecta instalar en la Bahía de Ohuira ya perdió toda relevancia, oportunidad y pertinencia.

De acuerdo con el proyecto de Gas y Petroquímica de Occidente, empresa impulsora de la planta, se prevé producir 2,200 toneladas métricas por día de amoniaco anhidro, insumo base en la producción de fertilizantes.

Lo que equivaldría, en un cálculo simple, a la posible filtración del 50 por ciento de esa producción al suelo y cuerpos de agua. Cosa que ya ocurre, sólo que sería con amoniaco de producción local y ya no de importación.

Pero hoy, como hemos visto, los seres humanos, el planeta y la economía sostenible requerimos hoy métodos biológicos en la agricultura.

También es cierto que los fertilizantes químicos van de salida y las soluciones biológicas o tecnobiológicas vienen entrando a su relevo.

El Gobierno federal lo sabe. Por ejemplo, recientemente la Secretaría de Agricultura llevó a cabo el Quinto seminario de Manejo Sostenible del Suelo para la Seguridad Alimentaria: Biofertilizantes.

“El uso de estos microorganismos tiene un impacto no solo en el medio ambiente, sino también en términos económicos, ya que su costo es menor que el de los fertilizantes químicos”, se destacó.

El llamado a la humanidad, a los gobiernos, a las empresas y a los productores es a conservar el suelo, el agua y el aire para seguir produciendo alimentos hoy, pero también dentro de 10, 20, 100 años.

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El planeta no soporta más fertilización química. El equilibrio de la naturaleza está comprometido.

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Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO.

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