Aunque la presentación pública de los ex priístas, políticos de otros partidos, deportistas y otros conocidos personajes como adherentes a las aspiraciones presidenciales de Claudia Sheinbaum ha generado mucho revuelo entre los morenistas, especialmente de líderes con aspiraciones a puestos de elección popular –que argumentan lealtad, autenticidad y derecho de antigüedad, en los contextos locales—, la estrategia nacional ya está definida y los de casa se tendrán que aguantar.
La definición es clara. Los adherentes recién llegados al movimiento de apoyo a la defensa de la 4T que encabeza Claudia Sheinbaum tienen los mismos derechos que los morenistas originales, auténticos o fundadores. No tendrán que hacer cola para obtener una candidatura por Morena, (sólo tendrán que registrarse para participar por la candidatura que les interese y ganar en la encuesta ciudadana). Si resulta que tienen las preferencias de la ciudadanía, podrán ser candidatos para competir por el partido gobernante.
El punto fue explicado con precisión por el gobernador Rubén Rocha Moya, quien figura como referente (recomendador) de muchos de los ex priístas y otros destacados personajes adherentes a Claudia Sheinbaum, entre los que destacan los ex dirigentes estatales del PRI, Jesús Valdés Palazuelos, Cinthia Valenzuela y legisladores como Gloria Himelda Félix, Coni Zazueta, Ricardo Madrid (actual presidente de la cámara de diputados) y Feliciano Valle, así como deportistas paralímpicos y destacados personajes como el escritor Elmer Mendosa y el ex campeón mundial de boxeo, Julio César Chávez.
Se trata, según el planteamiento, de una estrategia nacional de inclusión que busca incorporar a todos los sectores a la transformación. A diferencia del pasado, cuando la izquierda radical no se quería contaminar, ahora se trata de sumar todo lo sumable y el hecho de que hayan participado en el PRI no los excluye, mientras no tengan cuentas pendientes con la justicia.
El acuerdo nacional de inclusión de cuadros y dirigentes de otros partidos que estén dispuestos a sumarse al movimiento de apoyo a Claudia tiene su motivación principal en el interés de obtener la mayoría calificada en el congreso de la unión para poder sacar adelante iniciativas de reforma constitucional que permitan consolidar la cuarta transformación, como la propuesta de que los consejeros del INE electos mediante elecciones ciudadanas, o el incluir las becas en el artículo cuarto constitucional.
La consideración principal para invitar a miembros de otros partidos es que “en todos los partidos hay gente honorable” y aunque su adhesión a Morena no borra su pasado ni los purifica, la condición para aceptarles como adherentes es que no tengan cuentas pendientes. Y aunque su adhesión al movimiento de defensa de la 4T que encabeza Claudia no implica propiamente militancia en Morena (para la militancia tienen que hacer otra solicitud), los adherentes tienen los mismos derechos de participar por una candidatura que los militantes, aun los que tengan más antigüedad.
El acuerdo no excluye de las candidaturas a los morenistas pero tampoco les da derecho de preferencia. Ambos –morenistas y ex priístas o políticos provenientes de otros partidos y personajes ciudadanos destacados— podrán participar en igualdad de circunstancias y obtendrán las candidaturas quienes tengan las preferencias de la ciudadanía, según los resultados de las encuestas, porque no se trata de beneficiar a las personas con una candidatura por Morena (como un premio sin tener méritos), sino de incorporar a los liderazgos para fortalecer la transformación del país. Así, si los morenistas que deseen una candidatura demuestran (en las encuestas) tener más liderazgo que los adherentes, ellos serán los candidatos, pero si no es así, no tendrán las candidaturas aunque sean fundadores, porque no se trata de favorecer a personajes, sino de integrar liderazgos que ganen elecciones con su propio capital político comprometido con la 4T.
No se puede lograr la transformación del país con una postura sectaria y excluyente.
Es necesario sumar a todas las expresiones que estén de acuerdo con el proyecto y estén dispuestas a participar en el movimiento transformador, sin importar su pasado, mientras no tengan cuentas pendientes con la justicia, es decir, mientras no hayan sido acusados y sentenciados o en proceso de sentencia por algún delito o falta grave que vaya contra los principios de la 4T. Esto podría resumir los criterios para la adhesión a expríistas al movimiento de apoyo a la defensa de la 4T, aunque la mayoría de los morenistas con aspiraciones a obtener una candidatura pueden no estar de acuerdo.
UNA NUEVA CLASE POLÍTICA
La estrategia nacional de la dirigencia morenista no sólo pretende ganar la presidencia y la mayoría calificada en las cámaras, sino alentar la formación de una nueva clase política, lo cual implica no sólo a cuadros para la integración de las cámaras, sino también para el propio gobierno. Es decir, no sólo incorporar liderazgos políticos y ciudadanos, sino también, la experiencia y capacidades para el ejercicio de gobierno, pues aunque ese tema no se considera de manera explícita en el acuerdo, lo cierto es que parte de las fallas que se atribuyen a los gobiernos de la 4T en diversas áreas tienen que ver con la improvisación, la inexperiencia y el desconocimiento en el ejercicio de gobierno de quienes están al frente en esas áreas.
Y aunque colocar a algunos políticos ex priístas en los puestos de gobierno no garantiza que éstos conozcan a fondo o sean expertos en esas áreas, si abre la posibilidad de integrar una mirada más abierta, inclusiva y experimentada para la atención y solución de problemas en áreas complejas que requieren no solo de una administración eficiente de los recursos, sino de un conocimiento histórico de los problemas para su tratamiento, como es el caso de educación.
La estrategia nacional de Morena que busca incorporar tanto a políticos provenientes de otros partidos como a cuadros ciudadanos que gozan de prestigio y/o popularidad, es también una cuña para los propios cuadros morenistas que buscan candidaturas a puestos de elección popular mediante acuerdos internos que no garantizan votos y que, como en el pasado, se colgaron de las siglas de Morena y del nombre de López Obrador.
Es decir, aunque Morena tiene una tendencia de votación muy favorable en relación con el frente opositor, sin el nombre (liderazgo y trayectoria) de AMLO en las boletas –que se llegó a considerar un tsunami electoral en el 2018—, en el 2024 cada quien tendrá que sacar sus propios votos para ganar. El color tino y el nombre de Morena ya no será suficiente para hacer ganar a todos sus candidatos, por lo que, aunque su voto duro permite vaticinar el triunfo en la candidatura presidencial, no es garantía de que cualquiera que se inscriba bajo sus siglas vaya a ganar un puesto de elección popular, por lo que Morena tendrá que postular a candidatos con liderazgo y presencia social, con capital político propio que le permita ganar.
Es por eso que Morena no se puede arriesgar a postular a puros morenistas con derecho de antigüedad pero que no generen votos y pretendan colgarse de las siglas de ese partido, de ahí que prefiera postular candidatos populares, con liderazgo, aunque no sean morenistas, pero que le garanticen el triunfo y la posibilidad de obtener la mayoría calificada en las cámaras que les permita avanzar en las reformas constitucionales que contribuyan a consolidar la 4T.
Ante esta decisión, Morena y Claudia Sheinbaum conocen el riesgo de rebelión de grupos y cuadros morenistas, sin embargo, sus cálculos son que el daño político sería menor que el beneficio de sumar a los adherentes, pues quienes tengan liderazgos fuertes en Morena no tendrían problema en ganar las candidaturas en las encuestas aun frente a los ex priístas.
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