Reflexiones

Alejandra Maytorena Güémez

Experimentos en animales: el lado oscuro de la ciencia

¿En realidad queremos seguir considerándonos por encima de todo lo que nos rodea?

Recientemente, una exitosa película nos ha hecho llorar a muchos al presenciar a un científico loco que experimentaba con animales para lograr “una raza perfecta”, sin importar el costo en vidas y sufrimiento de diversas criaturas. Lo desgarrador es que esto está lejos de ser una situación reservada para la ciencia ficción. Imagina que un día eres arrancado del seno de tu familia y de tu hogar, para ser encerrado en una reducida jaula de laboratorio y sometido a pruebas dolorosas e invasivas sin consentimiento.

Suena a una pesadilla, ¿no? Sin embargo, es una realidad cotidiana para millones de animales en todo el mundo. 

Nuestra visión antropocentrista, en la que muchos sienten y se conducen como si la naturaleza estuviera aquí para nuestro capricho y disfrute, como si los humanos fuéramos la única especie sintiente en la Tierra, nos ha llevado por muchos años a un oscuro y controvertido mundo de experimentos en animales. Estos procedimientos, realizados en nombre del avance médico y científico, han llevado a importantes descubrimientos, pero también han desatado un debate ético sobre el trato a los animales y la validez de los resultados obtenidos. 

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Los experimentos en animales son una práctica común en la investigación científica. A lo largo de los años, los animales han sido utilizados en una variedad de estudios, desde pruebas de drogas hasta investigaciones médicas. Aun en la actualidad, se estima que más de 100 millones de animales son utilizados en experimentos cada año en el mundo, incluyendo desde ratones y conejos hasta perros, primates y cerdos. 

Es indudable que los experimentos en animales contribuyeron al desarrollo de la ciencia y la medicina: los primeros estudios de la penicilina se realizaron en ratones y llevaron al desarrollo de uno de los antibióticos más importantes de la historia, al igual que contribuyeron para vacunas como la polio y el sarampión. Sí, los hechos son claros e innegables: las pruebas en animales han sido cruciales para salvar millones de vidas humanas. Sin embargo, nos encontramos en un punto en que la ciencia y la tecnología nos permiten optar por técnicas distintas, transitar a decir:

¡Ya no más al sufrimiento y la muerte de seres indefensos! No podemos negar el pasado, pero sí podemos transformar el futuro. 

Además, hay una creciente conciencia pública sobre el bienestar animal y la necesidad de reducir el uso de animales en experimentos. En algunos países, como en miembros de la Unión Europea, se han implementado regulaciones más estrictas sobre el uso de animales en investigaciones. En otros, se prohíbe experimentar en animales para casos de cosméticos. También hay una creciente presión para desarrollar nuevas técnicas y tecnologías que reemplacen por completo los experimentos en animales.

Una de las principales preocupaciones es el sufrimiento y la crueldad que pueden enfrentar los animales utilizados en experimentos. Los animales son sometidos a procedimientos dolorosos y, en muchos casos, son sacrificados después del estudio. En algunos casos, estos experimentos pueden ser inútiles y no contribuir significativamente al avance científico. Por ejemplo, en un estudio realizado por el New England Journal of Medicine, se descubrió que el 89% de los estudios con animales no son reproducibles. Esto derrumba la idea de que los experimentos en animales son necesarios en todos los casos.

Además, hay diferencias biológicas significativas entre animales y humanos, lo que puede limitar la capacidad de extrapolar los resultados obtenidos en animales a los humanos. Por ejemplo, los ratones tienen una tasa metabólica mucho más alta que los humanos, lo que puede afectar significativamente cómo se metabolizan los medicamentos. Además, los animales no pueden proporcionar información detallada sobre cómo se sienten o cómo se ven afectados por los procedimientos, lo que puede limitar la comprensión del impacto que pueden tener los estudios en su bienestar.

A pesar de la evidencia, eliminar los experimentos animales no se puede hacer de la noche a la mañana. En muchos países, los experimentos son considerados necesarios y obligatorios, como es el caso de las pruebas de seguridad de medicamentos. Para eso, ya hay alternativas modernas: modelos in vitro, cultivos celulares y simulaciones en computadoras han ganado popularidad como alternativas éticas y efectivas que permiten obtener información detallada sobre la biología sin pagar el horrendo precio del sufrimiento animal.

A medida que avanzamos en el siglo XXI, es fundamental reconsiderar nuestra dependencia de los experimentos en animales.

Si bien reconocemos las contribuciones históricas y los avances logrados, debemos sopesar los beneficios con los costos éticos y científicos asociados. El desarrollo de alternativas más humanitarias y tecnologías innovadoras nos brinda la oportunidad de avanzar hacia una investigación más precisa, ética y confiable. Es nuestro deber como sociedad abogar por un cambio hacia prácticas científicas más éticas y eficaces, dejando atrás los días oscuros de los experimentos en animales para dirigirnos a un panorama más compasivo y ético, donde equilibremos el avance científico con el respeto hacia los seres que comparten nuestro planeta con nosotros. Ya es hora de dejar de actuar como amos y señores del universo. Es hora de enfrentar la realidad de nuestro impacto en el mundo y aprovechar los cambios galopantes que vivimos como sociedad. El futuro de la investigación está en nuestras manos, también el de la consciencia social que queremos tener como humanidad.

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¿En realidad queremos seguir considerándonos por encima de todo lo que nos rodea? ¿O empezamos a estar listos para vivir en hermandad con el resto de las criaturas vivientes de la Tierra?

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Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO.

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