Dice un proverbio inglés “no se aprecia el valor del agua hasta que se seca el pozo”, recordándonos la importancia de valorar lo que se tiene antes de perderlo. Sin embargo, enfrentamos una realidad en la que esta frase se vuelve literal a pasos agigantados y, esta vez, no se refiere ya a un solo pozo en alguna hacienda… sino a las reservas de agua potable para la humanidad entera.

El agua es esencial para la vida, no podríamos sobrevivir sin ella. Es tan importante que, incluso, se vaticina que cuando empiece a faltar se declararán guerras para asegurar la mayor cantidad posible de este líquido vital. Suena un panorama casi apocalíptico, sobre todo si consideramos que alguna vez Albert Einstein advirtió “no sé con qué armas se combatirá la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras”, haciendo referencia al potencial de destrucción masiva que tenemos en manos actualmente, uno que bien podría despertar si comenzamos a tener desabasto de este líquido vital.

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Aún así, vemos cómo nuestro planeta se calienta inexorablemente, acechado por sequías de cada vez mayor duración y dejando sin acceso cotidiano al agua a comunidades enteras. Suena exagerado, pero ya en nuestro país lo vemos en prácticamente un estado completo: Nuevo León, donde se vive la peor crisis hídrica de los últimos treinta años. El resultado, además de los inevitables memes con los que los mexicanos lidiamos con la desgracia en un despliegue de humor único, ha sido un descontento de la población y una pérdida económica y de bienestar aun incalculable. Se ha agravado a tal grado la situación, que se ha comenzado a registrar una modalidad delictiva sin precedentes en el estado: hombres armados robando garrafones de agua como si de talegas de oro se tratara.

La escasez y la crisis climática siguen avanzando, sin que se vean cambios significativos en nuestra forma de vida aun cuando Climate Clock nos advirtió que tenemos aproximadamente 7 años para sobrevivir. Pareciera que estamos esperando a que se sequen todos los pozos para valorar lo realmente importante para la supervivencia de la vida como la conocemos. Si el agua se acaba, no importarán los avances de la tecnología, la ciencia, ni mucho menos las tendencias de la moda o las redes sociales.

Hemos contemplado por años cómo se exploran las posibilidades de sobrevivir en otros planetas en lugar de cuidar el que ya tenemos. Mientras tanto, estimaciones de la ONU nos advertían de la crisis del agua como una realidad inminente en la que, de mantener la tendencia actual, en 2025 dos terceras partes de la población global vivirán en zonas con disponibilidad crítica de agua.

De por sí, aun sin escasez de este líquido, la marginación lleva a que aproximadamente el 10% de los mexicanos no tengan acceso a agua potable, al tiempo que 30% sí la reciben, pero no con la calidad ni cantidad suficiente.

Es importante considerar que la cantidad de agua en el planeta se mantiene más o menos constante gracias al ciclo del agua que constantemente la regenera, por lo que la escasez no viene de que haya menos agua, sino de que estamos sobreexplotando indiscriminadamente los recursos existentes. Es un problema estructural que se relaciona con una distribución desigual y abusiva en la que la industria consume en su producción más agua de la que nos llega a las personas. Por ejemplo, la industria del papel y el cartón representa aproximadamente un sorprendente 27% del total de consumo de agua. Esto significa que, al desperdiciar papel y cartón, especialmente aquel de un solo uso, estamos también desperdiciando agua. Así como esto, podemos encontrar el uso de agua para la producción de electrónicos, electrodomésticos y alimentos.

Sobre todo, donde se encuentra un consumo de agua escandaloso es en la industria de alimentos y bebidas chatarra. En un año, una empresa gigante refresquera utilizó más de 280 mil millones de litros de agua, una cantidad que podría haber hidratado a la población mundial por alrededor de una década. Este precio de agua se vuelve exorbitante si además tomamos en cuenta que, para producir un litro de refresco, se necesitan 70 litros de agua en promedio. Poniéndolo en la balanza, es totalmente ridículo. Sabemos que el refresco es dañino para la salud, mientras que el agua nos ayuda a cuidarnos y es la base de nuestra vida… y aun así sacrificamos 70 litros vitales por producir algo que envenena a nuestro organismo y, en ocasiones, es adictivo. 

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No bastan regulaciones y multas, es necesario también generar consciencia sobre lo que consumimos como individuos y el costo que tiene, no solo para nuestro bolsillo, sino para nuestro planeta. Nos ayudaría regresar a modelos de consumo por necesidad y no por capricho, ponderando siempre al analizar el costo – beneficio las implicaciones en el largo plazo. De igual manera, en lo individual podemos poner nuestro granito de arena optimizando el agua que usamos diario para nuestro consumo directo. De manera colectiva, podemos también enfocar esfuerzos en generar mecanismos, tecnologías y políticas públicas que permitan volver más sustentable nuestra existencia, haciendo ajustes en el nombre de nuestra supervivencia. No esperemos a que se seque el pozo. La cuenta regresiva se acelera y nos acercamos a un punto de no retorno, porque tratándose de nuestro planeta, sí puede ser demasiado tarde.

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