El emprendimiento ha demostrado ser un impulsor clave del crecimiento económico.El emprendimiento se refiere al proceso de crear, desarrollar y gestionar un negocio con el objetivo de obtener beneficios económicos.
El emprendimiento es importante porque fomenta la innovación y la creatividad. Y es que los emprendedores están en una constante búsqueda de nuevas ideas y oportunidades para mejorar los productos y servicios existentes.
A través de la innovación, se pueden crear productos más eficientes, sostenibles y competitivos, lo que a su vez impulsa el crecimiento económico de las localidades donde está afianzada una cultura emprendedora.
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Además, los emprendedores pueden identificar y aprovechar nichos de mercado no explotados, generando así empleo y contribuyendo al desarrollo de nuevas industrias.
Sin embargo, a pesar de todos los beneficios que conlleva la creación de nuevos negocios por cuenta propia, en Latinoamérica ha tomado popularidad una idea socialmente perniciosa que posiciona al emprendimiento como una virtud contrapuesta a la supuesta mediocridad del trabajo asalariado.
Hay, por ejemplo, un curso sobre emprendimiento y educación financiera que publicita el famoso presentador de televisión, Marco Antonio Regil, que retrata muy bien la ética de este nuevo discurso:
“Trabajas y trabajas, durante muchas horas, incluso durante los fines de semana para sostener a tu familia, te falta tiempo para pasar tiempo con tus hijos y para hacer las cosas que realmente te gustan…
…sorprendentemente no estás solo. Muchísimas personas están pasando exactamente por lo mismo. La inflación y la falta de recursos lleva a millones de personas a trabajar sin descanso lo que les impide tener la calidad de vida que desean y dedicar el tiempo necesario para la familia”
En el mismo sentido, en internet abundan cursos ofrecidos por coaches que animan a las personas a dejar su trabajo, para comenzar a invertir en instrumentos que generan grandes dividendos que te permitirán disfrutar de la vida mientras el dinero trabaja para ti.
El problema con este tipo de narrativas es que nos hacen creer que trabajar es una situación degradante, cuando, por el contrario, el trabajo en cualquiera de sus modalidades dignifica la condición humana. Pero además, evade el problema real del mercado laboral, que es la precariedad sistémica, evitando la toma de conciencia colectiva necesaria para la lucha por mejores condiciones de trabajo.
Este discurso además oculta la dinámica desigual en la que se desarrollan los emprendimientos, sobre todo en los países en vías de desarrollo y con altos grados de corrupción e influyentismo, haciendo parecer que las oportunidades de éxito son iguales para todos los agentes económicos y que no existen disparidades en función de clase, género y hasta color de piel.
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Más aún, ignora que la mayoría de los emprendimientos que ocurren en latinoamérica terminan por constituir negocios de muy bajo valor agregado, muchas veces en la informalidad, esto debido a las disparidades en el acceso y distribución de los recursos entre la población.
Por todo lo anterior, resulta necesario crear una nueva narrativa en donde el emprendimiento y el trabajo asalariado no se vean como dos ideas contrapuestas. Y que se entienda que para que ambos sectores prosperen, se requiere de la intervención del Estado.
Los pequeños emprendedores, deben saber que sin capital social ni económico suficiente, sus negocios terminarán por ser desplazados del mercado por competidores más poderosos.
Los inversionistas deben estar conscientes que las inversiones de alto riesgo, que prometen altas tasas de retorno, por lo general terminan siendo estafas que comprometen los ahorros y el patrimonio de sus familias.
El estado, por su parte, debe implementar medidas para potenciar el crecimiento de los negocios. No basta la iniciativa individual. Los emprendimiento en las regiones más prósperas por lo regular están enlazadas a una industria motor que imprime dinamismo en toda la economía.
Por el contrario, en lugares poco competitivos, los emprendimientos terminan por incrustarse en la economía de servicios poco calificados, comercio al por menor y hasta en la informalidad. Estos entornos a la larga terminan por ser más desgastantes e inestables para la clase trabajadora, porque están fuera de los esquemas de protección social que brinda el Estado.
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El reto, por lo tanto, no solo está en el apoyo al emprendedor mediante microcréditos y ayudas para elaborar un plan de negocios. La tarea fundamental de los gobiernos es la de fomentar polos de desarrollo regional mediante el impulso a la educación, la ciencia, la tecnología, los campos creativos, la infraestructura adecuada y las normas que posibiliten el estado de derecho en materia económica.
Esto ayudará a la aparición de industrias de alcance global incrustadas en la economía del conocimiento, las cuales tendrán la capacidad de impulsar emprendimientos mucho más dinámicos, al mismo tiempo que se alentaría la creación de empleos de calidad.
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