La guerra que viene en educación
La “batalla madre” será en la estructura y las escuelas
En el 2018 se ganó la batalla electoral, en el 2019 se ganó la batalla legislativa en educación, actualmente se libran las batallas política y judicial –la oposición ya consiguió fallos contra la desaparición del programa de Escuelas de Tiempo Completo y contra la aplicación del nuevo plan de estudios de educación básica que se implementará en el 2023— , aun así, seguramente también se ganará, pero la verdadera gran batalla que definirá si la 4T se ancla para generar la gran transformación que pretende, o se diluye, es la que no se ve ni se expresa públicamente, la guerra de la inercia y los intereses creados, la guerra silenciosa del boicot ante los cambios, donde no hay colores, solo intereses.
La inercia burocrática y las complicidades político electorales, amalgamadas durante décadas para crear un sistema de privilegios y perversiones, contrarios a los intereses educativos, representan hoy el mayor obstáculo para la transformación educativa legislada en pos de la 4T, porque no se trata de una lucha abierta, sino silenciosa, soterrada, oculta en un doble discurso de aceptación institucional y sabotaje.
La intención es clara. Que la 4T fracase para que no alcance a tocar sus intereses.
Sus cálculos son que solo es cuestión de tiempo, de esperar el fracaso, convencidos de que quien pretende el cambio no tiene capacidad para hacerlo, pues quien tiene poder no conoce el sector y quien conoce el sector no tiene suficiente poder.
Abajo, donde se esconden los intereses añejos, la apuesta es a que le 4T no pase de ser un mero discurso y el nuevo plan de estudios sea solo un documento más al que hay que hacerle vacío para que no cambie nada que pueda afectar intereses, con la percepción de que los generales de la 4T en el poder no conocen el campo de batalla ni a sus enemigos y de que, algunos, ni siquiera pueden distinguir a los aliados de los adversarios en esta lucha. Pero en esta batalla no todo es blanco y negro, también hay muchos matices, por lo que, pasada la emergencia que concentra ahora la atención en la obra material, la alianzas en el campo de batalla, serán fundamentales para el cambio.
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Sin embargo, la guerra por el poder en el sector educativo, cuyo resultado definirá si se queda la 4T en educación para generar la gran transformación legislada, o desaparece, apenas inicia. La prueba de fuego será la aplicación del nuevo plan de estudios de educación básica en el 2023, que contempla cambios radicales en la forma de enseñar –y al que le pretende hacer vacío—, pero también la elección del 2024, que permitirá reformar equipos y estrategias para reorganizar la batalla por la transformación en el campo educativo.
AMLO NO ES “MONEDITA DE ORO”
El presidente Andrés Manuel López Obrador no es “monedita de oro” para caerle bien a todos, pero si le cae bien a la mayoría de los mexicanos. Cerca del 30% de la población votó en su contra y lo sigue estando, alentada por miembros de las élites conservadoras y grandes beneficiarios de los gobiernos de las últimas cuatro décadas en México. Sin embargo, a pesar de las críticas, algunas fundadas y muchas infundadas, el presidente sigue teniendo el apoyo de más del 60% de la población que considera que, por primera vez, se le está haciendo justicia.
Las reformas estructurales y prácticas promovidas y ejecutadas por el gobierno del presidente López Obrador en los últimos cuatro años podrían considerarse el inicio de una gran transformación que afecta fuertes intereses de poder construidos y consolidados por las élites económicas en cerca de medio siglo, por lo que su reacción y dura crítica es natural, pues ven afectada su forma de vida construida a base de un sistema de privilegios.
Es poco probable, entonces, que se termine la confrontación en el corto plazo. Para consolidar los cambios se tendrá que trascender a este sexenio, pues no sólo implica reformas legislativas en el corto y mediano plazo, sino reformas profundas en la vida pública que sirvan de marco a la construcción de nuevas formas de vida y de relación social que den paso a un nuevo equilibrio basado en la equidad y la justicia social.
Ganar la elección presidencial en el 2018 y la mayoría de las gubernaturas de los estados en el 2021, así como la mayoría en el poder legislativo federal y en las entidades federativas, fue apenas el primer paso y una oportunidad para que quienes llegaron al poder demuestren que son capaces de concretar esa transformación, de construir las bases de una mejor sociedad.
El reto es enorme y no está nada fácil. No basta el discurso transformador si no se acompaña de las acciones y las obras que lo confirmen y si no se muestra la voluntad y la capacidad de escuchar, corregir y mejorar permanentemente su desempeño. En este sentido, los gobernantes en turno no se pueden equivocar.
NO BASTA REFORMAR, HAY QUE APLICAR
La educación ha sido el vehículo para que los cambios revolucionarios se traduzcan en grandes transformaciones sociales pero, para lograrlo, ha sido necesario transformar sustancialmente el contenido y la forma de hacer la educación. Y para ello, no sólo hay que legislar y diseñar cambios en los de planes de estudio, sino, lo más complicado: aplicar, sobre todo porque la aplicación afecta intereses creados y enraizados durante décadas.
Durante el período de La Reforma juarista en México, el gobierno liberal legisló una educación “libre” y basada en la razón con una perspectiva positivista, pero la sola reforma no fue suficiente ya que los únicos maestros que había en esa época eran sacerdotes católicos que “libremente”, siguieron impartiendo una educación confesional –que defendía los valores de los grupos conservadores—, por lo que fue necesario impulsar una nueva reforma para cambiar el concepto de educación “libre” por el de educación “laica” (que establecía que no se podría profesar la enseñanza religiosa en las escuelas) y, al mismo tiempo, poner en marcha una estrategia para la formación de profesores laicos que promovieran una educación positivista y afín a los valores liberales.
Por su naturaleza, la educación es un espacio ambivalente que juega un papel de reproducción de las relaciones sociales dominantes, pero también un espacio de resistencia y de creación alternativa que depende, en buena medida, de la coyuntura o la circunstancia que vive la sociedad en ese momento, pero también, de la visión de los gobernantes en esa circunstancia.
No se puede hacer una gran transformación social, inclusiva y democrática, enseñando los mismos contenidos orientados a conservar los valores del individualismo que se pretende cambiar.
El papel de la educación, entonces, como señala el doctor Rocha, no es transformar, sino formar de acuerdo con los cambios sociales y las reformas impulsadas por los gobiernos, es decir, consolidar los cambios que lleven a generar las grandes transformaciones.
Para consolidar los logros de la revolución mexicana de 1910, contenidos en la constitución de 1917, no solo fue necesario enseñar a leer y escribir a la población e impulsar la generalización de la educación básica, sino usar a la educación para construir el desarrollo social, vinculando los aprendizajes de las aulas con la vida cotidiana, con la organización comunitaria para el desarrollo social y en esta labor fueron fundamentales los maestros que no sólo se dedicaron a dar clases en las escuelas sino que se erigieron en los principales agentes para el desarrollo comunitario.
Es decir, no es con una educación encerrada en las escuelas, desvinculada de la realidad social, que promueve y enseña los mismos contenidos y valores que se pretende cambiar, la que ha logrado las grandes transformaciones sociales, sino una educación acorde a las nuevas visiones y cambios apoyados en las grandes reformas las que hacen posible formar una nueva cultura en las nuevas generaciones.
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EDUCACIÓN Y CAMBIO SOCIAL
Ejemplos de la educación puesta el servicio de la transformación social a través de la historia podemos encontrar muchos. Durante el siglo XX, la pedagogía de Antón Makarenko, que vinculaba la educación con la vida cotidiana con disciplina, con una orientación de trabajo comunitario, socialista, fue fundamental para la reconstrucción nacional de Rusia después de la revolución de 1917-1923 que daría paso a la constitución de la URSS.
Célestin Freinet fue determinante en el cambio educativo en Francia con una propuesta basada en la experiencia y la vida cotidiana como su principal método de aprendizaje y construcción del conocimiento, a pesar de que en su momento fue satanizado por las élites francesas. Paolo Freire lograría una gran influencia en los movimientos de transformación social en Brasil y en toda América Latina a mediados del siglo XX con la “educación problematizadora” centrada en el diálogo como su principal fuente de aprendizaje, con un sentido profundamente humanista, esbozada en la Pedagogía del Oprimido.
¿EDUCACIÓN SUBVERSIVA?
Durante el siglo XX la educación se convirtió en un factor detonante del cambio y la transformación social, con un alto potencial subversivo, empoderante, peligroso para quienes, habiendo surgido de sus propios movimientos revolucionarios, pretendían ahora mantener las nuevas relaciones de dominación y control social corporativo, por lo que fue necesario encerrar a la educación en las escuelas y separarla del contexto que podían transformar.
Así, la educación se volvió, principalmente, una estrategia de reproducción de las relaciones sociales de dominación, asegurando la estabilidad social y política, delimitándose a una función de movilidad social individual pero también individualista, que se llevaría al extremo a partir de la década de los años 80s y que se consolidaría durante el periodo neoliberal, que puso en boga la educación por competencias, la cual profesaba el individualismo como su valor máximo, escondido en el discurso de las habilidades para el trabajo.
Hoy, en México, se han hecho reformas que prometen una cuarta gran transformación social del país, no obstante, para que los cambios logrados y por lograr se consoliden se requiere transformar la educación, sus contenidos y sus métodos, pero sobre todo, se requiere liberarla de las aulas donde ha permanecido encarcelada por más de medio siglo, separada de la realidad social. Se requiere volver a ponerla en contacto con los padres de familia, con las comunidades, que sirva para resolver problemas de la vida cotidiana, en una comunicación estrecha, de diálogo y de interacción social reflexiva, inclusiva, participativa y transformadora.
HAY QUE ATERRIZAR
En esta perspectiva, las reformas legislativas no son suficientes. Para concretar las ideas y aspiraciones del legislativo hacia a una gran transformación social, como la pretende el presidente López Obrador, es necesario diseñar y aplicar las estrategias que permitan concretarlas las reformas en la práctica y ahí está por comenzar ahora la gran batalla que definirá si se materializa o se diluye la 4T en educación. La oposición ha logrado fallos judiciales en contra de la desaparición del programa de escuelas de tiempo completo y acaba de conseguir otro para detener la ejecución del piloteo del nuevo plan de estudio de educación básica que se pretende generalizar en el 2023, sin embargo, la gran batalla, la más difícil de ganar en educación, ya no es electoral, ni legislativa, ni judicial, sino la batalla por el poder al interior de la propia estructura del sector educativo donde subyacen añejos vicios que han ido formando una cultura patrimonialista –de la educación y del sector educativo— amparada en compromisos político electorales durante más de medio siglo.
No se pueden echar las campanas al vuelo sólo por haberse aprobado las reformas legislativas si no se repara en las resistencias –para su aplicación— que presentan los adversarios políticos derrotados en el congreso, pero sobre todo, las resistencias mucho más complejas que presentan los actores y protagonistas del proceso educativo, que empiezan a ver afectados sus intereses, o que ven alterada su zona de confort ante los cambios. La guerra que viene, si se mantiene la voluntad de transformar la educación que permita consolidar el cambio social, es inevitable, pero no será en los medios de comunicación, ni bajo la luz de los reflectores, sino en la sombra, en la vida cotidiana de las estructuras y las escuelas, donde ya no importan los colores, solo los intereses. Donde chocan los ideales con los intereses particulares.
OBSTÁCULOS Y ALTERNATIVAS
Esta no es tarea fácil, pues se requiere, en primer lugar, que quienes están al frente de la educación comprendan que su papel no es sólo administrar y controlar la inercia de la burocracia educativa, sino potenciar el valor transformador de la educación.
En segundo lugar, hay que enfrentar el sentido de propiedad única que priva en las escuelas sobre la educación, pues aunque se reconoce la incapacidad de las escuelas para atender de manera integral la formación de los estudiantes, existe un rechazo implícito a la participación de los padres y otros actores sociales en la tarea educativa.
En tercer lugar, hay que re formar a los profesores con una perspectiva social de la educación que permita trascender las aulas y asumir el liderazgo educativo en la relación escuela-comunidad.
En cuarto lugar, diseñar una política de apoyo a la vinculación escuela-comunidad y encontrar los mecanismos y espacios para promover y estimular una educación social comunitaria, pues si bien, hay ya programas de capacitación de profesores en servicio en este sentido, se carece de una política que complemente y estimule la aplicación de proyectos educativos de impacto social.
En quinto lugar, y uno de los aspectos más importantes, se requiere formar visión y liderazgo, tanto en los maestros como en las autoridades. Se requiere encontrar quien se ponga al frente en el campo y tenga el liderazgo suficiente para convencer y encabezar los procesos de cambio, no solo para ordenar desde una posición administrativa.
Y en sexto y último lugar, se requiere socializar la propuesta educativa más allá de las aulas para conseguir una gran alianza social (real) Profesores-Padres de familia-Comunidades, que permita generar sinergia en diversos espacios y frentes que contribuya a concretar las aspiraciones de la 4T.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO.
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