Reflexiones

Alejandra Maytorena Güémez

La pandemia invisible: la amenaza a la salud mental

Es esencial entender que no estamos solos, que la humanidad entera se encuentra en un punto de inflexión después del cual nada volverá a ser igual…

Recibimos el 2020 con brazos abiertos; con propósitos listos para ser cumplidos, planes de conseguir aquello que consideramos esencial en nuestra vida. Para algunos, la meta era conseguir una membresía en el gimnasio, comprar el anhelado auto con lo ahorrado o inscribirse a un nuevo diplomado. Para otros, lo esencial era conseguir un trabajo distinto, conseguir su propia casa o emprender su propio negocio.

Comenzamos el año como tantos anteriores, sin esperar que esta vez nada sería igual. La pandemia nos alcanzó antes de que lográramos procesarla como una realidad. Ignoramos que el 2020 marcaría un antes y un después y nos preparamos para afrontarlo de la misma manera que siempre lo habíamos hecho.

Sin embargo, la realidad fue muy distinta a lo que esperábamos: nos toca vivir una época que rompe paradigmas; un momento de la historia que muy probablemente será recordado como el momento en el que ya nada volvió a ser igual. La pandemia transformó nuestras vidas y nos mostró lo frágil que era nuestra normalidad.

De la noche a la mañana, todo lo que dábamos por sentado cambió: nuestra rutina, nuestros planes, nuestras formas de hacer las cosas. Algo tan sencillo como ir al supermercado se convirtió en una actividad de alto riesgo y los abrazos en armas mortales. Un día fuimos a las escuelas, al cine, conciertos y a la oficina… y al día siguiente nos quedamos en casa los que teníamos la oportunidad de hacerlo. No hubo tiempo de despedidas ni fechas límite en el horizonte, simplemente una estrategia para impedir la propagación de un virus letal que ha trastocado cada uno de los aspectos de nuestra vida.

El costo de esta situación ha sido de una magnitud mucho más allá de la económica, con un precio que aún no hemos alcanzado a vislumbrar: la salud mental. El encierro, el miedo, la inminencia de la muerte, el estrés y la incertidumbre ha desestabilizado a la gran mayoría de la población, al grado que expertos comienzan a advertir que la próxima pandemia será de enfermedades mentales como secuela de la transformación y el desastre que estamos experimentando.

Si de por sí, a finales del 2019 se pronosticaba que la depresión sería la mayor causante de incapacidades laborales en México y el mundo, la situación ha empeorado exponencialmente. A mediados del año, estudios revelaron que más de la mitad de la población de los países afectados por el COVID-19 reportaban un detrimento en su salud mental desde el inicio de la pandemia, situación que advierte una crisis en este ámbito de dimensiones jamás vistas.

Solo en Estados Unidos, se reportó que las personas que contactaron a autoridades de salud por problemas de ansiedad aumentaron en un 70%, y el número de examinados por posible depresión aumentó en 64%. En el mismo sentido, la demanda de atención relacionada con la salud mental se disparó en 41%.

No es la primera vez que una crisis detona problemas en la salud mental de las personas, pues en las más famosas crisis económicas han aumentado fuertemente las tasas de depresión, ansiedad, abuso de sustancias adictivas y, lamentablemente, suicidios.

El hecho de no contar con una fecha que marque el fin de la situación que vivimos incrementa la incertidumbre, pues aquellas personas que comienzan a padecer trastornos no saben en qué momento, o incluso si lograrán, recuperar su estabilidad. Los millones que han perdido sus empleos en los últimos meses y, con ello, su sustento, no saben hasta qué momento deberán aguantar para que la situación mejore.

Como resultado, debemos estar más unidos que nunca. Como sociedad, nos encontramos físicamente separados, pero con una gran atenuante: estamos a un click de distancia. Nuestra generación cuenta con una ventaja impresionante que es que estamos hiperconectados. Como todo, es un arma de dos filos: utilizar redes sociales para potencializar el temor y la incertidumbre seguramente no hará nada por nuestra salud mental, pero sí puede ayudarnos una llamada a nuestros seres queridos, una videollamada, o un buen meme para alegrarnos el día.

Es esencial entender que no estamos solos, que la humanidad entera se encuentra en un punto de inflexión después del cual nada volverá a ser igual… y que a su vez es un llamado de atención para recordarnos lo que realmente importa: se vuelve mucho más valioso contar con una red adecuada de soporte formada por nuestros amigos y familiares, además de medios de entretenimiento y esparcimiento saludables, que haber comprado el carro del año o contar con la ropa del último grito de la moda.

No es momento de desestimar los problemas mentales, lo ideal es identificarlos y atenderlos en el momento en el que surgen, incorporar actividades en nuestra rutina que nos permitan recuperar un poco de nuestra tranquilidad y bienestar tales como la meditación o el ejercicio y, sobre todo, atrevernos a pedir ayuda y externar a los demás si estamos pasando por momentos difíciles porque, después de todo, estamos viviendo tiempos complicados.

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO.

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