El confinamiento por el Covid 19, que ha rebasado con mucho una cuarentena –ya pinta para ser una “noventena”— está generando cambios significativos en la forma de hacer política y esto ha dejado en el camino a muchos políticos que no tienen propuestas suficientemente sólidas y atractivas como para captar el ánimo del electorado en una situación de temor, incertidumbre y crisis económica como ésta. Y es que ningún candidato puede ofrecer –realmente— una mejora sustancial que supere significativamente lo que ya está haciendo el gobierno federal, por lo que los triunfos o derrotas se habrán de definir, en gran medida, en función de si la mayoría del estado o el sector electoral que lo elija está a favor o en contra del presidente López Obrador y del gobierno federal.

Es muy evidente, por ejemplo, que el frente político opositor –el BOA, si es que en realidad existe—, que representa los intereses –especialmente económicos— de sectores minoritarios de la población, pretende aprovechar la situación de emergencia sanitaria para fines meramente político-electorales y que no representa los intereses de la mayoría de los mexicanos, aunque haya sectores que, legítimamente, pudieran expresarse en las elecciones en contra del gobierno de la 4T.

Sin embargo, los procesos constitucionales que dan forma a la estructura jurídica, que soporta a la organización social, van mucho más allá que una situación coyuntural –ojalá pronto el covid-19 sea sólo un recuerdo doloroso—, por lo que los tiempos de preparación política para el cambio de gobierno en Sinaloa, y en la mitad de los estados de la república, ya están en marcha, aunque la mayoría de la sociedad no lo perciba al estar más preocupada por su salud y su economía que por la política.

Para el 2021, seguramente no habrá candidatos fuertes que emocionen al electorado con sus discursos ni que muevan a las masas populares, porque ni siquiera habrá campañas –al menos como les hemos conocido—, pero sí habrá un proceso electoral: se registrarán candidatos y a alguien habrá que elegir. Prácticamente sólo será cuestión de trámite, de registrarse y seguir la inercia electoral hasta esperar el fallo de las autoridades electorales, aunque el índice de votación pudiera ser notablemente bajo, sobre todo si la pandemia se prolonga y sus efectos indeseables ocupan todavía la atención de la mayoría de la población.

Así, en el 2021 tendríamos nuevos gobernadores, alcaldes y diputados locales en la mitad del territorio nacional, pero serán gobiernos débiles, con bajos niveles de legitimación, sin recursos, y con graves problemas económicos, desempleo e inseguridad, por lo que ser electo gobierno en el 2021 podría ser como sacarse “la rifa del tigre”. Quizá por ello algunos de los aspirantes a ser gobierno –que se mencionaban a fines del año pasado—, han desaparecido de la opinión pública y otros sólo aparecen en los ejercicios de especulación o de encuestas de opinión en medios de comunicación.

En ese contexto, son realmente pocos los que se han mantenido activos en la competencia por la candidatura a la gubernatura de Sinaloa en los últimos meses de cuarentena. A estas alturas, sólo se observan cuatro aspirantes que, en estos momentos, representan posiciones irreductibles: la de Morena, con el respaldo del gobierno federal. La del bloque opositor, PAN, PRI, PRD Y MC, que parece que va en serio, y la del Partido Sinaloense, que muy probablemente se alíe con una de las dos anteriores.

LOS QUE SIGUEN VIVOS

Por el lado de Morena, el único que se mueve, articulando estrategia para el 2021, es el senador Rubén Rocha Moya, que, en caso de ser ungido candidato, tendría toda la ventaja de las siglas de Morena y la vinculación de este partido con el presidente López Obrador. La senadora Imelda Castro y el alcalde Mazatleco Luis Guillermo Benítez prácticamente han desaparecido de la escena política a sólo unos meses de la definición de la candidatura, por lo que –si están interesados—su apuesta sería su amistad personal con el presidente, y estarían como en la frase del legendario líder cetemista Fidel Velázquez: “el que se mueve no sale en la foto”. Lo cual no se descarta plenamente, sin embargo, a estas alturas y cada día que pasa se reduce la posibilidad de que puedan armar estrategia para llegar al ánimo de la gente, máxime que no han aparecido en esta situación de crisis.

Por el lado del bloque opositor se mantienen muy activos, el dirigente estatal del PRI, Jesús Valdez, y el secretario de pesca del Gobierno del Estado, Sergio Torres. Jesús Valdez representa a la estructura formal del partido y a su dirigencia nacional, mientras que Sergio Torres representa la posición nacional de Manlio Fabio Beltrones, líder de uno de los grupos nacionales más importantes al interior del partido tricolor.

La tercera posición, la del Partido Sinaloense, que encabeza por Héctor Melesio Cuen, tiene un capital político significativo, sin embargo, no es suficiente para ganar la gubernatura por sí solo y Cuen lo sabe perfectamente, por lo que lo más probable es que busque hacer alianza, sin prejuicios ideológicos, con el partido que le ofrezca mejores posiciones. Su apuesta sería a convertirse, ahora sí, en el “partido bisagra”, algo que aprendió de Elba Esther Gordillo –que hizo ganar a Felipe Calderón en el 2006—.

En la elección anterior –2016— Cuen encabezó la candidatura a la gubernatura del Estado en alianza con el PAN, partido con el que mantiene buenas migas, pero también con el PRI, partido que llevó a la presidencia municipal de Culiacán en el 2010. Sin embargo, en el bloque opositor el PRI es el partido más fuerte –en Sinaloa tiene el Gobierno del Estado— y tiene sus propios aspirantes que muy difícilmente cederían la posición a un externo, pero no se cerraría a la posibilidad de alianzas, sobre todo si el aliado tiene un buen capital político como para hacerlos ganar.

No obstante, la tendencia mayoritaria de votación, desde el 2018, ha sido en favor de Morena, con estrecha vinculación con el presidente Andrés Manuel López Obrador y también eso lo sabe Cuen, por lo que no se descarta la posibilidad de una alianza con Morena, especialmente si el candidato es su homólogo, el ex rector de la UAS, Rubén Rocha Moya, con quien ha tenido diferencias políticas importantes, pero ambos entienden el pragmatismo de la política y que una eventual alianza los puede llevar a la cúpula del poder en Sinaloa.

LOS MORENISTAS SON DE CASA

El actual escenario político electoral nacional indica que Morena ganaría la mayoría de las gubernaturas en juego en el 2021 y el senador Rubén Rocha aparece como el prospecto más viable para ser el candidato de Morena al gobierno de Sinaloa. Es el más experimentado, tanto en la administración pública como en estrategia política y campañas electorales, por lo que sería el virtual candidato. Sin embargo, para ser candidato debe ser aprobado por la estructura del partido Morena y muchos morenistas con capacidad de reflexión y decisión, se han empezado a preguntar cuál sería su lugar en el gobierno de Rocha, si no son de su equipo más cercano. La experiencia de haber ganado Culiacán y quedar fuera de las decisiones del gobierno municipal pinta una sombra de duda en torno a su lugar y su papel ante el triunfo con Rocha.

Algunos escépticos han empezado a advertir que Rocha necesita las siglas de Morena y la tendencia nacional ganadora de ese partido para llegar a la gubernatura pero que sus compromisos más importantes los tiene con algunos sectores económicos y políticos tradicionales, como el grupo que encabeza su jefe político Jesús Aguilar Padilla y el propio Quirino Ordaz, por lo que, aun ganando, el lugar de Morena sería marginal en el gobierno de Rocha, a no ser que se encuentre una fórmula que les garantice un buen lugar –¿politiburó?— en el gobierno.

La reflexión de los morenistas tiene sentido puesto que la experiencia de Rocha lo llevaría a buscar, desde una perspectiva totalmente pragmática, todas las alianzas necesarias para asegurar su triunfo, incluyendo a grupos económicos y políticos que desde hace mucho ostentan el poder en Sinaloa y grupos emergentes con los que los Morena tiene serias diferencias, como es el caso del PAS, por lo que habría que distinguir entre el triunfo de Rocha, y el triunfo de Morena, pues en este escenario probable, aun perdiendo el bloque opositor, algunos de sus impulsores podrían ser los primeros en despachar en el gobierno Morenista de Rocha, mientras que los morenistas tendrían que hacer fila a ver si les toca algo.

Este escenario no es nuevo ni descabellado en Sinaloa. Mario López Valdez “se brincó las trancas” porque el PRI no lo postuló a la gubernatura en el 2010 y encabezó una alianza opositora integrada por el PAN, el PRD y Convergencia, con la que ganó, sin embargo, ni el PAN, ni el PRD ni Convergencia tuvieron un papel relevante en el gobierno de Sinaloa. “Les jugó el dedo en la boca”. Malova armó un gobierno priísta con sus “cuates” y cedió “cuotas” a grupos económicos que lo apoyaron generando un Frankenstein sin ética ni compromiso social que se dedicó a saquear al gobierno, pasando a la historia como el peor gobierno de Sinaloa, y sobre el cual aún hay en curso procesos penales.

¿Qué garantía de llegar a ser gobierno tendrían los morenistas si postulan al senador Rocha y éste gana la gubernatura? ¿Cómo asegurarse de que una vez electo no se haga “el vivo” y responda más al compromiso que tiene con Aguilar Padilla, Quirino Ordaz y los grupos económicos del poder, que a los Morenistas y cuadros ciudadanos para gobernar?

Resulta difícil suponer que Rocha dejaría fuera a su jefe político Jesús Aguilar, que lo tuvo seis años como coordinadores de asesores en el gobierno estatal y luego en la subsecretaría de agricultura en el gobierno de Peña Nieto mientras lo ubicaba en la subdirección de capacitación del ISSSTE con Florentino Castro, otro miembro de su gabinete, y luego como jefe de asesores de Quirino Ordaz, que le ha mantenido a su equipo de asesores en el gobierno y los contratos de construcción a su familia. No es casual, por ello, el nombramiento de Florentino Castro López, secretario de educación en el gobierno de JAP, como miembro de la Comisión Nacional de Mejora Continua de la Educación –que en la nueva reforma educativa sustituyó al INEE— a propuesta del senador Rocha Moya, a pesar de que había muchos prospectos mejor perfilados –lo que le echaron en cara al senador Monreal—. Esto deja muy claro que sus compromisos siguen vigentes. Y una vez nombrado gobernador, ni el presidente podría influir en la formación del gobierno de Sinaloa porque éste –el gobierno—es “libre y soberano”, máxime que Rocha responde al equipo del senador Ricardo Monreal y no al del presidente. Y el argumento para dejar fuera a Morena es muy sencillo, el gobierno es para todos, no sólo para un partido, aunque ese “todos” privilegie a un grupo.

No obstante, con todo y las dudas y los desacuerdos de los morenistas, Rocha figura como el prospecto número uno para ser el candidato de Morena a la gubernatura de Sinaloa con muy altas posibilidades de ganar. En estos momentos va de nuevo “en caballo de hacienda” hacia la gubernatura, prácticamente sin figura que le haga sombra en Morena, a no ser que, en una decisión sorprendente y sorpresiva, Jesús Vizcarra Calderón decidiera buscar la postulación de Morena.

LAS POSIBILIDADES DEL BOA

Por otro lado, en tanto se clarifica si la oposición irá en un BOA o no, Jesús Valdez sale todos los días a repartir despensas a sus vecinos y lo publica a través de redes sociales proyectando valentía. Que se anima a salir de su casa a pesar de la pandemia, que busca ayudar a la gente y que tiene intenciones de participar en la contienda por la gubernatura. Valdez sería el candidato natural de la estructura formal del PRI, pues tiene el contacto con todos los sectores priístas y se ha mantenido vigente a pesar de la emergencia sanitaria.

Sin embargo, Sergio Torres también sale todos los días a tener contacto con los pescadores que viven particularmente los efectos de la crisis económica derivada de la pandemia y también lo difunde todos los días en las redes sociales emparejando los cartones con Jesús Valdez, que, aunque no tiene la estructura del partido, tiene bajo su mando la estructura y los recursos de la secretaría de pesca en el gobierno de Quirino, lo que le da movilidad y le justifica el contacto social en momentos en que la propia estructura del gobierno se ha replegado ante el riesgo del Covid-19.

Las expectativas tanto de Valdez como de Torres dependen, en gran medida, de que la situación del país se descomponga lo suficiente como para que crezca la inconformidad contra el gobierno y por esa rendija colar sus aspiraciones, sin embargo, se advierte difícil que alguien demuestre que puede hacer un mejor gobierno, especialmente si les anteceden cuatro décadas de ineficiencia, corrupción y saqueos del erario público y los recursos de la nación. Además, resulta un tanto nefasto que le apuesten a que al país y a Sinaloa le vaya mal, para que a ellos les pueda ir bien.

En cualquiera de estos dos casos, su postulación y sus posibilidades de éxito, dependen en gran medida, de la decisión del gobernador Quirino Ordaz, que puede convocar a la estructura de gobierno y los sectores donde tiene influencia política personal, para respaldar a un candidato priísta, o poner su capital político a disposición del presidente López Obrador y avalar activamente los resultados. En ambos casos, la decisión del gobernador sería determinante para el resultado electoral. Quirino es joven y su carrera política, de alto nivel, apenas empieza.

No obstante, habría que ver hacia donde se inclinan los grupos económicos y de poder que han gobernador Sinaloa en las últimas décadas y que tradicionalmente se han mantenido a través del PRI, pues aunque los argumentos políticos del bloque opositor tienen sentido para ese sector que representan, y tienen actualmente el gobierno de Sinaloa, resulta evidente que su poder económico no proviene de sus convicciones ideológicas, sino del pragmatismo para defender sus intereses, y éstos podrían estar más seguros en una opción distinta, pero respaldada por el presidente de la república. Es decir, el PRI era sólo un medio para llegar al poder, pero que lo importante era estar bien con el presidente y si ahora, para lograr ese propósito, el medio es Morena, no tendrían ningún reparo en cambiarse de partido, aunque no lo tengan que hacer formalmente y naveguen en dos aguas.

Los tiempos políticos para el cambio de gobierno ya empezaron, aunque la mayoría de la gente no se haya dado cuenta, más preocupada por el Covid-19, el desempleo y la inseguridad.

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