Difícil de creer el que no actuemos porque lo padecemos diariamente y peor que lo reconocemos o “pretendemos reconocerlo”. Muchos clamamos y otros permanecemos impávidos para buscar formas o soluciones a esta crisis ambiental que el colectivo global enfrenta en todos los recovecos del planeta.
Aquí hablamos y me refiero a la llamada “triple crisis planetaria: cambio climático, polución y pérdida de la biodiversidad”.
Estos problemas se yerguen como tres de los cuatro jinetes del Apocalipsis, el otro (o los otros) que faltan vienen a todo galope, es una “carrera parejera”, con diversos nombres en el que se incluye “acidificación de los océanos” o puede ser “residuos sólidos” o “crisis de agua”. Son muchos, ustedes escojan. Creo que son más de “cuatro jinetes de Apocalipsis” los diversos problemas ambientales galopando rampantes por sitios tan distantes como la Antártida, el Sahara o más cerca en San Javier, San Ignacio por el lado de “La Mezcalera” o en “El Norote” cruzando el río Piaxtla.
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Dada la magnitud de la cabalgada apocalíptica en la que estamos inmersos nos daremos a la tarea de desglosarla en varias entregas. Espero no aburrirlos.
El primer jinete apocalíptico es el “Cambio Climático”.
Este fenómeno climático despedaza todas las proyecciones de los expertos, pues siguen incrementándose los gases de efecto invernadero derivado del uso de los combustibles fósiles, la deforestación y la destrucción de ecosistemas terrestres y marinos.
Debemos de entender que Cambio Climático es diferente a “calentamiento global” pues aquí nos referimos a la temperatura de la superficie de la tierra. El “cambio climático” incluye al calentamiento global y los denominados “efectos secundarios” como el derretimiento de los glaciares, lluvias o tormentas más severas o de plano la ausencia de lluvias, sequías como las que ahora estamos padeciendo. Todo ello continúa pues seguimos acumulando energía térmica que agrava la situación actual a niveles insostenibles con resultados catastróficos para todos. Una serie de eventos en cascada con efectos secundarios que no se han presentado en toda la historia del planeta.
México es el segundo generador de gases de efecto invernadero en América Latina. Quienes los producen son: el sector energético quien tiene la mayor tajada con 70% del total de las emisiones, le sigue el sector agropecuario con un 14%, mientras que el sector forestal se considera como de “resumidero” por remover más gases de los que genera. Esa es una buena noticia, pues aún y con todos los problemas inherentes a la deforestación, el país conserva casi la mitad de sus bosques. Algo así como 88 millones de hectáreas.
Lo cierto es que el cambio climático puede impactar de diversas maneras y a diversos sectores. ¿Qué efectos pudiese tener esto en nuestra entidad? Las amenazas pueden ser varias pues existen algunos flancos débiles. Por ejemplo, veamos el cómo impacta una red carretera a la que le cruzan diversos arroyos y ríos. Las lluvias intensas pueden afectarla severamente, tenemos el puente de Quelite ya con varios meses en construcción, dificultando el paso de vehículos, desalentando con ello el flujo de turistas a Mazatlán. Con eso le pega a ese importante sector en el puerto.
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La otra cara de la moneda son las sequías en la entidad. El sector agrícola se encuentra en jaque pues las lluvias siguen escasas con presas muy por debajo de sus niveles históricos. Esto puede significar el no tener un ciclo agrícola.
Una solución factible: impulsar y consolidar la infraestructura verde.
Terco el viejo, pero de nuevo volvemos a la urgente necesidad de conservar la infraestructura verde. Pues son los bosques los ecosistemas que pueden ayudar de una manera más eficiente. La entidad cuenta con un poco más de 5.8 millones de hectáreas de superficie de ellas 3.4 millones de hectáreas tiene cobertura forestal. Estos bosques nos proveen importantes servicios ambientales, entre ellos aquellos que nos ayudarían a paliar los efectos del cambio climático.
A la espera de sus correspondientes decretos como Áreas Naturales Protegidas se encuentran la región de Marismas Nacionales, Monte Mojino en el sur. El “cerro de las siete gotas” se puede empalmar a la Sierra de Tacuichamona para hacer un corredor biológico importante, la zona de Santa María-La Reforma sigue a la espera y porque no soñar con una Reserva Marina en el “Cerro del Elefante” frente a las costas de Guasave.
El decreto de estas zonas como áreas naturales protegidas sería un paso importante para un estado que depende significativamente de sus recursos naturales para su desarrollo. Darles un respiro a estas áreas con proyectos de conservación y manejo sería darles certidumbre a los diversos sectores productivos.
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Que la cabalgata apocalíptica tenga algunos obstáculos en temas de conservación de recursos naturales es un importante paso. Ponerle trancas con la conservación de los recursos naturales es una manera eficiente y creo que aún se puede hacer.
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